lunes, 25 de abril de 2011

Debate sobre “Procesos populares o neoliberalismo: la disputa por el futuro”

“Se están dando síntomas profundos”

De la convocatoria de Carta Abierta participaron, arriba del escenario, Osvaldo Bayer, Norberto Galasso, Federico Luppi, Teresa Parodi, Sandra Russo y Horacio González, entre otros. Y más de 1500 personas colmaron la sala Borges, la misma donde había estado Vargas Llosa.

Por Silvina Friera
 
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Los participantes retrucaron, cada uno a su modo, los argumentos de Mario Vargas Llosa.
En el mismo lugar –la sala Borges, donde se presentó Mario Vargas Llosa–, Carta Abierta convocó a una multitud dispuesta a retrucar los argumentos del Nobel peruano. En el escenario, los oradores, Osvaldo Bayer, María Pía López, Norberto Galasso, Federico Luppi, Teresa Parodi, Eduardo Rinesi, Carlos Girotti, Sandra Russo, Vicente Battista, Roberto “Tito” Cossa, Liliana Mazure, Sara Rietti y Horacio González esperaban el comienzo de lo que sería una fiesta –para muchos– inolvidable, que se prolongó durante dos horas. “Compañero Néstor Kirchner: ¡Hasta la victoria siempre! Cristina Presidenta”, se leía en la bandera desplegada de punta a punta en la mesa. A las nueve de la noche del sábado, más de 800 personas estaban adentro, sentadas o de pie, y una cantidad equivalente pugnaba por entrar para poder seguir el debate “Procesos populares o neoliberalismo: la disputa por el futuro”.
Aurelio Narvaja, editor de Colihue y maestro de ceremonia, relataba los pormenores de la odisea de los que tenían la ñata contra el vallado. “Estamos haciendo gestiones para que todos puedan ingresar, previo permiso de los bomberos.” Un pedido comenzó a imponerse: “¡Que entre la gente!”, cantaban y aplaudían, solidarios, los “compañeros de adentro”. Bayer arrancó afirmando que el encuentro era un “desagravio” a González, quien solicitó “con un lenguaje muy claro y humilde” que Vargas Llosa no hablara en el acto de inauguración. “Se hubiera podido alquilar el Colón; el señor Macri le hubiera dado gratis hasta la cancha de Boca para que hablara”, ironizó el autor de La Patagonia rebelde.
“Vargas Llosa quiere que seamos todos liberales porque nos habla de las primeras décadas de la Argentina del siglo pasado, pero esa línea histórica terminó en trece dictaduras militares”, sentenció Bayer. “Los argentinos hemos sido capaces por primera vez de juzgar a los dictadores militares; qué coraje el de las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo, que salieron a la calle y pusieron el rostro.” El historiador aseguró que lo único que puede salvar al mundo es el sentido de la igualdad. “Lo escribió en el Dogma Socialista Esteban Echeverría cuando dijo que no hay democracia si no hay igualdad”, recordó. Federico Luppi dijo que mucho antes de la llegada del Nobel quedaba claro que no venía a discutir sobre los “penosos o gloriosos caminos” de un creador, sino que venía a hacer daño y empobrecer la discusión. El actor agregó que Vargas Llosa “repitió lo que se repite desde que el capitalismo es capitalismo: negar los hechos, inventar los que no ocurren, hablar de experiencias que desconoce”. “Ha trabajado para molestar y para crear una polémica falsa, porque él no es un embajador del liberalismo; el liberalismo no es tan tonto, no puede elegir un embajador con un discurso tan simplista y en algunos casos infantil.”
Cuando llegó el turno de María Pía López, aún muchos compañeros, más de 800, intentaban ingresar a la sala. La socióloga interpretó esta cuestión como “la gran metáfora” de la Argentina. “El signo de este momento es no bajar la guardia porque tenemos que ser conscientes de que todavía hay muchas deudas pendientes y formas muy dramáticas de la injusticia –advirtió–. Pero por primera vez podemos decir que hay formas de reparación y emancipación que se están desarrollando. Estamos ante un momento inédito, estamos ante un umbral, mirando la puerta para ver si finalmente podemos entrar.”
Ante el pedido de la gente de que cada orador se presentara, Roberto “Tito” Cossa lo hizo y se declaró dramaturgo, “si hay palabra fea”, aclaró, ahora sí, ante las 1600 personas que colmaron la sala. Leyó un brevísimo texto en el que recapituló –desde el 17 de octubre de 1945, cuando él tenía 10 años, hasta el presente– la cuestión del populismo en el país. Su padre le decía que todas las leyes laborales del peronismo eran las mismas que reclamaban los socialistas. “Perón las había sancionado, pero era un populista”, se quejaba el padre del dramaturgo, al fin y al cabo “buena gente, pero gorila”. Cossa fue muy aplaudido cuando, instalado en la historia reciente, comentó que soplaron nuevos vientos desde la Patagonia y dos gobiernos populistas “nos devolvieron la esperanza”. A sus 76 años –remató– ya no tiene a su padre para decirle que “me hice populista”. El historiador Norberto Galasso recurrió a una lección de Arturo Jauretche para argumentar sus sensaciones sobre el liberalismo. Jauretche calificaba a los liberales de zonzos o pícaros. “Los zonzos se han tragado la historia de (Bartolomé) Mitre, la idea de la Argentina blanca y europeizada; se han tragado la economía liberal, y por eso gente de clase media vota contra sus propios intereses. A esos hay que ‘desazonzarlos’ –explicó–. Los pícaros, en cambio, defienden los intereses de los sectores hegemónicos. (Héctor) Magnetto no se equivoca, pero está desesperado porque no encuentra un candidato.” Galasso sintetizó el tipo de libertad que defiende el Nobel peruano. “(Juan Bautista) Alberdi decía que nadie ama más la libertad que un déspota: la ama para él y se la niega a todos los demás.”
La presidenta del Incaa, Liliana Mazure, evocó dos momentos del año pasado, los festejos del Bicentenario y los tres días del velatorio de Kirchner, para reflexionar acerca de lo que revelaron esas imágenes. “Nos descubrimos tal cual somos: apasionados, latinoamericanos, desbordados”, ponderó Mazure, quien agregó que el neoliberalismo “mató a todo lo que podía ser contado desde lo profundo de nuestro corazón”. Vicente Battista celebró el debate que disparó el director de la Biblioteca Nacional (BN). “Yo creo que Vargas Llosa se quedó en Billiken”, ironizó el escritor al mencionar algunas de las revistas argentinas que leyó el Premio Nobel durante su infancia. Sandra Russo reivindicó el gesto de la presidenta Cristina Fernández, “una dirigente política que sabe que el pez por la boca muere y que había que dejarlo hablar; que ese discurso iba a mostrar fisuras”. Eduardo Rinesi destacó que el signo de este momento “extraordinario” es la recuperación de la idea de los derechos, la idea del Estado y la idea de la centralidad de la política. “La idea de que la libertad es lo que se opone al Estado es lo que define el tipo de pensamiento que se trata hoy de combatir –planteó el rector de la Universidad Nacional de General Sarmiento–. El liberalismo que hoy se da a sí mismo torpemente el nombre de republicano –porque no tiene la menor idea de lo que es la república–, ignora que el gran pensamiento republicano siempre pensó que el Estado es el lugar en el que se realiza la libertad. No somos libres contra el Estado: somos libre en el Estado y gracias al Estado.”
Teresa Parodi celebró la “mecha fantástica” que encendió el director de la BN. “Esta Argentina hoy de pie, consciente de que debe intervenir activamente en su destino, dice de viva voz nunca menos, y responde a los ataques espurios de los voceros neoliberales, foráneos y locales, con la certeza de la libertad de expresión como no se conociera antes, con la certeza de las políticas de inclusión en marcha, y con la certeza de que un mundo mejor posible ha dejado de ser una promesa electoralista –resumió la cantante–. La batalla que debemos dar ha de ser sin concesiones. La historia, por cierto, continuará.”
Muy ovacionado y aplaudido, González invitó a festejar la “intuición colectiva que nos trajo hasta aquí”. El director de la BN afirmó que “es posible ganar las elecciones de una sola vuelta, y es posible también ganar la Capital”, algo que, confesó, no se hubiera animado a decir antes de este encuentro. “Todos, los ministros, la Presidenta, la oposición, van a tomar nota de que estuvimos aquí. Y la Presidenta sacará las conclusiones de estos síntomas profundos que se están dando. Lo que parecía difícil será difícil, pero quizá sea menos difícil después de esta reunión.” El sociólogo recordó cuando fue a Ezeiza en noviembre del ’72. “Eramos pocos, pero éramos pocos muchos; era difícil llegar. Llovía. Y de repente alguien gritó una consigna, como las consignas que salen de las canchas de fútbol: ‘Vamos, vamos, vamos que llegamos’. No dijo nada de la coyuntura política, del momento dramático que se vivía, de la dictadura, de la vuelta de Perón. Esa rima la recuerdo siempre porque no estaba en ninguna pintada, en ninguna consigna partidaria, simplemente en un grupo humano, en el acto mismo de la fundación de lo político.” Después de cantar el himno nacional la sala de pie coreó: “Vamos, vamos, vamos que llegamos”.

Página12

domingo, 24 de abril de 2011

Garré degrada a Villar, ese “buen policía”

Por José Pablo Feinmann

Corrían los días de junio de 1973. Era el gobierno de Cámpora. Que tenía un joven ministro del Interior de nombre Esteban Righi. Hasta el de Alfonsín, el gobierno del doctor Cámpora fue el más democrático de la historia argentina. Para la derecha, el más peligroso, el más caótico, el más subversivo. La democracia siempre tiene algo, no de caótico, pero de fervoroso dinamismo. La libertad, al poder ser ejercida por todos, colisiona en conflictos y armonías, y hasta con frecuencia en antagonismos. El doctor Righi era un hombre que apenas si había pasado los 30 años. Dio su discurso ante un centenar de comisarios de la Policía Federal. Todos pertenecían a la oscura época de las dictaduras que desde 1955 hasta 1973 habían proscripto al movimiento mayoritario del país y a su líder, que se encontraba exiliado. Todos fueron gobiernos ilegales. Aun los de Frondizi e Illia. Cuando uno se presenta a una elección en la cual una mayoría relevante, numerosísima, del país que ambiciona presidir no puede votar, está convalidando un acto fraudulento. No sé si el Illia que está haciendo durante estos días mi amigo Luis Brandoni se cuestiona esto, pero lo dudo, ya que en vida no lo hizo. Lo mejor que puedo decir de Illia es que posiblemente se propusiera –al fin de su mandato– permitir la inclusión del peronismo dentro de la institucionalidad electoral. Por eso lo tiraron abajo. Fue un golpe preventivo perfecto: si Illia permitía que el peronismo se presentara, el peronismo ganaría y quedaría trunco “el espíritu del 16 de septiembre”, como el general Toranzo Montero le reprochó a Lanusse cuando lanzó el Gran Acuerdo Nacional. No me gusta usar la palabra gorila, pero ¿cómo calificar a esta gente?
Righi dio el más ejemplar discurso de defensa de los derechos humanos que se hubiera pronunciado en la Argentina. Pero ni por asomo. Jamás. Nunca algo parecido se había llevado a cabo. Fue un discurso revolucionario. Lo dio con los comisarios Ferrazano y Vittani a su lado. Lo dio de pie y duró apenas diez minutos. He aquí algunos de sus pasajes trascendentes: “Dentro de la estructura de sometimiento que el pueblo padeció en los últimos años, las fuerzas policiales fueron puestas en un difícil papel. Esta realidad la conocen bien los hombres de la Policía, que han corrido todos los riesgos, que han debido hacer todos los sacrificios, en la primera línea de fuego, como brazo armado de un régimen cruel e inhumano. Encerrados dentro de las comisarías, y rodeados de vallas, fueron alejados del pueblo, sin desearlo ni buscarlo”. Righi no menciona que hay un adoctrinamiento policial, como lo hubo siempre en el Ejército. Y que ese adoctrinamiento –que es tenaz– lleva a los uniformados a creer que todo aquel que protesta es un enemigo del orden. Y que el orden al que ellos deben servir es el establecido, el de los poderosos. Además, cuando Righi da su discurso son los tiempos de la Guerra Fría. De modo que todo el que alzaba la voz contra el poder era un “rojo”, un “subversivo”. Righi tiene una audaz respuesta para eso: “Es habitual llamar a los policías guardianes del orden. Así seguirá siendo. Pero lo que ha cambiado, profundamente, es el orden que guardan. Y en consecuencia, la forma de hacerlo”. Se ha pasado del orden dictatorial al orden democrático. Guardar el orden democrático es muy distinto a guardar el orden dictatorial. Uno se guarda con la violencia, porque se basa en ella (su ilegitimidad lo obliga) y porque es fruto de su acción anticonstitucional. Una dictadura siempre toma ilegalmente el poder. Es violenta por naturaleza. El otro camino es la democracia. Righi hablaba desde la autoridad de un gobierno que había llegado con casi el 50 por ciento de los votos. Su voz era la de la legalidad institucional: “Un orden injusto, un poder arbitrario impuesto por la violencia, se guarda con la misma violencia que lo originó. Un orden justo, respaldado por la voluntad masiva de la ciudadanía, se guarda con moderación y prudencia, con respeto y sensibilidad humanas”. Y las palabras del ministro van ganando en densidad conceptual a medida que avanza: “Dije que la Policía tendrá nuevas obligaciones y quiero enumerar algunas de ellas. Tendrá la obligación de no reprimir los justos reclamos del pueblo. De respetar a todos sus conciudadanos, en cualquier ocasión y circunstancia. De considerar inocente a todo ciudadano mientras no se demuestre lo contrario. De comportarse con humanidad, inclusive frente al culpable. Mencioné también nuevos derechos. Los hombres de la Policía tendrán derecho a una retribución que les permita vivir con dignidad. A una vivienda que merezca ese nombre. A una efectiva protección para sí y para sus familiares, en el caso de incapacidad o muerte. De esta forma serán acompañados por el afecto del pueblo”. Importa señalar este aspecto: la búsqueda de una nueva relación entre policía y pueblo. ¿Qué prefiere un policía? Es el dilema de Maquiavelo: ¿qué prefiere el Príncipe? O también: ¿qué es lo que más le conviene? ¿Ser amado o ser odiado por el pueblo? No importa la respuesta de Maquiavelo. Creemos que a cualquier policía debería importarle más ser amado por el pueblo que temido. De aquí que Righi proponga uno de los pasajes más emotivos, más humanitarios, de su discurso: “En la Argentina nadie será perseguido por razones políticas. Nadie será sometido a castigos o humillaciones adicionales a la pena que la Justicia le imponga. La sociedad debe protegerse del delito, pero será ineficiente si no comienza por comprender que sus raíces no están en la maldad individual sino en la descomposición de un sistema que no ha ofrecido garantías ni oportunidades”.
Y, por fin, un texto que deberá figurar entre los más expresivos de la defensa de la dignidad humana: “Las reglas del juego han cambiado. Ningún atropello será consentido. Ninguna vejación a un ser humano quedará sin castigo. El pueblo ya no es el enemigo, sino el gran protagonista. Esa es nuestra convicción y nuestra mejor garantía. Seamos dignos de ella”.
La que no era digna de esta defensa de los derechos humanos era la derecha argentina. Siempre ahí, siempre erizada, siempre poderosa. Todos empezaron a decir que se preparaba el asalto definitivo a la Policía para reemplazar nuestra bandera por “el trapo rojo”. Frase con la que se aludía al comunismo. Era una torpeza deliberada. Y la preparación del “asalto definitivo” era el asalto al gobierno del doctor Cámpora, que sería desalojado por un golpe institucional conducido por el general Perón, ya de regreso en la patria y dispuesto a hacer cosas muy distintas de las que se esperaban.
Durante los días que corren, la ministra Nilda Garré se ha dirigido a la Policía con una serie de conceptos nuevos, basados en la nuevas de técnicas de control de conflictos dentro del marco humanitario. La ministra Garré forma parte del gobierno de Cristina Fernández. Aclaremos algo que el léxico de una derecha mentirosa y asalariada ha impuesto. Cristina Fernández no es el Poder. A ver si lo repetimos: si usted es un valiente periodista que sale a denunciar los “miles de millones” que esta administración se roba cada diez minutos, no está enfrentando al Poder. Lo está sirviendo. Cristina Fernández está al frente del Gobierno. No tiene el Poder. Tiene el aparato del Estado, pero sólo eso. El Poder está en otro sitio. Son las corporaciones económicas. El gran capital nacional y ultranacional que actúan juntamente con las más importantes bancas del mundo. Pero sobre todo con Wall Street. Es la Sociedad Rural, que concentra el poder de los dueños de la tierra, los grandes terratenientes que hicieron este país en base a sus intereses primarios. Son los grandes medios de comunicación: los diarios, las radios, los canales de televisión, las revistas, los opinólogos, los escritores de libros “anti-K”. Y, last but noy least, la embajada de los Estados Unidos. ¿Quién no conoce ese chiste? Que en Estados Unidos no hay golpes de Estado porque no hay embajada de los Estados Unidos. Ese es el Poder de la Argentina. Habitualmente siempre tuvo a su servicio al Ejército. No lo tiene ahora. Tampoco le resultará fácil un golpe de cualquier tipo, aun del tipo agro-cacerola como el de 2008. América latina ha conseguido una solidez de sus gobiernos democráticos que permitirá la acción conjunta de todos en caso de un golpe en alguno de ellos. Este gobierno, que está por una democracia con inclusión social y por la defensa de los derechos humanos, tuvo en la ministra Garré a una cruzada de esas causas. Encuadró la acción de la policía ante la protesta social. El proyecto es notable y acaso único en este continente. Ya habrá muchos que la estén acusando de preparar el “asalto rojo” que, al pasar de moda, deberá ser reemplazado por las condiciones para la penetración del enemigo “terrorista”, que no parece muy creíble. Luego, en un acto sencillamente conmovedor y de un gran coraje, Garré cambió los nombres de las Escuelas de Policía. Que la ministra de un gobierno quite a una Escuela de Policía el nombre de Alberto Villar a mí me conmueve. Acaso porque sé muy bien quién fue ese señor y sé que la brutalidad, la vejación y la tortura sin límites es lo único que podría enseñarse al amparo de su nombre. La paradoja fascinante de todo esto es que al torturador formado por la Escuela de la Doctrina Francesa de la Seguridad Nacional y por la Escuela de las Américas lo puso el general Perón al frente de la Federal, alegando que era “un buen policía”. Luego, policías con su mismo espíritu le pusieron su nombre a una escuela, para honrarlo. Ahora, Garré, peronista de pura cepa, quita el nombre del criminal paranoico que el viejo líder del movimiento había elegido para emprender una matanza clandestina de opositores políticos de izquierda. Como ya no se quiere matar a nadie, sino que se propugna una sociedad en que los conflictos puedan elaborarse dentro de la democracia, ese nombre va al tacho de los malos recuerdos. No el del viejo líder, por supuesto. Todos sabemos que estaba muy enfermo y apenas si tenía conciencia de las cosas que hacía. O eso se dice. Vaya a saber a quién pensó que nombraba al frente de la policía cuando lo nombró a Villar. Acaso al Cabo Sabino o a Vito Nervio. Pero nos abstendremos de dar nombres. Si algo de lo escrito ofende a los peronistas que hacen de Perón la reencarnación argentina de Jesucristo, que no sea así. Sería injusto. Precisamente señala la complejidad del Movimiento. Conozco a Nilda de los años ‘70 y era tan peronista como el que más. Y si hay que bajar el nombre de un asesino que puso el Viejo para matar “zurdos”, eso demuestra que el peronismo es una contradicción al rojo vivo, su verdad “es el delirio báquico en el que cada miembro se entrega a la embriaguez” (Hegel dixit). Y dentro de ese “delirio báquico”, dentro de ese gran relato fascinante y complejo, Perón no es el Todo, es un elemento más. Y, en su tercera etapa, una víctima del “delirio báquico”, que lo sobrepasa y lo lleva a morir sin solucionar nada.
Garré, en cambio, a Villar lo destituye. Ninguna escuela va a llevar el nombre del tipo que con una tanqueta rompió la puerta del Partido Justicialista en 1972 porque ahí velaban a los muertos de la Base Almirante Zar. Estos actos de este gobierno tienen una trascendencia difícil de mensurar. Lo único que uno sabe es que ningún otro los haría. Que jamás habría esperado ver estas cosas. Y que está preparado para ver otras. Righi no era un tonto ni un ingenuo. Sólo un adelantado.

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sábado, 23 de abril de 2011

Keynes vs. Hayek

Por Sandra Russo
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A propósito de la reunión en Buenos Aires de la Sociedad de Mont Pelerin, me puse a releer algunos párrafos de su fundador, el Premio Nobel de Economía 1974, Friedrich Hayek. Descubrí a la Sociedad de Mont Pelerin cuando estaba escribiendo Jallalla, mi libro sobre Milagro Sala. Paradojas. Buscando contexto para hablar de una organización social de excluidos que surgió en los ’90 en la provincia más pobre de un país salvajemente neoliberal, me topé con Hayek. Fue a través del libro Jujuy bajo el fuego neoliberal, editado en 2010 por la Universidad de Jujuy y compilado por el historiador Marcelo Lagos, que accedí al pensamiento de la Sociedad de Mont Pelerin. Era un acierto de ese libro incluir un capítulo introductorio sobre los postulados de ese economista austríaco, era necesario pasar por Hayek para entender la pobreza jujeña.
Se ha señalado en estos días que cuando Mario Vargas Llosa habla de la libertad, se refiere a la libertad de mercado, aunque hable de las libertades individuales, que son mucho más defendibles ante audiencias masivas. Después de todo, también la palabra “liberal” tiene sus yeites: en algún sentido, liberales somos todos los que no somos conservadores. El liberalismo inspiró a Whitman en su Canto a mí mismo. Pero la Sociedad de Mont Pelerin no habla exactamente de poesía.
Para Hayek, el mercado era una “fuerza natural”. Habla de él hasta con cierta lírica, y no importa qué es lo que haya que sacrificarle: el mercado es un dios pagano que exige víctimas propiciatorias. Lo extremo del pensamiento de Hayek fue creer a rajatabla en la sabiduría de los movimientos intestinales del mercado, casi se diría que los confundió con una coreografía celestial. Sin insistir demasiado en la fe democrática, Hayek sí insistió en la idea de mercado como una matemática con leyes propias a cuyo ritmo las sociedades deben abandonarse: éstas son, más específicamente, “las leyes de la desigualdad”.
Hayek defiende la desigualdad. Y cree que el Estado no tiene que hacer nada para remediarla. Ese es el paradigma neoliberal por excelencia, el que nunca se explicita, pero es la consecuencia, la experiencia, la memoria las que nos lo indican como certeza. Veámoslo a Macri.
Pero Hayek era un intelectual y en consecuencia defendió su teoría sin los eufemismos que sus seguidores usan como máscaras, ya que ahora, después de la verdadera experiencia neoliberal –después de todo, Hayek trabajó sólo teoría–, si hicieran campaña diciendo la verdad, nadie los votaría. Ese es el verdadero problema de esa ideología ante las democracias populares latinoamericanas. No los “populismos”. El pensamiento que nació al fragor histórico de los Estados nazi, comunista o fascista, necesita siempre tener enfrente un eje autoritario para erigirse en defensor de la libertad. Y, en rigor, cualquier Estado que defienda a los débiles es para ellos autoritario. El deber del buen Estado neoliberal es privatizar, no estatizar. Y su fortaleza es la impiedad.
“El rápido progreso económico parece ser en gran medida el resultado de la desigualdad, y resultaría imposible sin ella. El progreso a tan rápido índice no puede proseguir a base de un frente unificado sino que ha de tener lugar en forma de escalón, con algunos más adelantados que otros”, escribió Hayek.
Si el Estado interviene para remediar la desigualdad, a eso lo llama “usar la fuerza”, y eso “destruye la libertad”. Y no hay peor enemigo del mercado que la organización social de cualquier tipo. La gente no tiene por qué andar organizándose, y los políticos no sirven para mucho: Hayek decidió que sus seguidores serían intelectuales, economistas, escritores.
Una breve digresión: la prueba y efecto del Pensamiento Unico, y el dispositivo de transmisión de poder que puso en marcha Hayek, es el caso de Aznar y Rodríguez Zapatero, o los partidos a los que representan, el PP y el PSOE. Aznar forma parte de la Sociedad de Mont Pelerin. Zapatero no, pero aplica las recetas neoliberales y España parece tener un gobierno socialista, pero qué importa. Vargas Llosa ahora votará por Humala, que parece de izquierda, pero qué importa: la apuesta siempre será neutralizar a la política, infiltrarse en la realidad como “una fuerza natural” contra la que no se puede hacer nada. Hayek concibió un orden económico defendido por economistas e intelectuales para prescindir de la política. Ese es el espíritu de la Sociedad de Mont Pelerin, el nombre de la estación suiza en la que mantuvieron la primera reunión, en 1944. Entre los presentes estaba el joven Milton Fridman, a su vez Premio Nobel 1976, y quien se cargaría luego todos los dudosos laureles de la aplicación del neoliberalismo.
Aunque en su época existían realmente los enigmas de los regímenes totalitarios, Hayek demostró desde un principio que el suyo era un pensamiento tan radical que no podía virar el eje: pronto se convirtió en el principal detractor de las ideas de otro economista que buscaba respuesta para la Gran Depresión y cuyas ideas fueron las elegidas para dar vuelta la página histórica con el New Deal y luego con el Plan Marshall. El gran duelo económico y político de los años ’30 lo mantuvieron Friedrich Hayek y John Maynard Keynes.
Se me ocurrió googlear Hayek vs. Keynes, y lo que saltó fue un rap. Increíble. Lo produjo John Papola, un creativo ex MTV y Nickelodeon que ahora trabaja en Spike TV. Es un rap educativo, y con una letra que hace constar sus fuentes bibliográficas.
El estribillo es:
(Juntos) Hemos discutido al revés y al derecho por más de un siglo.
(Keynes) Yo quiero dirigir los mercados.
(Hayek) Yo quiero liberarlos.
(Juntos) Hay un ciclo de auge y contracción y buenas razones para temerlo.
(Hayek) Culpa a los bajos intereses.
(Keynes) No... Es el espíritu animal.
En 1974, Hayek compartió el Nobel de Economía con el sueco Gunar Myldar, un inspirador de Keynes. En los ’70, cuando el neoliberalismo ya era aplicado en varios países en democracia y en dictaduras, Myldar renunció a él, y pidió que se anulase el Nobel de Economía. En la ocasión, acusó a Hayek de “carecer por completo de conocimientos epistemológicos”.
En el fondo de esa objeción está el reproche por el fanatismo acrítico a las leyes del mercado, la sobreestimación de la economía y el desprecio por la política, especialmente por aquella que se piense como herramienta igualadora. Hayek no negó el “espíritu animal” del mercado, su salvajismo, la inercia en la que el grande se come al chico. Pero lo avaló, argumentando por ejemplo que muchas veces los países crecen gracias al desempleo, y que en consecuencia el Estado no debe hacer nada para evitarlo. Lo enmascaró con su idea de la libertad, de un modo que hoy suena brutal y pueril: “Cada hombre es libre de morirse de hambre”, aseguró.
El debate Keynes Vs. Hayek no está saldado. Lo demuestra la Sociedad de Mont Pelerin en Buenos Aires, y Vargas Llosa hablando de la libertad. Es bueno saber de qué habla Vargas Llosa cuando habla de libertad.

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jueves, 21 de abril de 2011

Debate sobre las definiciones políticas de Mario Vargas Llosa

El rechazo es mal negocio


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Por Martín Granovsky

Mario Vargas Llosa hablará hoy en la Feria del Libro, pero el principal hecho político lo produjo ayer. Anunció que en el ballottage peruano votará por el candidato de centroizquierda Ollanta Humala.
Vargas Llosa votó en primera vuelta por el ex presidente Alejandro Toledo, hoy fuera de carrera porque Humala quedó primero con el 31,7 por ciento contra el 23,5 de Keiko Fujimori, la hija del ex dictador preso. Primero el escritor dijo que no votaría ni por Humala ni por Fujimori porque era como “elegir entre el VIH y el cáncer”. Después, con los resultados a la vista prometió que no votaría a Keiko. El sábado último Humala se reunió con Toledo y llegó a un acuerdo de colaboración. Si gana, técnicos de Toledo trabajarán en su gobierno. Vargas Llosa admitió entonces que no descartaba votar a Humala. Ayer dejó de rumiarlo. Lo dijo. Es difícil saber cuántos votos arrimará Vargas Llosa a un Humala necesitado de más electores en la clase media limeña. Alberto Adrianzen, diputado electo al Parlamento Andino por el frente humalista Gana Perú, explicó a Página/12 que Vargas “no es decisivo pero cada voto cuenta”. Y el propio candidato dijo que no cometerá los errores de 2006, cuando una posición cerrada le impidió ensanchar las alianzas entre la primera y la segunda vuelta.
Pero si Humala no cambió sus promesas de centroizquierda –combate a la corrupción, mayor presencia estatal, justicial social– y si un liberal como Vargas Llosa lo considera un mal menor, ¿qué está pasando en Perú? Quizás lo mismo que en el resto de Sudamérica: que la corriente se modificó y en la mayoría de los países cambió el sentido común promedio. No es una simple cuestión de discurso. Desde que el país mayor de la región, Brasil, dio un tremendo giro hacia la democracia profunda con la asunción de Lula, el 1º de enero de 2003, nada volvió a ser igual en Sudamérica. Con sus diferencias nacionales, la Argentina, Brasil, Uruguay, Venezuela, Bolivia y Ecuador abandonaron la práctica de endeudamiento adictivo con el exterior, implantaron políticas sociales masivas, tiraron el lastre de los prejuicios arropados en tiempos del mercado salvaje y resolvieron integrarse más. Incluso Chile y Colombia, con gobiernos conservadores, debieron sudamericanizarse para convivir mejor.
Casi todos los gobiernos de centroizquierda tejieron alianzas hacia el centro o el centroderecha. Quieren gobernar con una base de sustentación amplia sin perder el rumbo elegido. Es una decisión realista. La pregunta es por qué sectores de centro o de centroderecha aceptan acompañar a dirigentes y políticas de centroizquierda. Respuesta sugerida: porque esos dirigentes y esas políticas fueron ganando la mayoría mientras demostraban que la justicia no es sólo un valor. Es, también, el mejor modo de resolver los antiguos problemas. Y ante una mayoría estable, el rechazo fanático a largo plazo es mal negocio.

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miércoles, 20 de abril de 2011

Salvar La Fidelidad 

(¿crear un parque nacional en el Gran Chaco?) 

Por Mempo Giardinelli
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No sé qué opinará el ambientalismo argentino en general, sean fundamentalistas o moderados, e ignoro las gestiones que se hayan hecho oficialmente, pero hay que salvar La Fidelidad. Es básico y fundamental hacerlo.
La Fidelidad es un inmenso territorio en las provincias de Chaco y Formosa: una estancia enorme, de alrededor de 250 mil hectáreas, que fue propiedad de un hombre brutalmente asesinado hace pocos meses y que no dejó descendencia legal, ya que no tuvo hijos reconocidos.
Es un sitio estratégico de la biodiversidad del Gran Chaco y por ende de la Argentina. Más aún: es la última reserva de biodiversidad del Gran Chaco, que es, cabe aclararlo, el segundo mayor ecosistema de América después del Amazonas. Y el más grande bosque nativo de la Argentina. Nada menos.
Después del asesinato del desdichado propietario, La Fidelidad se convirtió de hecho en un botín extremadamente apetecible, y es muy probable que múltiples reclamos enturbien rápidamente toda posibilidad de esclarecimiento. Y cualquiera sea el caso, nada garantiza que semejante territorio no acabe devastado, como ya sucedió con el resto de El Impenetrable, tesoro ambiental que hoy va camino de ser sólo un recuerdo.
El apetito por estas tierras es más que obvio: se sabe que ya han desaparecido títulos y certificados. Y empiezan a hacer cola los reclamantes. Y también hay denuncias de que La Fidelidad está siendo destruida –o sea, parcelada– en el mismo instante en que yo escribo esto y usted lo lee.
Hay en la web “ofertas” inauditas. Por ejemplo, se ofrece una “fracción de 30 mil hectáreas” con precio en dólares a consultar. Cualquiera que ponga “La Fidelidad Chaco” en Google se sorprenderá de lo que va a leer.
Por eso es urgente que alguien tome la decisión política de hacer de La Fidelidad el gran parque nacional que el Chaco y Formosa no tienen. El país no lo tiene.
“La Fidelidad es el único pulmón real que queda de todo El Impenetrable chaqueño como sistema de biodiversidad todavía bastante intacto”, aseguró hace muy poco Rolando Núñez, coordinador del chaqueño Centro de Estudios Nelson Mandela. Y algunas organizaciones ambientalistas, como la ONG Banco de Bosques, proponen que las casi 150 mil hectáreas que corresponden al Chaco sean declaradas de inmediato como “reserva de biosfera”.
Y es que luego de décadas de saqueo forestal y expansión de monocultivos industriales, en particular la soja, y ahora también con la ganadería extensiva –producto del mismo avance sojero que expulsa al ganado de la pampa húmeda–, a este paso El Impenetrable acabará convertido en un páramo. Lo cual acarreará múltiples problemas adicionales, porque el del Chaco es un bosque con gente.
Esta es la característica diferencial de El Impenetrable frente a muchos otros bosques: que mucha gente vive allí. Decenas de miles de personas. Seres humanos de carne y hueso. Criollos y pueblos originarios están ahí desde hace varias generaciones. Y su desarrollo socioeconómico y cultural está siendo cada vez más degradado, y muy velozmente.
La creación del Parque Nacional La Fidelidad permitiría incluso –con una política ambiental cuidadosa y rigurosa– la restauración de otros ecosistemas degradados en esa misma región que es el verdadero corazón geográfico de toda la América del Sur. Porque el Gran Chaco abarca no sólo el nordeste argentino, sino también gran parte de Paraguay, Bolivia y el sur amazónico de Brasil.
Lo importante y lo urgente en este caso van de la mano: se trata de que los gobiernos del Chaco y de Formosa, y el de la Nación misma, impidan real y verdaderamente el saqueo por parte de las mafias agrícolas y madereras, antes de que los procesos legales empiojen las previsibles disputas por la propiedad de La Fidelidad. Son abogados y jueces argentinos los que tendrán en sus manos esa tarea; y no sé a ustedes, pero aunque hay entre ellos honrosísimas excepciones, a mí la conciencia ecológica de esas corporaciones no me inspira confianza alguna.
Estamos, pues, ante la última oportunidad de salvar La Fidelidad y hacer de ella la gran reserva natural protegida del Chaco. Los poderes políticos de ambas provincias, como el gobierno nacional, deberían tomar esa decisión política ejemplar que la ciudadanía sin dudas acompañará. Incluso la oposición, mayoritariamente radical en el Chaco y en Formosa, tiene ahora la formidable oportunidad de apoyar esta medida. El silencio no será saludable en esta cuestión y, si acaso fueran a oponerse, sería bueno que lo digan y expliquen por qué en voz alta.
La Fidelidad debe ser convertida ahora mismo en parque nacional; y debe serlo activa y seriamente, no una mera reserva de papel. Si los poderes políticos advierten la importancia de ello, tendremos nuevos Peritos Morenos del Nordeste y de lo que queda de los otrora maravillosos bosques argentinos. Ojalá, porque estamos a tiempo. Pero no hay mucho tiempo.

Página12

miércoles, 6 de abril de 2011

Mi amigo Mario

Por Roberto “Tito” Cossa
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Con Mario me une una amistad que viene de nuestros años mozos. En un momento de nuestras vidas los caminos se abrieron. Mario eligió la ciencia y yo el teatro. Además, Mario se fue a vivir al Sur. Los encuentros se hicieron cada vez más aislados, pero no perdimos la costumbre de juntarnos cada vez que mi amigo pasa por Buenos Aires.
Es un hábito encontrarnos en uno de los boxes del restaurante Edelweiss, en el sector fumadores. Ambos dejamos el cigarrillo hace muchos años, pero yo prolongué el vicio en la pipa y Mario en el cigarro después de comer.
El último encuentro ocurrió hace unas semanas. Como es habitual, empezamos a ponernos al día con las novedades de los familiares, los amigos y de los vecinos de aquellos tiempos. Nunca falta un muerto, noticia que invariablemente se transforma en un chiste de humor negro. Y la seguimos con las últimas películas, algún libro que Mario transita siempre actualizado. Y yo que hago mi aporte teatral. Y la vida.
No puedo precisar en qué momento apareció la política. Pronto me di cuenta de que Mario tenía una mirada de fuerte oposición al Gobierno. Discutimos. El debate, de a poco, nos fue llevando a los extremos. Uno de los clásicos entreveros que se han instalado en la sociedad argentina, especialmente en la clase media progresista. El diálogo fue subiendo de tono. Mario descargaba los argumentos típicos de los medios hegemónicos y de sus columnistas. Yo le respondía con el bagaje oficialista. Hasta que, llegado un momento, le pregunté:
–¿Vos escuchás los discursos de la Presidenta?
–¡¡¡No la sopooorto!!! –se desgañitó.
No había nada más que hablar. Cuando un juicio, sea político o no, nace de la piel, es imposible intentar modificarlo.
Chamuyamos un rato de pavadas y nos despedimos –antes de lo previsto– con un abrazo que me pareció menos efusivo que otras veces.
Pasan los días y la discusión con Mario me sigue dando vueltas en la cabeza. ¿Cómo es posible tanta distancia con alguien con quien siempre pensamos parecido? Que yo sepa, nada cambió en la vida de Mario. Su economía personal nunca dependió ni depende del gobierno de turno. No es alérgico al peronismo. Hemos tenido algunos intercambios por Alfonsín. El se había hecho ilusiones y yo no. Digamos que en la franja del progresismo yo soy un poco más zurdo. Pero algo nos unió siempre: el odio al fascismo.
Y es en este punto donde quiero detenerme, decirle a Mario lo que esa noche no atiné a argumentar.
Mario: muchas veces, vos y yo nos mostramos escépticos acerca del pueblo argentino. Muchas veces, vos o yo recurrimos al manoseado slogan: “Este es un pueblo fascista”. Exagerábamos, por supuesto, pero es cierto que existe una buena porción de argentinos (¿la mayoría silenciosa?) que todavía responde a los peores atavismos. El racismo, la xenofobia y el machismo persisten. Pero algo está cambiando y mucho tiene que ver el Gobierno, éste y el anterior. La aceptación –o, si querés, la no resistencia popular a la ley de matrimonio igualitario– es un síntoma evidente. Y no es el único. Kirchner obligó al general Bendini a bajar el retrato de Videla del Colegio Militar y Cristina colocó el retrato del Che Guevara en la Casa de Gobierno.
Son gestos. Pero gestos importantes. Aparte de conducir la economía, la política y de administrar el Estado, un gobierno baja a la sociedad una ideología, una mirada, un estilo, una manera de vivir. Los gobiernos hacen publicidad, bajan línea, imponen una manera de pensar. Claro, cuando el gobierno es impopular, carece de importancia. Pero cuando un gobierno tiene cierta aceptación en un sector de la sociedad, las consecuencias pueden ser graves. Tanto vos, como yo y como tantos argentinos a quienes nos preocupa la política, que leemos los diarios y nos informamos, tenemos anticuerpos. Pero la mayoría silenciosa no. Acordate de Menem. Acordate cuando en una de nuestras cenas, allá por los ‘90, me dijiste: “Menem le saca lo peor al pueblo argentino. Y me incluyo”. ¿Te parece que no hubo un cambio? ¿Es lo mismo que un presidente abrace y bese en público al almirante Rojas que a Estela de Carlotto?
Hermano: la lucha, según el dicho popular, es cruel y es mucha, y los frentes numerosos. Pero la madre de todas las batallas es cultural. Y el campo de operaciones, el imaginario popular.
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Sábado, 26 de marzo de 2011

sábado, 2 de abril de 2011

La Livertá

Por Osvaldo Bayer
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Hemos esperado unos días. Para que sirviera como reflexión y no como crónica de un suceso. La semana de la memoria he estado en la Patagonia. En Santa Cruz. Tierra para recorrer, admirar, pensar. Nunca lo hubiera imaginado cuando hace cuarenta años inicié la investigación de aquel crimen horrible e inexplicable de los fusilamientos de peones rurales de 1921. Esta Semana de la Memoria, Santa Cruz se la dedicó a ellos. Por supuesto fueron punto de partida para memorizar todo lo que se cometió en estas tierras increíblemente bellas y creadas para la meditación. Me sorprendió. Estuvo todo el pueblo en los actos. Se recordaron las huelgas rurales en todos sus detalles. Es la historia carnal. Inexplicable. No hay explicación. Fusilados por huelguistas.
En Gobernador Gregores –ciudad a la que yo llamo Cañadón Font, porque antes se llamaba Cañadón León, pero el verdadero protagonista de esa región fue el gaucho José Font, “Facón Grande”, héroe de esa huelga justa y noble; por eso “Cañadón Font” y no Gregores, nombre impuesto desde Buenos Aires–, ahí, prosigo, hubo un desfile en el cual participó todo el pueblo. No voy a dar nombres, porque tendría que citar también, entonces, a cada una de esas personas que pusieron el rostro: pueblo, y también presentes desde el gobernador hasta el último funcionario.
Allí se oyó vibrar la palabra cuando se recordó a los mártires del trabajo caídos por las balas del 10º de Caballería. Entre ellos, Facón Grande, el entrerriano, que sin ser peón salió al frente de las peonadas porque comprendió que era justo defender a los trabajadores de la tierra contra la explotación del latifundismo creado por Roca.
Pero todo comenzó en Río Gallegos con actos en la universidad y en la Dirección de Cultura. Y de allí salir a recorrer esas distancias infinitas y volver a vivir la emoción del recuerdo. Se marcó el circuito histórico-cultural. Sí, un turismo cultural que ayuda a saber y comprender la historia de los pueblos.
En ese acto de Cañadón Font, en el “Cañadón de los Muertos”, se llevaron flores a la tumba masiva de los peones fusilados. Estuvieron presentes hombres de a caballo (y mujeres también) con prendas gauchas, con mirada silenciosa oyendo las palabras de recuerdo ante tantos hijos de la tierra muertos a balazos oficiales. Un día pleno de sol, como cuando cayeron gritando “viva la huelga”. Y de allí por las rutas de tanta estancia hasta llegar a la tumba donde están los huesos de Albino Argüelles, el idealista de la justicia social, llegado desde Buenos Aires, perseguido por haber actuado en la Semana Trágica, y que de inmediato se puso al servicio de los derechos de la peonada rural. Allí, en el mismo lugar donde fue fusilado Argüelles, están los huesos de sus compañeros que desoyeron el obedecer que manda el patrón. Pero la emoción aumenta cuando se ve al pie de la tumba una placa que recuerda que allí descansan también las cenizas de la compañera y la hija de Argüelles, que ochenta años después del fusilamiento del héroe fueron traídas desde Buenos Aires por su nieto, en un acto que nos llenó de emotividad.
De allí al desfile popular en Cañadón Font (Gregores) y actos en salones plenos de participación popular. Sonaron las guitarras gauchas y los cantos criollos por Facón Grande, el héroe que tiene un increíble monumento en la entrada de Jaramillo. Allí, a pocos metros de donde fue fusilado. Ahí está, con la mirada hacia Buenos Aires como preguntando: ¿por qué hicieron esa matanza las tropas venidas de Buenos Aires? Si pedíamos tan poco frente al poder de los terratenientes. Esos que, finalmente, le cantaron el “for he is a jolly good fellow” al teniente coronel Varela. Sí, los dueños de la tierra desde la concesión Grünbein, cuando Roca le dio dos millones quinientas mil hectáreas de tierras santacruceñas a 137 estancieros ingleses: Halliday, Scott, Wood, Wilson, Hamilton, Saunders, Mac George, etc., etc., etc., etc. Realidades del pasado argentino. De eso no se habla.
En Jaramillo el pueblo vibró con el recuerdo de los fusilados en sus tierras. Con la guardia gaucha siempre presente. Y todo allí se conserva: el trabajo de restauración de la estación ferroviaria, donde estuvo Facón Grande detenido ya para ser llevado al muere, las casas históricas con el recuerdo de las primeras familias. El culto de la historia palpita en ese rincón del mundo. Y de allí a Puerto Deseado, la ciudad abierta a la historia. Donde se llevó a cabo la reconstrucción del combate de Tehuelches. Cuando Facón Grande hizo recular al ejército argentino, en el único combate abierto entre los uniformados y los huelguistas. Y donde también el teniente coronel Varela traicionó a Facón Grande, a quien invitó a parlamentar y allí lo hizo detener y fusilar. Un hecho que ha quedado para siempre en esas tierras patagónicas. La traición a la palabra.
Por eso, mientras hoy Facón Grande es el héroe de esas tierras y tiene un monumento, del represor nadie se compadece. Hasta hace muy poco su tumba en el panteón militar de la Chacarita tenía una sola placa que decía: “La comunidad británica de Santa Cruz al teniente coronel Varela, que supo cumplir con su deber”. Está todo dicho. No falta ningún otro documento para demostrar por qué intereses fusiló el oficial argentino.
En Puerto Deseado nos encontramos con una agradable sorpresa: los jóvenes que integran el núcleo de investigadores de esta historia patagónica. Pues bien, ese grupo se ha puesto el nombre de: “De cara a la Livertá”. Sí, Libertad escrita así, tal cual estaba escrito en una rústica cruz que yo encontré en el año 1973 en una tumba masiva que decía: “A los caídos por la Livertá”. Palabras grabadas por las manos de algún peón. Claro, un ser que no sabía cómo se escribía ese concepto, pero que tenía conciencia de lo que significaba y luchaba por ella, como sus compañeros muertos. Porque esa gente sabía que la dignidad empieza por la libertad. Sin libertad nunca habrá dignidad. Esa cruz, décadas después fue entregada por el doctor Suárez Samper y por mí al museo de Jaramillo. Es como para seguir escribiendo Livertá así. Tal vez logremos de esta manera la verdadera: la Dignidad en Libertad.
Para mí, todo ese recordativo en la Semana de la Memoria santacruceña fue el punto final a la búsqueda de la verdad de esos hechos tan crueles de nuestra historia. Ya está instalada esa verdad histórica, ya nadie la puede destruir. Me imagino el rostro de esos trabajadores de la tierra en el momento en que se encontraban frente a los pelotones de fusilamiento. El dolor, la incomprensión ante una injusticia inenarrable. Allí están sus huesos, en esas inmensidades. Tal vez rondan por las calles de nuestros desaparecidos. Con todos los que luchan eternamente por la Livertá.
Y sigue el pueblo luchando por sus héroes y la dignidad en la historia. En Balcarce se ha eliminado el nombre de la calle General Uriburu, el golpista fusilador del ’30, y sigue la lucha por quitar su monumento. En Azul ha ocurrido algo como para salir a la calle a aplaudir: un colegio de esa ciudad pasará a llamarse “Arbolito”, por el voto de sus alumnos. Arbolito fue el ranquel que puso fin a la vida del coronel Rauch, militar europeo contratado por Rivadavia “para exterminar a los indios ranqueles”. Y el primer comunicado de ese militar occidental y cristiano lo dice todo: “Hoy, para ahorrar balas, hemos degollado a 27 ranqueles”. Está todo dicho. Hasta que un ranquel, apodado “Arbolito” por su largo pelo, lo esperó en una hondonada e hizo justicia. Ahora, el voto estudiantil ha justificado esa acción con su voto, por el “derecho de matar al tirano”.
Y otra noticia que nos llenó de alegría es que el jurado del Festival del Cine Documental Político de Buenos Aires nos otorgó el primer premio de producciones argentinas de largometraje por nuestro film Awka liwen (“Rebelde amanecer”), que justamente habla sobre el pasado y presente de la población autóctona de estas tierras argentinas. Es que la verdad no puede negarse, a pesar de los intentos de una historia oficial que está cayendo en desuso ante las pruebas. Es un paso más hacia la “Livertá”.

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