martes, 25 de enero de 2011

Falleció quien fuera un actor clave en las negociaciones entre los zapatistas y el gobierno de México

Samuel Ruiz, el obispo de los pobres

Como obispo de la diócesis de Chiapas saltó a la fama mundial en 1991 tras el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. Su intervención impidió una masacre que habría lindado el genocidio.

Por Gerardo Albarrán de Alba
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Página/12 En México Desde México, D.F.
  “Yo vine para evangelizar a los indios, pero terminé evangelizado por ellos”, contó alguna vez Samuel Ruiz García, a quienes las comunidades lo llamaban “el obispo de los pobres y de los pueblos originarios”. Ayer murió y muchos lloran la ausencia de quien daba voz a los sin voz.
Tatik Samuel –como lo llamaban en las comunidades indígenas– habría sido objeto hoy de una celebración preparada desde hace meses en San Cristóbal de las Casas, al cumplirse 51 años de haber tomado posesión como obispo de la diócesis de Chiapas, de la que se retiró en noviembre de 1999, cuando cumplió 75 años. En lugar de ello, sus restos son velados desde anoche en la catedral de San Cristóbal, donde será sepultado mañana.
Inmerso en los debates teológicos y canónicos del Concilio Vaticano II y los subsecuentes concilios de Medellín, Puebla y Santo Domingo, Samuel Ruiz fue partícipe y promotor de la Teología de la Liberación y de la opción preferencial junto a los pobres que impuso en su diócesis desde 1975, en una época en la que primaban los golpes de Estado y las dictaduras militares en Latinoamérica. Pero fue a partir de su adhesión a la corriente de la antropología cultural que llegó al que sería el axioma de su pastoral: “la dualidad opresión-libertad y la propuesta de un propio ser cultural, culminando con la iglesia autóctona” que provocaba reacciones encontradas dentro y fuera de la Iglesia Católica, según el historiador mexicano Jean Meyer, quien alguna vez lo comparó con los obispos Helder Camara, de Brasil, y Arnulfo Romero, de El Salvador, “arraigados en la tradición y flexibles en la acción”, que reaccionaron “de manera complicada a situaciones complicadas”.
Pero no era marxista, como le achacaban sus detractores, ni de lejos. Católico tradicional y ortodoxo, Samuel Ruiz llegó a Chiapas en 1959 como obispo de la diócesis de San Cristóbal, apenas 12 años después de haber sido ordenado sacerdote al término de sus estudios de teología en la Universidad Gregoriana de Roma. La realidad lo abofeteó: algunas regiones de Chiapas vivían con estructuras sociales tan atrasadas que semejaban al Medioevo, y su alma quedó atribulada por el trato de los indios esclavos que se compraban y vendían como hatos de ovejas. Samuel Ruiz sustituyó a un Estado ausente y se convirtió en defensor de los pobres y procurador de los indios, promovió el respeto a la mujer y al niño, la toma de conciencia de los actores sociales y la “revolución de las expectativas crecientes”. En 1988 fundó el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, uno de los más importantes y reconocidos en el país hasta la fecha.
Figura central en la Conferencia Episcopal Latinoamericana y en Roma, saltó a la fama mundial en 1991 tras el alzamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN). Su intervención impidió una masacre que habría lindado el genocidio, y se convirtió en un actor fundamental en las negociaciones de paz entre el EZLN y el gobierno mexicano al que le había declarado la guerra, aunque el propio Jean Meyer documentó la condena del Tatik Samuel a la lucha armada y su distanciamiento del mítico Subcomandante Marcos, que nunca hizo públicas. Pese a ello, en mayo de 1998, el entonces presidente Ernesto Zedillo acusó al obispo de encabezar la “pastoral de la división” y la “teología de la violencia”, debido a que el Tatik dedicó su vida a formar comunidades eclesiásticas de base en cada una de las poblaciones indígenas de Chiapas.
El papel conciliador de Samuel Ruiz propició que desde hace un par de años formara parte de una comisión de mediación entre otra guerrilla mexicana, el Ejército Popular Revolucionario (EPR), y el gobierno federal. En esta misma comisión participaba también el escritor Carlos Montemayor, fallecido el año pasado.
Samuel Ruiz vivía desde hace varios años en Querétaro, 200 kilómetros al norte de la capital del país, aunque realizaba visitas esporádicas a la diócesis de la que fue nombrado obispo emérito. La distancia que mantuvo obedecía a su intención de no obstruir la labor de su sucesor, pero sus 40 años de labor en ese estado del sureste mexicano dejó una impronta que el nuevo obispo Felipe Arizmendi no pudo alterar, particularmente lo que el propio Tatik llamaba “la autonomía participativa” de clero y laicos, a riesgo de provocar “una verdadera sangría”, como advirtió en su momento el historiador Jean Meyer.
Como obispo de la diócesis de Chiapas, Samuel Ruiz desarrolló una intensa acción a través del Comité de Solidaridad con los pueblos de América latina, iniciando viajes a diversos países, con grupos, y movimientos sociales cristianos y no cristianos. Una de sus intervenciones más conocidas fue en favor de los miles de guatemaltecos que huyeron hacia México a fines de los ’90 y principios de los ’80 para evitar ser masacrados por el ejército de aquel país y sus escuadrones de la muerte, conocidos como kaibiles.
Su activismo venía de antiguo. En agosto de 1976, apenas unos días después del asesinato del obispo de la Rioja, monseñor Enrique Angelelli, por la dictadura militar argentina, participa en el Encuentro de Obispos Latinoamericanos celebrado en Riobamba, Ecuador, y es detenido por la dictadura militar de ese país junto con otros 20 obispos, sacerdotes, teólogos y asesores, entre quienes se encontraba Adolfo Pérez Esquivel. Veinticinco años después de ese episodio, el hoy Nobel de la Paz argentino presentó la candidatura del obispo mexicano al mismo premio.
El 16 de septiembre de 2001, en coincidencia con un aniversario de la independencia de México, Pérez Esquivel ofreció un discurso laudatorio sobre Samuel Ruiz en el Centro de Derechos Humanos de Nuremberg, que le otorgó ese año su Premio Internacional de Derechos Humanos, uno de los tantos que recibió el obispo emérito de Chiapas.
Pérez Esquivel dijo entonces que Samuel Ruiz era una de las “voces proféticas que anuncian y denuncian la situación de violencia e injusticias que vive la mayoría de los pueblos latinoamericanos. Son las voces de los desposeídos, los sin voz que van recuperando su protagonismo histórico, el sentido de vida, de dignidad y esperanza en que es posible construir un mundo más justo y humano para todos”.

Página12.

domingo, 23 de enero de 2011

Violar la fe


Por Eduardo de la Serna *




Tuve ocasión en Internet de ver el momento en que el “padre Pato”, criollo en su vestimenta, poncho al hombro, interrumpe al Coral Lutheriense, y tuve ocasión de escuchar y leer sus posteriores declaraciones.
Es verdad que todo esto “no afecta la vida de los pobres”, como dijo algún cura amigo, pero no podemos ignorar que el tema esconde aristas muy sensibles y graves.
Dejo de lado la trascendencia del tema en diferentes medios y el ocultamiento en otros, más propios de algún oligopolio mediático, y sus circunstanciales aliados políticos, provinciales y nacionales de lo que se han ocupado correctamente sectores de derechos humanos de San Rafael.
Dejo de lado también la pena que me da la falta de sentido del humor del personaje en cuestión. He escuchado decenas de chistes sobre judíos contados por amigos judíos y no podría recordar la cantidad de chistes de curas que se cuentan en ambientes clericales.
Me quisiera detener en dos aspectos que fueron juntos en la perversa afirmación “violar la fe es diez mil veces peor que violar a una hija”.
En momentos en que el mundo está conmovido por los escandalosos casos de pederastia en el clero –cosa no siempre acompañada en nuestro país donde “el gran pederasta” sigue suelto– resulta una bofetada arrojada al aire y al público. Podría haber dicho “peor que violar las leyes”, o hasta “peor que violar la Constitución”, ¡pero no!: dijo “diez mil veces peor que ¡violar a una hija!”.
Es sabido que la enorme mayoría de los casos de violencia familiar contra mujeres y niños/as ocurren en el seno de la familia, pero eso no exime al clero. El padre Pato parece haberse burlado, o –peor aún– menospreciado a las víctimas de abusos por parte del clero. Y eso es escándalo y es violencia.
Pero, por otro lado, el sketch en cuestión se reía del celibato, no de la fe. El celibato no es cuestión de fe, es una disciplina eclesiástica que bien podría anularse (¡y sería bueno que el tema pudiera debatirse en el seno de la Iglesia!) y, si se anulara, la fe no se vería afectada en lo más mínimo.
Es posible que el cura en cuestión sea un perfecto ignorante, y la lectura no figure entre sus hábitos, pero lo que sí parece figurar entre sus pasiones es el autoritarismo: autoritarismo que se cree con derecho de interrumpir un espectáculo público, autoritarismo que se cree con derecho de burlarse de las víctimas de la pederastia, y autoritarismo que cree que la Iglesia debe decir a la sociedad qué debe ver, escuchar, pensar y hasta sentir. Y eso sí es cuestión de fe. Y en eso, el padre Pato ha sabido violar la fe. Porque un tal Jesús de Nazareth, que sabía de estas cosas, dejó bastante claro cómo entendió la autoridad, donde ni siquiera Dios se impone. Claro que para saber esto, el padre Pato debería haber leído el Evangelio.

* Coordinador del movimiento de sacerdotes en opción por los pobres Carlos Mugica.

Página12

miércoles, 19 de enero de 2011

Gualeguaychú               comunicado de la


Asamblea Ciudadana Ambiental Gualeguaychú

Ante la firma por parte del gobierno uruguayo y la Sociedad “Montes del Plata” de la autorización de inicio de la construcción de un nuevo emprendimiento celulósico por parte de las empresas sueco-finlandesa Stora-Enso y la chilena Arauco, la Asamblea Ciudadana Ambiental de Gualeguaychú manifiesta su total repudio por este nuevo agravio a la naturaleza, y se solidariza con las poblaciones que van a ser indefectiblemente afectadas.
Sorprende ingratamente la poca capacidad de imaginación del gobierno uruguayo, que no ha aprendido la lección, y después de 20 años, solo entiende como desarrollo este tipo de emprendimientos, que ya no quedan dudas, dañan de manera irreparable zonas productivas de alto rendimiento, donde la biodiversidad es una de las características principales.
Este acuerdo carece de todos los mecanismos de consulta, salvo las fantochadas de las audiencias públicas, donde las empresas despliegan su escaparate, haciendo oídos sordos a la falta de aceptación y la preocupación de los vecinos, que ven justamente peligrar sus actividades productivas, su modo de vida y su salud.
Toda esta puesta en escena, esta vez, cuenta con el aval y la complicidad del gobierno argentino, que escudándose en un tratado deficiente, no defiende como es su obligación, a sus ciudadanos que sufrirán los azotes de esta pastera. El Delta Argentino, Tigre, buena parte del Gran Buenos Aires, y más aún, teniendo en cuenta que el obelisco de Buenos Aires se encuentra a 50 Km . lineales,  serán afectados por las emisiones  gaseosas que serán 30% mayores que las de Botnia-UPM.
El Río de la Plata no tolera más afectación. A la carga aportada por los ríos Paraná y Uruguay, se debe agregar lo que vuelca la Cuenca Riachuelo-Matanza - Reconquista, la próxima remoción de fondos del lecho del Puerto de Montevideo para ampliar muelles, los deshechos de las ciudades costeras, etc.
El gobierno del presidente Mujica no puede controlar nada. Su DINAMA está desmantelada. Como prueba de lo que acontece tenemos a Botnia-UPM y Alur, la empresa mixta de Bella Unión, que daña constantemente a vecinos de tres países con sus volcados y olores.
Por estas razones y más, es que reiteramos nuestra solidaridad con las futuras víctimas ambientales de Montes del Plata, y nos vemos en la obligación de recordarles a nuestros gobernantes, uruguayos y argentinos, que hay otro desarrollo, que no pasa necesariamente por la explotación agresiva de la naturaleza. Que no todo debe pasar por los monocultivos, las megapasteras, las minas a cielo abierto. Y que inexorablemente hay que recorrer los caminos del buen vivir con el planeta.
San José de Gualeguaychú, enero 18 de 2011.-
NO A LAS PAPELERAS – SÍ A LA VIDA

 
En la fiesta nacional del chivo de malargüe, mendoza

Un cura censuró un número de Les Luthiers y lo consideró anticatólico

Publicado el 17 de Enero de 2011
 
 
Es un acto que satiriza a la religión y lo interpretaba el grupo Coral Lutherieces, que rinde tributo a los renombrados músicos. El párroco Jorge Gómez subió al escenario y forzó la interrupción: “No voy a permitir que ensucien mi castidad”.
 
En una clara demostración de que la línea eclesial dura de Malargüe continúa intacta, el cura párroco de esa ciudad mendocina protagonizó un acto de censura pública en plena XXV Fiesta Nacional del Chivo, cuando subió al escenario donde un grupo interpretaba números de Les Luthiers, y directamente los obligó a interrumpir la actuación, con el fundamento de que dañaba la moral del pueblo, “que es católico”.
La noche del viernes pasado, Coral Lutherieces presentaba, ante unas 8500 personas, el segundo número de su acto, “Educación sexual moderna”, que satiriza la religión y los hábitos. Entonces, el cura Jorge Gómez, conocido como el “Padre Pato”, le arrebató el micrófono a uno de los artistas y dijo: “No voy a permitir que ensucien mi castidad. Les voy a pedir a los muchachos que canten otra canción.” El líder del grupo, Marcelo Hernández, recordó: “Entonces, muy sorprendido aún, miré a todos mis compañeros y les dije que hiciéramos una cuequita.” Luego de eso, se retiraron. Días después, el sitio informativo Mendoza On line reprodujo el comentario de Carlos Núñez Cortez, de Les Luthiers, quien confesó que 40 años atrás sufrieron el mismo tipo de censura.
Gómez es el párroco de la iglesia Nuestra Señora del Rosario, que pertenece a la diócesis de San Rafael, y continúa la línea de su antecesor en el cargo, el cura Ramiro Sáenz, conocido por su postura de negación de los crímenes de la dictadura, su rigidez en contra de temas como el uso del preservativo y, sobre todo, su censura a las más variadas expresiones artísticas. Entre sus actos más notorios, atacó al músico Víctor Heredia, quien había sido invitado a la Feria del Libro local en 2004 para hablar sobre su obra Taky Ongoy. En una carta al intendente, justificó que: “Heredia adhiere a una postura ideológica de izquierda (o marxista o como se la quiera llamar), lo cual implica no sólo el ateísmo militante sino toda una visión de la religión, la historia, la patria, el hombre, el orden moral, etcétera. El conflictivo texto de Taky Ongoy es una falsificación histórica inspirada por esa ideología que tiene su infaltable cuota de anticristianismo.” Por razones similares, sugería no invitar a músicos como “León Gieco, Charly García y otros por el estilo”. Unos años después, estudiantes del Colegio San José, bajo su dirección, increparon a Estela de Carlotto, en la misma feria. Y mientras hacía gala de su aversión a Dan Brown, autor El Código Da Vinci, el cine de Malargüe se inundó misteriosamente, impidiendo la proyección de Ángeles y Demonios, basada en un libro de ese escritor.


TIEMPO ARGENTINO

Es patético leer este relato. Pero también es representativo de una mentalidad corporativa de ciertos sectores  de la Iglesia y de grupos religiosos al tratar de imponer sus modos de pensar al conjunto de la sociedad. 
Como si no hubiera una forma democrática  de discutir las diferencias y de acordar las mejores formas de convivencia. 
¿Quién le da autoridad a este hombre para hacer lo que hizo?  Es bueno para reflexionar sobre otras actitudes parecidas que se dieron en ocasión del debate sobre el matrimonio igualitario.


martes, 18 de enero de 2011

EN 2011 SEGUIREMOS CONTRA UPM !

"EL PLANETA NO LO HEREDAMOS DE NUESTROS PADRES, LO TOMAMOS PRESTADO DE NUESTROS HIJOS"


planta_de_botniaEstán preocupados por las consecuencias que las mismas están produciendo en la salud de la población. Y vuelven a demostrar cómo desde el funcionamiento de la fábrica el río Uruguay creció en número de contaminantes.

Los abajo firmantes, profesionales de la salud de Gualeguaychú, nos dirigimos a las autoridades municipales, provinciales y nacionales, y a la comunidad en su conjunto, a fin de manifestarles nuestra preocupación por aspectos vinculados a la temática ambiental que están afectando la salud de nuestra población.
En primer lugar mencionaremos las emisiones atmosféricas de la empresa “Botnia–UPM”. Es por todos conocido y aceptado internacionalmente el nivel de afectación que poseen las industrias de pasta de celulosa, lo que es reconocido tanto por la “Organización Mundial de Salud” como por la “Organización Panamericana de Salud”, organismos que las ubican entre las tres más contaminantes de todas las industrias actuales.
Ya se han producido alteraciones físicas, químicas y biológicas en el río Uruguay desde la puesta en funcionamiento de la planta y que fueron demostradas por los 80 científicos argentinos que trabajaron en la presentación de la demanda ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. Nos referiremos a las emisiones atmosféricas, es decir las emanadas de las chimeneas de las plantas, ya que está científicamente comprobado que el mayor problema para la salud de las poblaciones aledañas a las mismas son los contaminantes presentes en esas emisiones.
De acuerdo a los informes presentados por la delegación argentina ante La Haya y a lo admitido por el Secretario de Medio Ambiente, Homero Bibiloni, en la conferencia dictada el 30-09-10 en la CARI (Consejo Argentino para las Relaciones Internacionales), en referencia al estudio Atmosférico realizado por el equipo de profesionales de la Facultad de Ciencias Exactas–UBA y la CONEA, se detectó la presencia de ácido sulfhídrico en las costas argentinas de Ñandubaysal en 78 oportunidades durante un período de nueve meses de control y en varias ocasiones en la ciudad de Gualeguaychú. Esa sustancia es identificada por su olor característico a “huevo podrido”, que actúa como indicador de la contaminación. Se trata de un gas de elevada toxicidad que no debería estar presente en el aire en condiciones normales. Junto a este compuesto están presentes otros contaminantes atmosféricos tales como Óxidos de Nitrógeno, Óxidos del Azufre, Compuestos Reducidos del Azufre (TRS), Material Particulado, Monóxido y Dióxido de Carbono, Compuestos Orgánicos Volátiles (VOC), Compuestos Orgánicos Clorados (entre ellos Dioxinas y Furanos) con una pluma (sustancias contaminantes que salen de una chimenea) aerotransportada que ingresa  20 a 45 Km. dentro del territorio argentino.
El centro de la ciudad de Gualeguaychú se encuentra a unos 25 Km de la pastera. La contaminación atmosférica se ve agravada, ya que los vientos en un 72% por ciento de los días son predominantes desde el Uruguay a la Argentina, con una altura de capa de mezcla (altura del volumen de aire disponible para la dispersión de los contaminantes) muy baja, lo que impide una correcta dilución y dispersión de los contaminantes. Esto hace que permanentemente los habitantes de Gualeguaychú estemos respirando aire contaminado.
En lo referente a los contaminantes atmosféricos provenientes de la planta de “Botnia-UPM” y que afectaron al territorio argentino, la CIJ de La Haya se declaró incompetente con el argumento que su regulación no estaba contemplada dentro del Estatuto de 1975. Obviamente, eso no significa que no exista un deber genérico de no dañar, que debe ser respetado por la empresa que los emite como por las autoridades de contralor.
Estos compuestos de naturaleza tóxica no se encontraban presentes en los estudios basales previos a la puesta en funcionamiento de Botnia-UPM por lo que su presencia revela una estrecha, directa e inequívoca vinculación con la instalación de la planta. 
Nuestra preocupación se agrava al desconocerse si en la actualidad se continúa con el estudio del aire, tal cual ocurrió hasta antes del fallo de la CIJ., mientras se fundamentó el reclamo ante ese tribunal.
Si bien en numerosas ocasiones, a través de diversas intervenciones ante distintos organismos y funcionarios públicos se ha reclamado la continuación de estos controles y también se ha consultado qué instancias legales existen para iniciar el reclamo correspondiente. No obstante, hasta el momento no se ha recibido información ni respuesta oficial al respecto.
El aumento de la frecuencia e intensidad de patologías de vías aéreas superiores, irritación y afectación de membranas mucosas, ocular y bronquial y reacciones alérgicas, sumado al agravamiento de afecciones preexistentes en los últimos años -comprobados por la mayoría de los profesionales médicos de la ciudad-, tienen vinculación estrecha con la presencia de estos contaminantes en el aire que respiramos. Debemos advertir el efecto a largo plazo (crónico) de muchos de estos contaminantes presentes en la emisiones atmosféricas (Carcinogénesis, Malformaciones congénitas, Teratogénesis, alteraciones en la Reproducción, depresión del Sistema Inmunológico entre otras) patologías que lamentablemente se verán incrementadas a medida que transcurra el tiempo y la planta siga funcionando.
Además sentimos una enorme preocupación por la alta incidencia de enfermedades oncológicas que ubican a Gualeguaychú al frente de la frecuencia de dichas patologías dentro de la Provincia.
Su origen en gran medida está relacionada con la presencia de contaminantes en el medio ambiente, lo que nos hace tener en cuenta otros temas vinculados a su preservación, como son el uso intensivo e irracional de plaguicidas, el tratamiento de los efluentes industriales del Parque Industrial de Gualeguaychú y su drenaje aguas arriba de la toma de agua, el destino de los transformadores contaminados con bifenilos policlorados (PCB) y el tratamiento de los residuos patológicos.
Preocupados por el futuro, fundamentalmente el de las generaciones venideras, exhortamos a las autoridades y a la población a preocuparnos y ocuparnos de buscar entre todos, en la medida de sus responsabilidades, se arbitren medidas y acciones dirigidas a erradicar estos daños ambientales. Solo de esa forma se protegerá la salud de la población y se logrará una mejor calidad de vida.


PUBLICADO COMO SOLICITADA  EN LOS DIARIOS DE LA CIUDAD DE GUALEGUAYCHU.
 Siguen las firmas de numerosos profesionales de la ciudad. Publicado con fecha 27 de diciembre de 2010

lunes, 17 de enero de 2011

“Hoy los golpes los dan las fuerzas de seguridad, no los ejércitos”

Publicado el 17 de Enero de 2011
Entrevista a Eugenio Zaffaroni
El juez advierte que un sector de policías disconformes, sumado a una coalición de medios masivos y algún segmento político interesado, tienen capacidad de desestabilizar. También sostuvo que el discurso de Macri puede causar muertos.
  La placa de cerámica esmaltada, que se repite en todas las calles de Buenos Aires, marca el número 932. Del otro lado de una reja alta y elegante, una casa que es más bien un palacete de estilo italiano esconde incontables detalles de buen gusto. La casona está separada en dos edificaciones. Adelante está la vivienda; atrás, cruzando un patio arbolado que ofrece sombra en medio de una tarde de calor que bate records, aguardan el estudio y la biblioteca. Para ingresar a la biblioteca hay que atravesar una puerta. Marco de madera, ornamentos de aire hispánico y colonial, la puerta tiene un letrero que busca causar un efecto intimidante: “Quien osare robar un libro de esta biblioteca será excomulgado”, advierte el edicto de la Universidad de Salamanca, un recuerdo que el dueño de casa se trajo de uno de sus viajes anuales a Europa.
Eugenio Raúl Zaffaroni aparece por el costado de la casa; lo acompaña uno de sus perros, Otello. En camisa veraniega de manga corta (seguramente una guayabera de algodón y lino), el juez de la Corte Suprema saluda con sencillez y propone pasar a la biblioteca para realizar la entrevista. En su escritorio lo espera una notebook con un procesador de textos abierto y algunas palabras tipeadas, un gorro deportivo con los colores de la Sudáfrica post-apartheid, una imagen de la Virgen de Guadalupe –patrona de la Revolución Mexicana y de toda América Latina– y un atado de cigarrillos finos marca Vogue blue. A su alrededor abundan adornos mexicanos, imágenes profanas de figuras sobrenaturales e íconos religiosos del catolicismo español.
“El decreto que me nombraba en la Corte tiene el mismo número que esta casa: 932”, dice Zaffaroni, y festeja la casualidad con una sonrisa. El juez y prestigioso docente de Derecho Penal se acomoda, estira sus piernas, se dispone a conversar por un largo rato. No elude ningún tema, a excepción de dos preguntas sobre asuntos que, según él, podrían terminar en el máximo tribunal en un plazo bien breve: uno de ellos es el juicio de filiación en el caso de Marcela y Felipe Noble Herrera. El otro, el “plazo razonable” que la Corte le impuso al juez en lo Civil y Comercial Edmundo Carbone para resolver la medida cautelar que suspendió la aplicación del artículo 161, el plazo de desinversión de un año previsto por la Ley de Medios para las empresas del Grupo Clarín. A fines de noviembre, Carbone se negó a fijar un límite a la duración de la cautelar favorable al multimedio.
“No puedo abrir juicio sobre eso porque lo tendremos que definir nuevamente… Calculo que nos va a llegar de nuevo. Habrá que resolverlo. Lo que la Corte le dijo al juez fue que fije un plazo razonable”, desliza.
Cuando se le pregunta por la creación del Ministerio de Seguridad, Zaffaroni hace gala de su experiencia como estudioso de la criminalística: manifiesta estar completamente de acuerdo con la medida y luego se explaya en una larga argumentación sobre la puja entre los modelos del Estado Gendarme y del Estado Social de Derechos. “No hay elección en el mundo en que no se juegue este tema. Es una cuestión política central”, señala. Zaffaroni advierte sobre el riesgo de que se imponga el Estado Gendarme, que busca generalizar la noción de “ciudadano-víctima”, aprovechándose de una “criminología mediática” que se basa en los prejuicios y el pensamiento mágico. Zaffaroni también advierte sobre otro de los riesgos que implica el Estado Gendarme: el discurso xenófobo, que lleva en sí mismo “el huevo de la serpiente”. “El grave riesgo del Estado Gendarme es que se trata de un Estado que crea enemigos. Y al crear enemigos, pone semillas de lo que puede llegar a ser un genocidio”, subraya.

–Hay dos modelos de seguridad que los medios están empezando a elogiar, con la intención de que sean tomados como un ejemplo a imitar en la Argentina. Uno de ellos es Río de Janeiro, con la militarización de las favelas. ¿Qué opina?
–Algunas favelas directamente estaban fuera de todo control policial, urbano y político. Hasta ahora se trata de una medida un poco experimental. Es puntualmente ocupar una favela, instalarle la institucionalidad política; es decir, sacar a los jefes narco. Colocar la autoridad política, puestos sanitarios, la escuela. Nosotros no tenemos zonas fuera de todo control, por lo que no se necesita hacer una ocupación de ese tipo.
–¿Pero el envío de la Gendarmería al Conurbano no es una ocupación?
–El envío de la Gendarmería al Conurbano es puntual. No es que remplaza ni saca a la policía del Conurbano. En algunos momentos sí hay que tomar algunas medidas cautelares para evitar que los conflictos lleguen a mayores. Y esas medidas no se pueden dejar en manos de fuerzas que están sospechadas.
–¿Qué lecciones tiene que sacar el poder político de lo que pasó en el Parque Indoamericano, donde hubo tres muertos?
–La primera lección que tiene que sacar es mejorar todo su sistema de información. Todo lo que pasó no se generó en un día. Movilizar esa cantidad de gente requirió tiempo, requirió que hubiera muchas personas informadas de que eso estaba ocurriendo. No hubo ninguna medida que lo previniese, porque faltó información preventiva. En segundo término, la enseñanza que se tiene que sacar es que tenemos que tomarnos en serio la reestructuración de las fuerzas de seguridad. En la Argentina tenemos estructuras policiales que provienen del siglo XIX.
–¿Por qué?
–Porque tenemos una policía de ocupación territorial. Tenemos el modelo policial borbónico. No tenemos policía comunitaria.
–¿En qué consiste la policía comunitaria?
–En una policía que primero no esté centralizada. Y ojo con este tema porque hay una política que se baja desde los Estados Unidos que nos dice: “tengan policías centralizadas”. Esa política se corresponde con la idea que tienen algunos think tanks, que en la década de 1990 instalaron un equivalente de la Escuela de las Américas para policías en Santiago de Chile (NdR: se refiere al Centro Interamericano de Políticas Públicas del Manhattan Institute, impulsado por el creador de la “tolerancia cero”, William Bratton, e instalado en Santiago de Chile). El objetivo de esa política que baja de los Estados Unidos es tener policías verticalizadas, si es posible tener algo equivalente a la Escuela de las Américas para, de esa forma, poder instruir a las cúpulas policiales de América Latina. Y eso es lo peor que podemos hacer. Por el contrario, lo que mejor podemos hacer es imitar a los Estados Unidos, porque allí tienen 2000 fuerzas policiales distintas. En los Estados Unidos tienen policías de condado, policías provinciales, policías federales. La policía comunitaria es un perfeccionamiento de lo que son las policías municipales de los Estados Unidos, donde la policía depende de la autoridad local. En nuestra realidad, el jefe de la policía sería el intendente.
–A partir del Parque Indoamericano hubo una reacción de la política que, para explicar el conflicto, puso el acento en la inmigración. ¿Qué opina?
–El discurso de Macri, concretamente, para darle un nombre y apellido, me parece un discurso detestable. Sinceramente. Hay límites éticos en política que no se deben romper. Uno puede ser de izquierda, de derecha, de centro, de arriba, de abajo, pero hay un límite ético. Y el límite ético es que no se pueden decir palabras que puedan causar muertos.
–¿Macri dijo palabras que pueden causar muertos?
–Sin duda. No me cabe la menor duda. Eso es lo que me lleva a decir que realmente es un discurso penoso. Lo bueno es que ese discurso no fue seguido por toda la oposición. Eso es muy importante. Significa que estamos aprendiendo que hay algunos límites. Pero, naturalmente, se trata de un discurso que sí puede llevar a ganar votos. Hitler ganó muchos votos. Qué duda cabe. Muchos genocidas ganaron votos. Yo no digo que él llegue a ser un genocida, pero esto es el huevo de la serpiente, con argumentos que son absolutamente falsos, y cualquiera que disponga de números lo sabe.
–¿Por ejemplo qué números?
–No estamos teniendo olas de inmigrantes. Desde la crisis de 2001, prácticamente la inmigración de países vecinos ha bajado al mínimo. Las olas de inmigrantes las hemos tenido en la década de 1990. No es cierto que haya sobrerrepresentación de extranjeros en nuestras cárceles. No es cierto que haya sobrerrepresentación de extranjeros en nuestras sentencias condenatorias. Los chorros, los asesinos y los delincuentes son nuestros. Seamos bien nacionalistas en eso. De modo que lo que el señor Macri está diciendo es falso. Es falso y es muy grave. Incentivar la xenofobia en este momento y contra grupos indefensos, y fundamentalmente contra grupos de bolivianos, es algo que me conmueve.
–Las fuerzas de seguridad tienen una historia muy oscura: venimos de 2001 con ocho muertos en la Plaza de Mayo, 20 en todo el país, Kosteki y Santillán. Pero por otra parte empieza a desarrollarse algo así como una técnica de la acción que genera conmoción y que es amplificada por los medios: como el corte del tren Roca un día antes de Navidad. ¿El discurso progresista de no criminalizar la protesta social necesita una actualización?
–El discurso de no criminalizar la protesta social no es un discurso progresista. Es un discurso de legítima defensa de todo Estado y de todo gobierno más o menos progresista.
–¿Por qué legítima defensa?
–Porque criminalizar la protesta social o, mejor dicho, reprimir la protesta social es directamente una trampa. Se lo hace para que en la represión haya unos cuántos muertos. Y que eso provoque Kosteki y Santillán, y que con eso se tenga que ir Duhalde, que eso provoque los muertos de la Plaza de Mayo, y que con eso se termine de voltear a De la Rúa… Hoy los golpes de Estado los dan las fuerzas de seguridad, no los dan los ejércitos. No son golpes de Estado tradicionales, son golpes de Estado desestabilizadores. Con los ejemplos que damos, no creo que tengamos que ir a pensar en Ecuador... Entre una coalición de medios masivos de gran difusión, un sector policial disconforme (porque no necesita ser toda una fuerza), generalmente por razones no muy confesables, y algún segmento político interesado en desestabilizar, sí pueden dar un golpe de Estado. Tranquilamente. Pero esto que digo no es ninguna novedad. En América Latina hace ya quince años que lo voltearon a Nilo Batista en Río de Janeiro: lo volteó una organización de esta naturaleza, con combinación de la Red Globo. ¿Por qué? Porque no había querido eximir a la Red Globo de algunos impuestos estatales (NdR: Nilo Batista fue gobernador del estado de Río de Janeiro entre abril de 1994 y enero de 1995). 

TIEMPO ARGENTINO

domingo, 16 de enero de 2011

Matar al líder

Por Santiago O’Donnell
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El atentado contra la congresista Gabrielle Giffords (foto) en Arizona pegó fuerte en Estados Unidos. No tanto porque murieron seis personas. Eso ya no sorprende en el país norteamericano, como tampoco sorprenden las guerras interminables, los asesinos seriales, los sobres bomba o los ex empleados de oficinas federales que abren fuego a mansalva en edificios públicos. Todas esas formas de violencia ocurren cada tanto en Estados Unidos, mucho más que en cualquier otro país del mundo. Parece mucho, pero ya están acostumbrados.
En cambio el magnicidio es otra cosa. O en este caso, el magnicidio fallido que dejó malherida a la diputada Giffords. Si se me permite, como para que se entienda: para la sensibilidad de los estadounidenses el magnicidio es comparable con lo que sentimos los argentinos ante la de- saparición de una persona. Porque ya lo vivimos, ya lo consentimos como sociedad hasta que un día hicimos una especie de nunca más. Pero el fantasma sigue rondando, porque el proceso de extirpar la raíz del mal y curar la heridas es lento y no termina. Hasta que un día el monstruo reaparece. Entonces el cuerpo social reacciona con rituales cargados de emoción, proclama que los tiempos han cambiado y que no habrá vuelta atrás, pero no puede exorcizar la sensación de que esos tiempos no han cambiado lo suficiente.
Todo eso pasó el martes en el homenaje a Giffords y las víctimas de atentado que encabezó Obama en Tucson. La gente lloraba y aplaudía de pie en vivo por casi todos los canales de televisión. Todos eran Giffords. El país no vivía un momento así desde que Bush juró venganza parado sobre los escombros de las Torres Gemelas, con un bombero como único escolta, aquel trágico 11-S del 2001.
La tradición magnicida en Estados Unidos se remonta a los tiempos de Abraham Lincoln e incluye a cinco presidentes. En los sesenta y setenta el asesinato de líderes políticos y sociales se había convertido en moneda corriente. JFK, Robert Kennedy, Martin Luther King, John Lennon, George Wallace (zafó de morir, quedó paralítico), Harvey Milk, Malcolm X, seguramente algunos más que escapan a la memoria. Los nombres se suceden hasta llegar al intento de asesinato de Ronald Reagan en 1981, que el entonces presidente sobrevive con la gracia del actor de Hollywood que llevaba adentro. Después, nada.
Pasaron casi 30 años sin magnicidios. Hasta la semana pasada, cuando casi matan a Giffords, una congresista de Arizona relativamente desconocida fuera de su estado. Baleada en la cabeza a quemarropa por un loquito que se había enojado porque semanas atrás ella se había negado a contestarle una pregunta incoherente durante un acto de campaña.
En el atentado contra Reagan había muerto su secretario de prensa Jim Brady. Al poco tiempo la esposa de Brady, Sarah, se convirtió en la principal portavoz y lobbista en favor de controlar el derecho a portar armas. Los republicanos siempre habían sido renuentes a limitar su uso, derecho que garantiza la famosa segunda enmienda de la Constitución de Estados Unidos. Pero el paciente trabajo de la viuda de uno de los suyos pudo más y once años más tarde, durante la presidencia de Clinton, el Congreso sancionó la llamada ley Brady con apoyo bipartidista.
La ley Brady imponía por primera vez controles a nivel nacional para la compra de armas automáticas. Más importante, visibilizó la cara, la historia y el discurso de Sarah Brady y los contrapuso al héroe épico que representaba el actor Charlton Heston, por entonces presidente y portavoz de la poderosa Asociación Nacional del Rifle.
En las elecciones de noviembre los candidatos de la línea Tea Party hicieron campaña en contra de la ley Brady, algo que no había ocurrido nunca desde su aprobación. Les salió muy bien. En las primarias el movimiento libertario ultraderechista tomó por asalto al Partido Republicano. En las legislativas puso dos pies en el Congreso. El rival que Giffords había derrotado en las legislativas hizo campaña mostrándose con un rifle de asalto M16.
En los años sesenta muchos estadounidenses exhibían sus fierros sin ningún pudor, hasta que la práctica fue ilegalizada. Las míticas Panteras Negras protestaban sentados en las escaleras de los edificios municipales con pistolas en sus cinturas y escopetas en sus regazos. Las pickups de los cowboys siempre tenían un rifle colgado en la cabina. Hasta los hippies de Grateful Dead se fotografiaron con sus fierros en la emblemática esquina de Height and Ashbury, San Francisco, durante el Verano del Amor.
Ahora, recién ahora, los estadounidenses sienten que fueron demasiado lejos. Demasiado miedo al terrorismo, odio a los inmigrantes, inseguridad económica, racismo anti-Obama, fudamentalismo cristiano, guerra en Asia y en el Golfo. Too much. Un clima de violencia que los llevó a romper el último tabú, el último dique que los hacía sentirse parte de una sociedad civilizada.
Hizo falta que un loquito baleara a una diputada. Matar al líder, de eso se trata. Desnudar su fragilidad para poner en juicio lo que representa. Romper con el mito hollywoodense de que el poder premia a los héroes y mata a los débiles. Bajar al protagonista en la mitad de la película.
Es lo que hizo Jared Lee Laughner, el joven de 22 años que atentó contra Giffords. Laughner estaba convencido de que el gobierno intentaba controlar a la población a través de la gramática, como en el 1984 de Orwell, uno de sus libros preferidos. Tenía todos los síntomas de un esquizofrénico paranoide. Pero había algo más. Muchísimas personas que padecen enfermedades mentales no hacen lo que hizo él, y cosas como las que hizo él casi siempre pasan en Estados Unidos y no en otro país. Laughner, amén de sus particularidades, se formó en un tiempo y un lugar.
Como escribió George Packer en el New Yorker, no es que los Tea Party ordenaran el asesinato de Giffords. Más bien crearon un clima de crispación y violencia que puede ser interpretado por algunos loquitos como una luz verde, como una señal para matar a quienes los Tea Party marcan como enemigos.
Los magnicidios en Estados Unidos no son crímenes estrictamente políticos. Los asesinos no son militantes, no están encuadrados ni responden a estructuras orgánicas con proyectos de toma de poder. Giffords no era ni por asomo la principal enemiga de los Tea Party, pero Giffords había sido señalada con nombre y apellido como una de las candidatas a derrotar, cueste lo que cueste. Marcada por boca de la líder del movimiento, la cazadora antisemita Sarah Palin.
Las palabras no matan, dicen los republicanos. Un loquito hizo lo que hizo y ahora los demócratas buscan sacarle rédito político porque les tocó en suerte haber recibido el ataque.
Pero las palabras dañan y pueden matar. En uno de los fallos más citados de la jurisprudencia estadounidense, Schenk vs. United States (1919), la Corte Suprema limitó la libertad de expresión con el argumento de que si alguien grita ¡fuego! ¡fuego! en un teatro lleno se produciría una estampida y alguien se podría lastimar. Con ese argumento se han escrito leyes castigando el lenguaje racista después del Holocausto.
El atentado contra Giffords había pegado fuerte y hacía falta un exorcismo. Un cambio, algo que los hiciera sentir que la masacre no había sido en vano. Hacía falta un héroe y apareció Daniel Hernández, el secretario de Giffords. Candidato ideal, latino y abiertamente gay, para que les duela más a los Tea Party.
Hernández sostuvo a Giffords en sus brazos y tapó el agujero de la bala con una mano para evitar que la diputada se desangrara, mientras con su otra mano apretaba fuerte la de Giffords. El miércoles todo el país se emocionó con él, con su discurso al borde de la falsa modestia.
Hacía falta un héroe pero también una causa. Los medios se ocuparon de eso. Llenaron miles de páginas y pantallas con el debate sobre el lenguaje violento de los Tea Party. Y otras miles con el debate sobre la vigencia del derecho a portar armas. Y se habló de las víctimas fatales, del juez, de la niñita de nueve años que se había interesado en política y quería conocer a su congresista, del abuelo de 75 que escudó con su cuerpo al amor de su adolescencia, con quien se había reencontrado recientemente después de medio siglo de vidas separadas. Y el Capitolio se llenó de proyectos para mejorar la seguridad de los congresistas.
Y habló Obama, y habló la gobernadora de Arizona, y volvió a hablar el héroe latino y gay. Y todos aplaudieron emocionados y se juramentaron que nunca más. Como si fuera posible ahuyentar la espiral de violencia descontrolada que sacude a Estados Unidos, envolviendo palabras, gestos y acciones en un mismo huracán.
Página12

sábado, 15 de enero de 2011


Balas y palabras

Por Luis Bruschtein
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El lockout de la Mesa de Enlace aparece desligado del reclamo gremial. El mensaje que emitieron esta semana las entidades agropecuarias es que no van a negociar nada, que quieren otra política agropecuaria y que se vaya el gobierno kirchnerista en general y Moreno en particular. Quieren otro gobierno y otra política.
Cuando fue el conflicto de la 125, los sectores rurales medianos y pequeños habían votado por el kirchnerismo y viraban a una oposición rabiosa que estaba expresada por las patronales del campo. Ahora –algo muy argentino– pareciera que la situación es otra vez al revés: las patronales del campo mantienen una intransigencia furibunda, pero en las provincias de Buenos Aires, Córdoba y Santa Fe, que acompañaron con más fuerza el conflicto anterior, Cristina Fernández mide muy por encima de cualquier otro candidato en las encuestas y ya no se trata del rebote por la muerte de Néstor Kirchner. De alguna manera, la muerte del ex presidente no sólo tuvo un efecto emotivo, sino que al mismo tiempo disparó un fenómeno de revaloración de la gestión.
En el caso de los productores agropecuarios también se debe a que, pese a los oscuros augurios que se autoprofetizaban durante el conflicto, están ahora mucho más prósperos que en aquel momento. Desde que perdió esa pelea, el Gobierno aprendió la lección y fue tomando medidas que beneficiaron directamente a los productores pequeños y medianos. Y los tamberos, que era el sector que más podía mostrar una situación difícil real, se han incorporado ahora a la ola de prosperidad general que beneficia al campo argentino.
Esta Mesa de Enlace no es la misma que la del conflicto. Está menos homogénea. Por un extremo se ha diferenciado la Sociedad Rural y su titular Hugo Biolcati. Por el otro, la Federación Agraria, con Eduardo Buzzi. Sus quejas no tienen la misma convicción porque nadie puede creer ya en un campo victimizado. La Mesa en sí es menos creíble y juega más a la política que a lo gremial.
Desde el otro lado, el Gobierno se cuida mucho de confrontarlos en bloque y se esfuerza por diferenciar las posiciones en cada entidad. Ninguno de ellos estará de su lado, pero trata de no galvanizar con un declaracionismo duro las diferencias que tienen entre sí y crear así las condiciones para que formen otra vez un bloque opositor compacto conducido por la Rural, como fue en el 2008.
Comienza un año electoral y en el dispositivo de la oposición se encuadra una Mesa de Enlace que debuta en la campaña con un paro en la comercialización de granos. El intento es incidir como lo hizo abiertamente en las elecciones de medio término del 28 de junio del 2009 aunque su discurso de confrontación ya no sea tan representativo como durante el conflicto.
La puja por la 125 fue también un laboratorio cultural. Hubo una intervención corporativa de los grandes medios que presentó a los productores como las víctimas de un Estado injusto y autoritario, instalando categorías como “el campo” o “la guerra gaucha”, haciendo una mezcla con los orígenes de la patria, el trabajo esforzado, el hombre sencillo, de palabra honrada y sin doblez. Como durante la guerra de Malvinas, recrearon un paradigma que está latente en el discurso escolar. Hubo un trabajo en la mayoría de los medios corporativos o sistémicos especialmente enfocado en resaltar esos paradigmas más allá del contenido del conflicto. El sujeto victimizado, esforzado y leal, eran las patronales rurales.
Sobre este contexto, el accionar, pero sobre todo el lenguaje ferozmente descalificador y violento de los ruralistas era presentado como el grito desesperado de una protesta legítima. El insulto, el anatema, aparecían como el grito heroico de una batalla que se presentaba como desigual. Tan desigual era que la perdió el Estado. El conflicto señaló la irrupción de un nuevo sujeto que disputaba espacio en el bloque hegemónico. El poderoso dispositivo agroindustrial (“el sector más débil” como dirían equívocamente periodistas “independientes”) surgido en pocos años a la sombra de la soja, el tipo de cambio favorable y la gran performance de las commodities en los mercados internacionales, aparecía en el escenario.
Del lado oficial también hubo exabruptos. La diferencia fue que mientras los insultos y las groserías de las patronales rurales eran recibidos como “chistosos”, los discursos duros del oficialismo eran usados para reforzar la imagen de autoritarismo e ignorancia que construía la corporación mediática sobre el Gobierno.
No se trata de justificar nada. Pero a los grandes medios les gusta repetir las imágenes del ex presidente Néstor Kirchner durante su discurso en el acto de Congreso o la frase de la presidenta Cristina Fernández que calificó de “yuyito” a la soja. Desde el otro lado, lo que se escuchaba como algo natural y gracioso, eran calificativos como: “ladrones”, “yegua”, “ignorantes”, “mentirosos”, “canallas”, “pendencieros”. Uno de los oradores del acto de los ruralistas en Palermo, al que asistió toda la oposición, desde la derecha hasta sectores de la izquierda, equiparó a los simpatizantes del oficialismo con los animales del zoológico.
La sensación en la sociedad quedó expresada poco después cuando con ironía, y un poco de rabia, algunos oficialistas empezaron a definirse a sí mismos como la “mierda oficialista”. A nadie en la oposición se le hubiera ocurrido algo similar porque el nivel de violencia verbal estaba totalmente desbalanceado en la interpretación de la realidad que hacían los grandes medios y sus asociados.
Un conflicto se puede ganar o perder en democracia. Obviamente que los resultados son importantes pero no se trata de vida o muerte. La lacra más perjudicial que dejó esa confrontación fue la naturalización de un discurso altamente violento y descalificador en la política. Cualquiera puede acusar a cualquiera de narcotraficante o ladrón, de dictador o corrupto. Cuando se hace una denuncia en la Justicia se requieren pruebas. Y también el buen periodismo de denuncia se hace con investigación y pruebas y no con rumores ni prejuicios. Pero esa convalidación está dada por el sentido común mediático que muestra como “valentía” lo que en realidad es oportunismo o irresponsabilidad.
El nivel de violencia en el discurso político se ha convertido en un tema central del drama que sufren en los Estados Unidos por las periódicas masacres. El reciente asesinato de seis personas en Arizona, donde resultó gravemente herida la congresista demócrata Gabrielle Giffords puso ese debate en el centro de la atención. La ex gobernadora de Alaska y ex candidata a la vicepresidencia por el Partido Republicano, Sarah Palin, tiene un discurso altamente violento y le gusta usar metáforas en política relacionadas con la caza y con los viejos pioneros –un equivalente gauchesco– que colonizaron su país. Incluso fue filmada y colgó de su página en Internet un video que la mostraba cuando mataba un alce con un tiro de fusil. La cámara seguía al animal a través de la mira telescópica que marcaba a la víctima con una cruz. El disparo se escuchaba al tiempo que surgía una mancha de sangre en el animal que se desplomaba. Palin es uno de los principales referentes del llamado Tea Party que, de una manera todavía bastante inorgánica, expresa a los sectores republicanos más conservadores y cuyos candidatos consiguieron éxitos importantes en las últimas elecciones legislativas.
En su página de Internet, la dirigente derechista había publicado un mapa de los Estados Unidos donde estaban señalados los dirigentes que los conservadores debían desplazar. Cada uno de ellos estaba marcado con un blanco de tiro. Y uno de los blancos señalaba a la baleada Giffords. La elección de los blancos en las múltiples y periódicas masacres en los Estados Unidos es bastante arbitraria, pero cuando han sido políticos o figuras relacionadas con la política, la gran mayoría –Malcolm X, Luther King, los Kennedy, John Lennon, etc.—, han sido progresistas. Y lo más extraño de todo es que los asesinos que presentan al público siempre son desequilibrados. Los terroristas son todos islámicos o de izquierda. Pero los que matan a los progresistas o de izquierda en Estados Unidos no son terroristas ni de derecha, son “desequilibrados”. Un verdadero misterio de la naturaleza.
Argentina tuvo experiencias todavía más duras cuando el discurso político se llenó de violencia como entre peronistas y antiperonistas, con dictaduras militares y guerrillas. Es mentira cuando se dice que hablar no cuesta nada. Las palabras impactan como proyectiles en la conducta de las personas. Por eso habría que desmantelar el arsenal violento que quedó de la falsa “guerra gaucha”, aunque es probable que muchas de esas armas vuelvan a ser usadas en un año electoral.
Página12

miércoles, 12 de enero de 2011

MARIA ELENA WALSH

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martes, 11 de enero de 2011

Un informe tranquiliza y otro preocupa

Un informe dio detalles de los avances. En otro, se difundieron los problemas que vieron los científicos en una inspección a la planta.

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La planta de la ex Botnia, en Fray Bentos, objeto de un plan de control ambiental.
La Cancillería argentina finalmente dio a conocer ayer el informe sobre las acciones que se están implementando para poner en marcha el plan de control ambiental a la pastera UPM (ex Botnia) y a la desembocadura del río Gualeguaychú acordado con Uruguay luego del fallo de La Haya. El documento detalla cronológicamente los avances en el proceso y enumera las decisiones que adoptó la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) para la compra de equipamiento, la contratación de técnicos para realizar las mediciones y la coordinación entre ambas delegaciones para cumplir con los monitoreos. Al mismo tiempo, la cartera que conduce Héctor Timerman publicó también el informe negativo que la delegación argentina presentó en octubre, luego de una inspección ocular de los científicos a UPM, adelantado en exclusiva por Página/12. Allí se cuestiona en duros términos el tratamiento de los efluentes que la ex Botnia está vertiendo al río Uruguay, y destaca que la empresa está realizando procedimientos “prohibidos” por la propia normativa uruguaya.
El informe publicado ayer resume los aspectos formales del proceso iniciado el 2 de septiembre pasado –fecha de la constitución del comité binacional– hasta el último día de 2010 en torno de lo que ambas delegaciones acordaron para empezar a monitorear la fábrica. Se detalla, además, el devenir de las negociaciones entre ambos países que culminaron cuando Timerman y su par oriental, Luis Almagro, rubricaron el 14 de noviembre el acuerdo definitivo, tras una reunión de diez horas. El texto también establece que el próximo 2 de febrero será la fecha límite para la presentación de un plan integral de control que abarque toda la cuenca en el tramo compartido por ambos países, fruto del pacto firmado en junio por Cristina Kirchner y José Mujica en la Estancia Anchorena.
En su parte resolutiva, el documento, que no fue bien recibido por los asambleístas de Gualeguaychú (ver recuadro), plantea los objetivos a los que se abocó la CARU durante estos meses. Se incluyó la aprobación para la compra de equipos especiales para las mediciones de contaminación y también se acordó construir en la ciudad oriental de Paysandú “un Centro de Gestión” desde donde se analizará la información que llegue desde los sensores y las boyas estratégicamente ubicados. Además, se decidió la construcción en cercanías del paso fronterizo de un laboratorio que apuntale las tareas de muestreo en la pastera y en la desembocadura del río Gualeguaychú. Según se informó, los científicos se contactarán a través de videoconferencias, y el cuidado del equipamiento dependerá de las fuerzas de seguridad de ambos países.
Pero lo que más conmocionó a los ambientalistas fue la difusión del informe negativo que la delegación argentina de la CARU realizó luego de la inspección ocular de los científicos en la planta, el pasado 6 de octubre. Con la firma del embajador Hernán Orduna –presidente de la delegación local– se manifestó una “profunda preocupación” frente a la “grave constatación” de que UPM está diluyendo los efluentes que vierte al río, “lo que se encuentra terminantemente prohibido por la propia normativa uruguaya”, se aclara. La denuncia, que fue presentada el 24 de noviembre y anticipada por Página/12, da cuenta además de que la empresa “ha expresado la intención de tratar de forma conjunta sus efluentes industriales con los efluentes cloacales de la ciudad de Fray Bentos, lo que se encuentra expresamente desaconsejado por la Dinama”. En las recomendaciones, Argentina le exige a Uruguay que tome medidas para que “cesen de inmediato las actividades de dilución”, así como también que desista de tratar sus desechos junto con los cloacales. Hasta el momento, se desconoce si la pastera modificó sus procedimientos, pero se sabe que el documento fue clave para destrabar la negociación.
Informe: Gabriel Morini.
Página12

lunes, 10 de enero de 2011

SARA MAMANI, CANTANTE, COMPOSITORA Y MILITANTE POR LOS DERECHOS HUMANOS

El corazón mirando al Norte

Es profesora de filosofía, pero no ejerce. Su música y su prédica tienen, sin embargo, profundas implicancias filosóficas. Con nuevo CD bajo el brazo, Warmi (“mujer” en quichua), se define como una “gotita de agua en un mar de fortaleza, de pasiones y de resistencia”.

Por Cristian Vitale
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Sara Mamani es salteña y está radicada en Buenos Aires.
Sara Mamani es profesora de filosofía. Se recibió en la Universidad Nacional de Salta cuando volvía la democracia (1983). Es, también, miembro activo del Servicio de Paz y Justicia que preside Pérez Esquivel, miembro y tesorera del Foro Argentino de Compositoras. Y una militante pertinaz del derecho a vivir en paz de los sometidos. En eso anduvo, cuando anduvo por Chiapas. Y en eso anduvo, también, cuando visibilizó el arte de las gentes de Iruya y Santa Victoria –esos bellos pueblitos de la prepuna salteña– mediante un sustancial trabajo de investigación. Sara Mamani es una cruzada entre “La Linda” y Buenos Aires, que alguna vez conmovió en Cosquín: cuando cantó “La Pomeña” con la delegación de su provincia (1970) o, mucho más acá, cuando le tocó homenajear al Cuchi Leguizamón, su maestro, junto a La Negra Chagra y Luis Leguizamón. Sara Mamani es, en suma, una mujer-músico excepcional que acaba de editar el cuarto disco de su carrera (Warmi) para, desde tal base, definirse como una “gotita de agua en un mar de fortaleza, de pasiones y de resistencia”. “Teresa me dedica la Warmi, sí, pero en realidad habla de la mujer americana. Y lo expresa exquisitamente: guerrera, apasionada, obrera, campesina, bendita y humana... yo soy una gotita en ese mar”, dice ella, de descanso en su terruño, sobre la canción de Teresa Parodi que da nombre al disco y lo enmarca en una razón suficiente: la mujer. “Warmi quiere decir mujer en quichua, y hacía tiempo que quería hacer un disco con marcada presencia femenina. Me complace ver los avances que se han hecho en el tema de género. He participado de tres encuentros en distintas ciudades de México que se llamaron ‘Mujeres indígenas en el arte. Tejedoras de sueños y realidades’, una experiencia inolvidable que ha motivado el disco”.
–Usted ha pasado por diferentes estados estéticos en sus 40 años de música. ¿En cuál la encuentra este disco?
–En una etapa en la que deseo el sonido del acordeón, en que quiero interpretar temas de manera austera, sin mucha instrumentación. Por eso utilicé los mismos instrumentos que me acompañaron en mi etapa solista: el piano, violín y acordeón, pero separándolos.
Una austeridad instrumental que, sin embargo, no impide a la Mamani desplegar el rasposo, profundo y ancestral timbre de su voz por géneros que no sólo anclan en los cerros salteños. Excepto la canción de Teresa y una recopilación de Leda Valladares (“Vidala de Carnaval”), la compositora, charanguista, guitarrista y cultora del ronroco es la dueña de todas las piezas y no sólo de las que habilita su impronta (huaynos, taquiraris o bailecitos), sino también otras que hablan de un corrimiento geográfico que la deposita –y bien– en rasguidos dobles, chacareras y tonadas. “Siempre me ha acompañado la música del litoral, y las tonadas me gustan mucho. Tenía estas canciones desde hace tiempo (“Y los ríos cantan”, “Tonadita del amor”, “Sin remedio”), y pensé que era el momento de mostrarlas. También de reencontrarme con otras canciones como ‘Mi fuerza’, que es una especie de manifiesto de lo que pienso, canto, siento, sufro, espero”, define.
–Espera que la venga a buscar el diablo de febrero y la lleve a bagualear con Celestino Meriles, como expresa en “Animaná”, el huayno que abre el disco. Hay una canción de Spinetta, “Niño condenado” (Invisible), que también nombra a ese diablo. ¿También condena? ¿También está en la ciudad?
–(Risas.) No sé. El que yo evoco es el Carnaval, el misterio, lo dionisíaco, la interrupción de la vida cotidiana para la fiesta, el baile, el canto, la desmesura... Son días de ruptura, perfumados de albahaca, con mi sombrero salpicado de papel picado y harina, son las rondas interminables de copleros y copleras “filosofando” en cada copla... es Tilcara, es Cachi. Es eso.
–Y las noches de San Lorenzo, tal vez, el bailecito en el que evoca a los Tucu-Tucu “jugueteando por las ramas”. ¿Imagen de su infancia?
–De mi adolescencia. Los asados, las guitarreadas y las charlas interminables con amigos que viven allí y que fueron dejando la ciudad por algo más “tranquilo”..., me sonrío porque Salta para mí sigue siendo tranquila, todavía rige la siesta... Pero San Lorenzo cautiva, y para estas épocas ya empiezo a escuchar cantos con caja a lo lejos. Me habla del Carnaval, de los Tucu-Tucu. Me era necesario hacerle una canción. Anoche estuve en San Lorenzo, llovía.
–Y no estaba Cuchi Leguizamón. ¿Cómo lo recuerda? Fue él quien la introdujo en los primeros secretos del canto.
–Lo conocí personalmente al finalizar un concurso del que yo participaba para elegir a los representantes de la provincia en Cosquín. El Cuchi se me acercó, me felicitó y me propuso tomar clases de canto con él. Acepté ¿qué más podía desear? Ya conocía algunas de sus composiciones, pero nunca había pensado tenerlo tan cerca. Durante un par de años aproximadamente fui una o dos veces a la semana a su casa de la calle Balcarce. Era un asombro permanente para mí. Tenía 16 años. Me acompañaba mi mamá... Cuchi era muy expresivo, gesticulaba mucho, hablaba vehementemente. Un universo se abrió a mí. Otro asombro más me llegó de su mano: llego un día a tomar mi clase y mientras esperaba escucho cantar “El violín de Becho” en la versión inigualable del Dúo Salteño. Desde ese día Patricio y el Chacho también han sido guías, señales de futuro, otro universo bellísimo... la bohemia salteña interminable que tanto atesoro.
–¿Y qué pasó cuando vino a vivir a Buenos Aires? ¿Padeció el contraste?
–He aprendido a querer Buenos Aires, a sentirla como uno de mis lugares en el mundo. Me costó acostumbrarme, sí, son códigos diferentes..., pero no me hizo mal, me hizo bien porque logré de- sarrollar mi música, mostrarla, y conocer nuevos y definitivos amigos y amigas. Es una ciudad fuerte, a veces dura, pero “tiene un río, que lo acuna, que lo besa, si no fuera así ay qué gran tristeza”, ¿no? Estoy agradecida a Buenos Aires. Amo mi barrio de Caballito, el subte A... Allá también festejo a la Pachamama.
Sara cuenta que nunca ejerció como profesora de filosofía, pero que algo de ella anidó en su música. Por ejemplo, el escudo de la universidad que eterniza una de las máximas de Manuel Castilla (“Mi sabiduría viene de esta tierra”) o una profesora de lógica que la saludaba en los pasillos diciendo: “El cantar tiene sentido, entendimiento y razón”. “Era parte de la letra del Polo Margariteño que yo cantaba por entonces. Todo esto tiene profundo significado filosófico. Cuando terminé la carrera me di cuenta de que iba a tener que invertir mucho tiempo si quería ser una buena docente, o dedicarme a la investigación. No dudé: la elección era la música, me eligió, la elegí... acaso un misterio. Igual, la filosofía es una herramienta de conocimiento, hace que pueda pensar en una ética y en una estética en mi vida personal y musical, me torna indagadora, me gustan más las preguntas que las respuestas, “la buena pronunciación y el instrumento al oído”, como decía el Polo.
–¿Cómo fue su experiencia en Chiapas?
–Fui por primera vez antes del zapatismo, representando al Servicio Paz y Justicia en un encuentro de Cultura de Paz. Y pude ver qué paz había: indígenas invitados al encuentro pero que no hablaban español y nosotros, “los que hablábamos en el panel”, no sabíamos que no nos entendían, pero nosotros tampoco sabíamos su idioma. Una forma de la opresión, de la violencia. Busqué comunicarme con traductores de su propia comunidad, porque los menos hablaban español. Digo: me siento como pez en el agua cuando estoy con los originarios, con las mujeres indígenas, con ellos, con ellas, hombres y mujeres de maíz.
Página12

VUELVE LA ALARMA




Botnia: Argentina expresó su "profunda preocupación"


10-01-11 /  La delegación nacional manifestó su inquietud "frente a la grave constatación de que la planta de UPM-Botnia está utilizando el método de la dilución en el sistema de tratamiento de sus efluentes". Solicitaron que se suspendan de inmediato estas actividades.


La delegación argentina expresó su "profunda preocupación" ante la Comisión Administradora del Río Uruguay (CARU) al constatar que la pastera UPM (ex Botnia) utiliza "el método de la dilución en el sistema de tratamiento de sus efluentes", según se supo hoy.

De acuerdo con una nota que ingresó el 24 de noviembre del año pasado a la CARU, la delegación nacional manifestó "su profunda preocupación frente a la grave constatación de que la planta de UPM-Botnia está utilizando el método de la dilución en el sistema de tratamiento de sus efluentes".

La información se conoció este lunes, después de que la Cancillería divulgara el Primer Informe sobre los Planes de Monitoreo y Acciones de la Argentina ante la CARU.

De igual modo, el país "formuló su preocupación por la intención expresada por UPM-Botnia de tratar en forma conjunta sus efluentes industriales con los efluentes cloacales" de la localidad uruguaya de Fray Bentos.

En la nota, la Argentina solicitó que cesen de inmediato las actividades de dilución y que se deje sin efecto todo proyecto destinado a tratar efluentes industriales en conjunto con los efluentes cloacales.
El argentino

sábado, 1 de enero de 2011

Apuntes para la militancia II

Publicado el 26 de Diciembre de 2010

1) Una de las primeras lecciones en materia de conducción política que Juan Domingo Perón le ofrecía a quien quisiera escucharlo es que el primer deber de un líder es determinar quién es el enemigo. Porque recién a partir de allí se puede construir una táctica y una estrategia propia para alcanzar los objetivos. Incluso intentó explicárselo sin éxito, claro, a Fernando Pino Solanas en esa larga entrevista filmada que tuvieron en Madrid. Allí, Perón, citando a Mao, dijo: “Lo primero que el hombre ha de discernir cuando conduce es establecer, claramente, cuáles son sus amigos y cuáles sus enemigos, y dedicarse después, esto ya no lo dice Mao, lo digo yo: al amigo, todo, al enemigo ni justicia. Porque en esto no se puede tener dualidades. Todo el que lucha por la misma causa que nosotros es un compañero de lucha, piense como piense.”
Si hay algo bueno que tuvo poder escuchar las palabras que pronunció  Jorge Rafael Videla fue que permitió a los argentinos volver a encontrarse con un discurso desnudo, brutal, poco sofisticado, antidemocrático y que restauró la lógica amigo-enemigo en términos ideológicos pasados de moda –el kirchnerismo también coqueteó a veces con esta lógica pero con categorías bastante más modernas y ya no en el marco de un mundo bipolar y de la Doctrina de Seguridad Nacional como en los ’70. No tuvo dudas siquiera el ahora condenado a cadena perpetua en decir la tontera de que el gobierno kirchnerista “intenta instaurar un régimen marxista”. Sin embargo, planteó un escenario interesante: para la derecha más ultramontana, el gobierno es una expresión de la izquierda. Digo que es un mapa interesante porque clarifica. Para “ellos” –si es que hay un “ellos”– el enemigo no es Pino Solanas, no es Elisa Carrió, no es el Partido Obrero, que se divierte generando caos en las vías del Roca porque sus dirigentes saben que es relativamente barato jugar al chico malo con un gobierno que decidió no usar la fuerza como método de limitar la protesta. Para “ellos” el enemigo es el kirchnerismo.
Si hay algo bueno que tuvo el lanzamiento de la campaña de Eduardo Duhalde fue que permitió a los argentinos ver  a quiénes acompañaban al que fue el ex vicepresidente de Carlos Menem cuando se firmaron los indultos de los responsables de las violaciones a los derechos humanos de la última dictadura militar:  la inefable Cecilia Pando, defensora de Videla, Jorge Tata Yofre, jefe de la SIDE menemista de aquellos años, o Miguel Ángel Toma, fueron algunos de los rostros de una argentina perimida que realizó un durísimo despojo contra los sectores populares y que, cuando no tuvo más remedio, reprimió brutalmente la protesta social bajo la excusa de imponer el orden.
En coincidencia con estos dos hechos, Mauricio Macri agitó el discurso del orden y la represión, complementado con la acción de algunos militantes de filiación dudosa –entre la frontera del PRO y el duhaldismo– que atizan con el objetivo de generar la sensación de caos e inseguridad que, amplificado por las editorializaciones periodísticas de las cámaras de TN y de las tapas de Clarín marcan la agenda de los argentinos. Es decir, ya no se habla de redistribución, de democratización, de desmonopolización sino de control, de orden, de seguridad. En algún punto, a ambos dirigentes les cabe la categoría de “bombero piromaníaco” que Alain Rouquié le endilgaba a Perón; es decir, aquellos que se presentan como solucionadores de problemas que ellos mismo sgeneraron previamente.

2) Las elecciones de 2011 son fundamentales por el bloque opositor que se estructura contra el gobierno. La vieja política menemista, los agoreros del orden y el garrote, los grupos económicos concentrados como Techint, entre otros, los medios de comunicación hegemónicos, están dispuestos a esmerilar el consenso popular que mantiene la actual presidenta Cristina Fernández de Kirchner. El panorama internacional tampoco es el mismo: la derrota de Barack Obama, la crisis europea –con su cuota de xenofobia y cerrazón– y el fortalecimiento del FMI como garante financiero mundial alejan el clima de primavera progresista que parecía despertar hacia mitad de la década.
Para ganar las elecciones del año próximo, el peronismo kirchnerista, posicionado en la centro-izquierda, está obligado a seducir al electorado de centro y ampliar así su base electoral. Desgraciadamente para aquellos que miran al peronismo y al movimiento obrero organizado con desconfianza, la clave para obtener la victoria es la unidad de las fuerzas progresista con estos dos grandes protagonistas políticos, económicos, institucionales y sociales. Incluso, en algunos lugares con el progresismo subordinado a tácticas centrípetas. Porque, como se sabe, no se ganan las elecciones con posturas puristas y estéticas.
Tampoco se obtiene el triunfo en  2011 dividiendo las fuerzas de acción.  La lección de la elección porteña de 2007 debe servir como experiencia. Perón decía que “el que lucha contra un compañero es que se ha pasado al bando contrario. Generalmente defiende un interés, no un ideal, porque el que defiende un ideal no puede tener controversias con otro que defiende el mismo ideal… ¿Cómo es posible que un señor que está en la misma lucha esté luchando contra otro peronista, cuando tiene un enemigo contra quien naturalmente debe luchar?” El que saca los pies del plato, entonces, está apostando a una estrategia personalista o sectorial y está olvidando el objetivo principal: continuar y profundizar el actual modelo.
Ahora bien, el kirchnerismo debería también tener la generosidad de reservar para los socios menores un lugar de expectación política que le permita el juego de ser incorporado sin perder su identidad y sin hacer exageradas concesiones ideológicas que los comprometan con sus propios militantes. ¿Pero desde dónde se hace esa integración? Claramente desde el reconocimiento a la conducción del actual modelo. Porque como se sabe, conduce quien acierta en la estrategia y gana; no quien sólo tiene una fuerza testimonial y se erige como fiscal ideológico de un proceso que acompañó.

3) Los errores de los años ’70 deberían iluminar a la militancia “nacanpop”, progresista o de izquierda que simpatizan con el gobierno kirchnerista. En aquel desafortunado año ’73, la juventud intentó disputarle la conducción a Perón y, corriéndolo por izquierda, terminó acorralando a la derecha a un hombre de profundas convicciones aristotélicas. Debido a sus posiciones maximalistas, no percibió el verdadero significado de José Ber Gelbard en el Ministerio de Economía, ni el Pacto Social que garantizó la distribución del ingreso nacional en un 53% para el trabajador –la más alta en toda la historia argentina– ni tampoco el quiebre del bloqueo internacional a Cuba mediante créditos y exportaciones de maquinarias a la isla, entre otros ejemplos. Estaba más preocupada por su propio rol revolucionario que por analizar la correlación de fuerzas en el partido que se estaba jugando. Como se sabe, perdió la “juventud maravillosa”, perdió el propio Perón –incluso algunos sectores de la ortodoxia del movimiento–, y terminaron ganando, a la larga, los que querían “reorganizar” la nación conservadora. Si el pasado no sirve para revisar el presente, sólo sirve para el regodeo de bibliotecarios.

4) El año 2011 es fundamental para consolidar cierta hegemonía del movimiento nacional y popular en el país. Pero también para el destino de generaciones de argentinos que mejoraron sus vidas gracias a este modelo. Incluso también están en disputa esos millones de reserva que tiene el Banco Central y que son el ahorro colectivo y que pueden ser un buen coto de caza para los buitres nacionales e internacionales.
“Tomar el cielo por asalto”, es una bella frase de Carlos Marx, pero no parece ser la estrategia correcta para este momento histórico. No parece sensato apostar a todo o nada cuando se tiene parte del trayecto realizado. Una decisión incorrecta, como en el Juego de la Oca, puede hacer volver a un jugador al casillero de partida. Y a millones y millones de argentinos al infierno anterior que estalló en  2001.
 
 
 

El legado del obrero Lula

Por Eric Nepomuceno *
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Desde Río de Janeiro

Luego de ocho años ocupando la presidencia brasileña, Luiz Inácio Lula da Silva, ex obrero metalúrgico, ex dirigente sindical, se transforma en el presidente más popular de por lo menos los últimos 60 años. A dos días de entregar el puesto a Dilma Rousseff, de su mismo Partido de los Trabajadores, Lula conoció el resultado de un sondeo de opinión pública. Su gobierno fue aprobado por 83 por ciento de los entrevistados, y él, por 87 por ciento de ellos. Si se hubiera presentado para un tercer mandato presidencial (la Constitución brasileña no lo permite), Lula seguramente hubiera sido el candidato más votado de la historia. Su legado se puede medir en números impresionantes y también en algo menos tangible, más subjetivo, pero quizá más definitivo.
Este año, la producción automovilística rompió todas las marcas: con ventas totales de 3.400.000 vehículos livianos, Brasil se tornó el cuarto mercado del mundo, superado solamente por China, Estados Unidos y Japón. Los índices de desempleo son los más bajos de los últimos 43 años. La economía creció 7,6 por ciento en 2010. En esos ocho años, alrededor de 34 millones de brasileños salieron de la economía de subsistencia e ingresaron a la economía de mercado (lo que equivale a dos veces la población de Chile, diez veces la de Uruguay, tres veces la de Portugal, media Francia, casi una España entera). Otros 12 millones salieron de la indigencia absoluta e ingresaron en la pobreza, lo que no deja de ser un tránsito.
Entre 2003 y 2010, las terminales de autobús perdieron tres millones de pasajeros. A su vez, las compañías aéreas tuvieron un aumento de casi 12 millones de viajeros en el mismo período. Quien solía viajar pasó a viajar más. Y gente que jamás hubiera soñado andar en avión ahora circula por los caóticos aeropuertos del país. La lista es larga y abarca a prácticamente todos los sectores de actividades de la economía y, claro, de la población.
Brasil, gracias a la “diplomacia personal” de Lula y al impulso de su economía, ganó una nueva (e inédita) inserción en el escenario global. El país se tornó uno de los principales captadores de recursos y capitales en planeta.
Es bien verdad que las dos presidencias consecutivas de Lula se beneficiaron de los buenos vientos de la economía mundial, lo que permitió a Brasil sobrevivir sin más que rasguños a la dura crisis que sacude al mundo desde el segundo semestre de 2008. Es igualmente verdad que Lula heredó de su antecesor, Fernando Henrique Cardoso, una moneda estabilizada y una inflación bajo control. Mantuvo los tres fundamentos básicos de la política económica de Cardoso (meta de inflación, meta de superávit primario, cambio flotante), mostró que las dudas y temores sobre el supuesto radicalismo que impondría a la economía carecían de razón, calmó al empresariado y al mercado financiero.
Hay otras verdades, menos agradables. Ha sido un presidente parlanchín, que no perdió oportunidad de exagerar sus logros reales, que fueron muchos. Parecía inaugurar el país cada vez que abría la boca. Pero los millones de pobres se encantaron con un presidente que habló como ellos, que atropelló las reglas del ceremonial, que destrozó la gramática, que se mostró deslumbrado con los faustos y glorias de los palacios pero, al mismo tiempo, habló de igual a igual con los mayores y más poderosos mandatarios del mundo. Fue la clase obrera llegando al paraíso.
Deja, por supuesto, un país con muchísimas de las llagas y máculas que carga desde hace siglos. La desigualdad social fue apenas mitigada, sus grandes programas sociales fueron básicamente asistenciales, el aparato del Estado está inflado y mantuvo el peligroso hábito de gastar, y gastar mal, más de lo que recauda.
Deja a un país cuya infraestructura es caótica (aeropuertos, puertos, carreteras, todo es deficitario). Un país que invierte, en estructura, muy por debajo de los niveles mínimos necesarios para asegurar un crecimiento sostenible y sólido. La salud pública es un desastre, la educación pública es poco más que una farsa, con profesores haciendo de cuenta que enseñan y con alumnos fingiendo que aprenden.
Pero, aun así, Lula deja –y ése es su mayor logro, su más valioso legado– un país más justo. Un país que recobró el orgullo y la dignidad corroídos por siglos. Les devolvió a los pobres la luz en la mirada, aseguró a los miserables el derecho concreto a una esperanza realizable. Un país que volvió a creer en sí mismo, algo que no ocurría desde hacía medio siglo. A lo largo de ocho años gobernó con la nítida preocupación de actuar a favor de los pobres, y no a favor de la pobreza de muchos y en defensa de la riqueza de pocos. Un país que se mira al espejo y empieza a ver su propia cara, no la del sistema que no hizo más que atropellar a la gente en beneficio de los de siempre. Lula no liquidó ese sistema, pero calmó su voracidad y se volcó hacia las mayorías, hacia los desposeídos. Gobernó para todos los brasileños, especialmente los ninguneados.
Hay mucho, muchísimo por hacer, sin duda. Pero desde el lejano tiempo de Getúlio Vargas, hace 60 años, un presidente no se dedicaba tanto a cambiarle el rostro de la gente, devolviendo la sonrisa y la esperanza a los olvidados. No sin razón llega al final de ocho años de presidencia con la aprobación de 87 por ciento de los brasileños.
* Periodista y escritor.
Página12




El amor y la política
Por Norberto Galasso *
En la historia de nuestro pueblo latinoamericano, se reiteran los casos de importantes figuras políticas unidas por una fuerte relación sentimental y al mismo tiempo, por un mismo ideal de redención social o nacional.







Pero, como la Historia no sólo la escriben los que ganan sino especialmente "los hombres que ganan" y no las mujeres, resulta que muchas admirables luchadoras han quedado en el olvido o son apenas reconocidas sin otorgársele la debida importancia.

Una de estas mujeres fue Manuela Sáenz, quien luchó junto a Simón Bolívar. Como se sabe, Bolívar fue traicionado por su vicepresidente, Francisco de Paula Santander -indignidad que suele ocurrir en nuestra América Morena- y precisamente a Santander se lo acusó por el golpe comando del 25 de septiembre de 1828 en el cual intentaron asesinar a Bolívar, ocasión en la cual Manuela impidió el crimen, enfrentando a los conjurados y dando así tiempo a la fuga del Libertador.

Manuela salvó así a su hombre y al mismo tiempo a su líder político, a quien acompañó en una lucha que le había valido, años atrás, una condecoración del General San Martín.

Otro caso semejante es el de Elisa Lynch, en la cual encontró su gran compañera el mariscal Francisco Solano López, en su trágica epopeya de la Triple Alianza.

Aunque escocesa de nacimiento, Elisa unió su destino al de la Patria Grande Latinoamericana martirizada por aquel infame genocidio y cuando quince años después de la tragedia -luego de sufrir toda clase de humillaciones por parte de las damas aristocráticas- arribó al puerto de Buenos Aires, la abucheó un grupo de mitristas hasta que le abrió paso a bastonazos el poeta Carlos Guido Spano para rescatarla y protegerla.

En estas historias se puede ir más lejos, como cuando las guerrillas altoperuanas impidieron una y otra vez el avance de las fuerzas realistas. Allí combatió también una pareja, consolidando su amor en la lucha por la libertad: Juana Azurduy y Manuel Ascencio Padilla.

Una y otra vez enfrentaron a la reacción, pero en 1816, en la acción de Villar, Padilla fue muerto y degollado, siendo clavada su cabeza en lo alto de una pica en el pueblo de la Laguna. La Juana no pudo soportar semejante ignominia y tiempo después, al frente de sus amazonas, ocupó la Laguna y recuperó la cabeza de su esposo.

Luego, acompañó la lucha de las guerrillas de Güemes en el Norte, ya con el título de Teniente Coronel que le otorgó el General Belgrano.

También se puede ir más cerca y recordar la entrega total de Evita junto a Juan Domingo Perón, donde la pasión por el compañero de lucha, se consolidaba en el común proyecto político de emancipación social.

Y por supuesto, se reitera en el matrimonio Kirchner, en estos días: más allá de la maledicencia de los diversos opositores, algunos para quienes no gobernaba él entre 2003 y 2007 sino que era ella la que dirigía; otros, para los cuales no era ella la verdadera presidenta entre 2007 y 2010 sino él quien gobernaba desde las sombras, míseras chicanas de quienes personificaban en el matrimonio su rechazo al avance popular, cuando resultaba evidente la complementariedad de ambos en la acción política.

También en este caso, las circunstancias produjeron la muerte de uno de ellos y la soledad del otro, soledad que sólo puede superarse con la presencia popular en las calles.

Néstor, a pesar del alerta de los médicos, no puso límite alguno a su militancia llevado hacia la muerte por su consecuencia porque, como él decía, no había llegado a la presidencia para abandonar sus convicciones sino para empujar en el camino de los cambios necesarios.

Esta vez no fue, como en el 52, que el hombre quedó solo prosiguiendo la lucha sino que, en cambio, Cristina vive su lucha por superar su dolor mientras redobla esfuerzos para continuar el camino que había comenzado con Néstor en las luchas estudiantiles del pasado.

En sus palabras de estos días, Cristina ratificó la clave de esa identidad en la lucha: "El nos diría seguramente: seguir adelante, para eso vinimos, a cambiar la Argentina".

En todos estos casos, se ensamblan los afectos personales profundos con la identidad en el proyecto político de liberación.

Quizás todavía haya muchos que no lo entiendan porque se lo impide su cerrado sentido de clase que abomina de todo progreso popular y de los líderes que lo representan, y que, además, en su formación enciclopedista, conocen seguramente los entretelones de alcoba de las corruptas dinastías europeas, pero no comprenden estas historias de la propia patria, donde el amor no se expresa en predominio alguno entre dos seres que se complementan en la lucha política, sino que se sublima en una sola palabra: Compañeros.

 

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