sábado, 30 de marzo de 2013


La realidad vergonzante

Por Osvaldo Bayer
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El lunes pasado asistí, aquí en Buenos Aires, a uno de los actos más plenos de coraje y constructivos de los que he vivido en mi larga vida. El realizado en la Comisión Nacional de Valores, en la calle 25 de Mayo, plena de bancos y de vida financiera y de negocios. Se presentó allí un informe acerca de “Economía política, sistema financiero y dictadura”. Por primera vez una investigación a fondo de los delitos económicos cometidos por la última dictadura militar. Delitos que beneficiaron a militares y a los civiles colaboracionistas de la dictadura, casi todos ellos, empresarios de gran fuste. Sí, por primera vez se investiga este aspecto de la última dictadura que, a la vez que hacía desaparecer a seres humanos, se quedaba, en el caso de empresarios, con su fortuna, sus propiedades, sus acciones. Como digo siempre: en mis 86 años he conocido trece dictadores. Todos ellos, después de finalizar su poderío murieron pacíficamente en sus domicilios, gozando de sus sueldos de generales y almirantes y, por supuesto, de sus títulos militares. Esta es la primera vez que los dictadores y sus secuaces están en cárceles comunes y se investigan los delitos económicos cometidos durante sus mandatos. La única vergüenza para la Etica ha sido que Martínez de Hoz, el secuaz más penetrante de ese período de violencia e injusticia, murió en su edificio, el más lujoso de Buenos Aires, el Cavanagh. Y aquí la pregunta es: por qué si las cárceles argentinas todas tienen instalaciones médi-
cas no se lo envió a una de esas enfermerías carcelarias. No, Martínez de Hoz murió en su cama y en su edificio de aristócrata.
Pero vayamos al informe de la Comisión de Valores. Ese informe fue elaborado por tres profundos investigadores: Celeste Perosini, Walter Bosisio y Bruno Napoli. En la edición del domingo pasado de Página/12, Alejandra Dandán hace un profundo análisis de este informe. Y con esta nota quisiéramos ahondar en dar datos sobre el doloroso y patético proceso que debieron sufrir los empresarios Alejandro y Carlos Iaccarino, dos hombres que trataban de establecer un sistema menos explotador y más coherente, en cuanto a la distribución de bienes en torno de sus obreros y el cuidado de la naturaleza. Dos aspectos muy mal vistos por los empresarios clásicos y por la línea económica llevada a cabo por Martínez de Hoz y apoyada por las tres armas de la Nación.
Es increíble: todo está demostrado en actas oficiales y de los juzgados. Nada se puede desmentir. Los hermanos Iaccarino poseían una empresa lechera en Santiago del Estero. Su forma de administración era bien distinta a las demás empresas que dominaban el mercado. Eliminaban las intermediaciones, trataban directamente con los productores, a los cuales se les pagaba más, y con los obreros se mantenía un diálogo perfecto conformándose los empresarios con ganancias más bien modestas pero que les llenaban de orgullo frente a las fortunas de la competencia. Por supuesto, esto no fue soportado por los poderosos que tenían contactos con el jefe supremo de la Economía, Martínez de Hoz.
Los tres hermanos fueron detenidos el 4 de noviembre de 1976, acusados de conspirar contra los bienes de la Nación. Comenzó el martirio. Los hermanos Alejandro, Carlos y Rodolfo Iaccarino estuvieron en nueve centros clandestinos de detención y en catorce centros de detención oficiales. Sufrieron torturas de toda clase. Alejandro nos relata lo que es soportar la picana eléctrica en todos sus matices y el estar “colgados” mientras se les practicaban esas torturas. Lo que perseguían los torturadores era que renunciaran a sus propiedades y se alejaran para siempre de las zonas en las que desarrollaban sus tareas. Hasta que todo culminó con lo que perseguían sus enemigos económicos: la renuncia a sus empresas y propiedades. Parece increíble. Pero todo se hizo legalmente: vino la escribana a la cárcel y también quienes exigían quedarse con todo. Ahí se levantó el acta, de la cual tienen una copia dada por la escribana oficial. Dice el acta: Escritura Número 210, en la ciudad de Avellaneda, a once de noviembre de 1977, ante mí, Lía M. Cuartas de Caamaño, escribana titular del registro No. Uno de este partido y a solicitud de los requirientes me constituyo en la Brigada de Investigaciones de Lanús, con asiento en Avellaneda... etc. Y allí les dan el poder a dos personas que podrán vender al precio que ellos indiquen las propiedades de sus posesiones en Santiago del Estero. Tal cual, con nombres y apellidos. La pregunta es: ¿cómo una escribana pudo soportar que a dos presos del Poder Ejecutivo se les obligue a firmar en ese centro de detención conocido como El infierno? Esa señora escribana sigue ejerciendo su profesión ahora, como si nada hubiese pasado. Sí, esa acta fue firmada con la condición de salvar sus vidas y terminar con los tormentos. Cuando salieron de la cárcel habían perdido todas sus pertenencias.
Hay un detalle todavía más increíble: dos de los empresarios enemigos de los hermanos Iaccarino, Bruno Chezzi, presidente de las empresas Equino Química y de la compañía de Tierras y Hoteles de Alta Gracia, y otro empresario, Vicente García, quienes eran los que habían movido a Martínez de Hoz en contra de los hermanos, acompañaron a la escribana en esa oportunidad, para ayudar a convencer a las víctimas de firmar porque si no sus vidas peligraban definitivamente. O entregaban todos los bienes o terminaban en el Río de la Plata tirados desde aviones de la Marina. Como era costumbre.
Esto ocurrió en la Argentina. La misma que tiene un papa, una reina con corona y un rey de la redonda. Y los peores crímenes de la humanidad. De una crueldad inaudita. Permitidos y ordenados desde el poder. Nuestros militares, nuestra policía pero también nuestros empresarios, es decir, también nuestros civiles, los políticos que aceptaron sonrientes ministerios y otros cargos y que hoy viven y pasan su vejez muy tranquilos en sus countries. Y obispos que daban la comunión en la Catedral a los desaparecedores. Un período donde reinó la malicia y lo peor del ser humano: la crueldad extrema. Los hermanos Iaccarino colgados y sometidos a la picana eléctrica para que dejen sus propiedades a los del poder. Un tiempo que nuestros nietos no comprenderán jamás.
Los hermanos Iaccarino tendrían que ser paseados oficialmente por todas las ciudades y pueblos del país, por todas sus universidades, por todos sus centros culturales para que relaten sus experiencias de empresarios que habían cometido el pecado de desafiar a las grandes empresas con un nuevo método de comerciar, más humano y más democrático. El 20 de abril comienza el juicio contra sus últimos represores de El infierno y sobre cómo allí debieron renunciar a todas sus propiedades ante una escribana oficial. Ojalá que también se haga el juicio con los empresarios que se prestaron con la dictadura de la de-saparición de personas para engrandecer su poderío eliminando a la competencia. Por fin: juicio a los civiles y uniformados que faltaron de esa manera tan atroz a la dignidad humana.
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miércoles, 27 de marzo de 2013

papa Francisco


El papa Francisco, las esperanzas y los gestos

Por Mempo Giardinelli
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Mientras en el mundo todo era sorpresa, alegría y beneplácito, en contrapunto circulaban las conocidas denuncias sobre quien hasta hace dos semanas era el porteño cardenal Jorge Bergoglio y ahora es el papa Francisco.
En ese contexto algunos preferimos la prudencia del silencio momentáneo, entre otras razones para eludir no las cataratas de textos emotivos y sinceros, sino el exceso de lugares comunes y opiniones oportunistas con que también fue recibido en la Argentina el nuevo jefe supremo de la Iglesia Católica universal.
En este país, después de superado el inicial, pequeño fervor nacionalista, y acalladas las voces de ciertos actores políticos cuyos acomodamientos siempre producen vértigo, es tanto un derecho como un deber recordar ante todo que el marco imprescindible para evaluar al nuevo papa, por su origen argentino, es recordar que el 24 de marzo de 1976 se instaló aquí la más brutal y sanguinaria dictadura cívico-militar-religiosa-empresaria.
Y decirlo así no es faltar a la verdad, sino distinguir a dirigentes civiles democráticos como Raúl Alfonsín u Oscar Alende, religiosos abnegados y solidarios como Enrique Angelelli o Carlos Mugica, y empresarios como José Ber Gelbard, Carlos Heller y algunos más.
En ese marco, es un hecho que la lucha por los derechos humanos define el presente de este país, cuya historia reciente no ha sido ni es otra cosa que una lucha permanente por la Verdad, la Memoria y la Justicia. Cada uno en su actividad o profesión, y muchos y muchas en los organismos, así se construyó y construye nuestra democracia.
Esa lucha consecuente es también la tarjeta que habilita moralmente a intelectuales como Horacio Verbitsky, Horacio González y tantos más, cuyas trayectorias han sido coherentes y basadas en la investigación, el rigor académico y un coraje cívico ejemplares. Esas cualidades que caracterizan también a Estela de Carlotto, Hugo Cañón, Laura Conte y decenas de emblemáticos luchadores/as por los derechos humanos, los autorizan a esperar del flamante papa pronunciamientos hasta ahora aguardados en vano.
Y es que él como pastor y la Iglesia que condujo nunca se pronunciaron públicamente para señalar a los responsables de la tragedia argentina. Tampoco condenaron las desapariciones forzadas de personas ni las apropiaciones de niños y otras atrocidades, y nunca convocaron ni recibieron a los organismos de derechos humanos. No es otra cosa que esa ajenidad militante del otrora cardenal Bergoglio lo que se ha cuestionado en estos días. De ahí que resulte grotesco que algunos periodistas y grandes medios de este país cuestionen ahora a un investigador periodístico como Verbitsky, que ha hecho de su vida un puro ejercicio de memoria.
En este punto también es imperativo saber leer la actitud del gobierno nacional, que seguramente evaluó, y con razón, que era infantil embarcarse en un enfrentamiento absurdo. La Presidenta hizo entonces lo que era políticamente más aconsejable: entender a toda velocidad que Bergoglio dejaba de ser un duro opositor, para ser desde ahora Francisco, un jefe de Estado con presencia e influencia universal.
Es sabido que la jerarquía eclesiástica argentina y latinoamericana es conservadora, y en eso no hay fisuras. De hecho, cuando se las permiten, no es por tolerantes sino por pragmáticos. Son inflexibles en la condena a quienes cuestionan dogmas y en la satanización de los homosexuales; en la subvaloración de la mujer, la tolerancia a las desigualdades y la inclinación a ciertas inquisiciones. Por eso seguirán en contra del matrimonio igualitario, la anticoncepción de emergencia y el aborto seguro y no punible, mientras seguramente curas deplorables como Von Wernich y Grassi continuarán siendo protegidos. De igual modo es previsible que el nuevo alineamiento papal contra la pobreza consistirá en acciones piadosas frente a las consecuencias, pero no en luchar contra las causas y sus responsables. Y nada indica que el Vaticano se abrirá a otros grandes temas pendientes, como el celibato.
Pero aunque todo sea así, al menos en el caso argentino es esperable que el papa Francisco repudie de una vez, y públicamente, a la última dictadura argentina y a sus cómplices civiles, empresarios y religiosos. ¿Por qué no pensar, incluso, que los reparos a la cuestionable conducta de las jerarquías católicas argentinas de por lo menos los últimos 40 años, en esencia no han buscado otra cosa que inspirarlo para que produzca un suave pero decisivo viraje?
De hecho tuvo una oportunidad de oro cuando los genocidas celebraron la fumata colgándose escarapelas del Vaticano y a los gritos. Con sólo un gesto hubiera podido despegarse de semejantes aplaudidores, pero no lo hizo.
Y tampoco la Iglesia argentina se pronunció esta semana frente a los ataques a la Comisión Provincial de la Memoria en La Plata y en Bahía Blanca, la agresión a la estatua de Rodolfo Walsh en Neuquén o la brutal golpiza a un joven en San Isidro al grito de “ser homosexual es pecado”.
Seguramente Francisco no podrá hacerlo todo para reposicionar a su Iglesia, pero no hay que perder las esperanzas de que produzca algunos gestos concretos. Ojalá. Porque de lo contrario seguirán resonando los viejos clarines, es decir la estridencia de los mismos, viejos, cómplices silencios.

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martes, 26 de marzo de 2013

26 de marzo de 1976



Carta abierta al Papa de una Abuela de Plaza de Mayo

Por Sonia Herminia Torres *

Mi muy respetado Francisco:
Mi nombre es Sonia Herminia Torres y soy una de las tantas Abuelas de Plaza de Mayo de la Argentina. Vivo en Córdoba y a esta carta la escribo en esta fecha porque este 26 de marzo, hace 37 años, cambió mi vida en forma intempestiva, abrupta, definitiva. Esa fecha partió mi vida en dos.
Un 26 de marzo, hace exactamente 37 años, los militares de la dictadura más atroz que sufrió nuestro país se llevaron para siempre a mi hija Silvina Mónica Parodi, embarazada de seis meses y medio, y a su esposo Daniel Francisco Orozco. Ella tenía sólo 20 años y él 23. Toda la familia esperaba con amor y alegría la llegada del bebé. Desde esa tarde del 26 de marzo de 1976, los estoy buscando.
Sé con certeza que Silvina tuvo su hijo en cautiverio entre los últimos días de junio y los primeros de julio de aquel año terrible. Supe también que fue varón y que lo separaron de su madre y de toda su familia con posterioridad a su nacimiento.
Como tantos otros hijos de madres cautivas, los militares dispusieron de él como un objeto, dándolo a otra familia y condenándolo a caminar a tientas por la vida, sin saber su origen biológico y sin saber que esta abuela y su familia lo aman y lo han buscado incansablemente. Que lo siguen buscando.
Créame, Excmo. Francisco, que la desa-parición forzada de esos seres tan amados se convirtió en un dolor indescriptible que me acompaña desde entonces.
Ya tengo 83 años, y cada día me levanto con la esperanza de encontrar a mi nieto. De que él llame a mi puerta y me diga: “Hola abuela, ¡aquí estoy!”.
No quisiera partir sin poder ver su cara. Sin poder recrear en sus gestos los de sus padres, mis hijos, que, desde esas fotos en blanco y negro que las Abuelas llevamos siempre en nuestras marchas, nos miran. Porque, suspendidas en el tiempo, sus miradas son un ruego, al igual que nuestro andar sin descanso.
Su llegada al Vaticano, Francisco, ha renovado las esperanzas sobre todo lo que puede el inmenso poder de Dios y de su Iglesia. Es por eso que me dirijo a Usted, como máximo representante de la Iglesia, para pedirle que actúe sobre aquellos que tienen un conocimiento directo de dónde están nuestros nietos y nos digan a quiénes se los entregaron y dónde enterraron a sus padres.
Estoy convencida de que Usted, en este momento histórico, irrepetible, puede interpelar sus conciencias para que reparen de alguna manera el daño que han infligido.
Después de años de tristeza y desazón que han dejado marcas profundas en mi alma y en mi espíritu, deposito mi esperanza en Usted, Santo Padre.
Ya no me queda mucho tiempo. Quisiera rogarle que antes de mi viaje final me ayude a reencontrarme con mi nieto para que juntos podamos ponerles una flor a sus padres, contarle su historia, la mía propia, y juntarnos en el abrazo eterno que sólo permite el amor. Enseñarle que el amor crea mundos o los vuelve a refundar hasta de sus ruinas.
Confío en su corazón y en su inteligencia y en el nuevo lugar que Dios ha elegido para su vida. Sé que para Dios no hay cosas imposibles y que de su mano se podría lograr lo que tanto ansiamos las Abuelas de Plaza de Mayo. Es esa certeza la que me ha impulsado a escribirle desde el humilde lugar de madre y abuela.
Con todo mi respeto y con una gran esperanza, le envío mis mejores deseos en su tan trascendente misión.
* Abuelas de Plaza de Mayo-Filial Córdoba.

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lunes, 25 de marzo de 2013

Estela de Carlotto volvió a referirse a Jorge Bergoglio


“Nunca habló de los nietos”


La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo manifestó su deseo de que, “cuando el Papa venga o antes, podamos conversar y darnos la mano que nunca nos dimos”. Nora Cortiñas, de Madres Línea Fundadora, también cuestionó el rol de Bergoglio en la dictadura.


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Carlotto dijo que le gustaría que el Papa tuviera “un gesto” en favor de la búsqueda de los nietos.
“Bergoglio nunca habló de nuestros desaparecidos ni de los nietos que estamos buscando”, recordó ayer la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, y dijo que le gustaría que el Papa las recibiera y tuviera “un gesto” en favor de la búsqueda de los nietos apropiados durante la dictadura. En el mismo sentido, Nora Cortiñas, de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, aseguró que durante la dictadura el ex arzobispo porteño “no cumplió con el rol que tenía que cumplir”.
El tema fue planteado durante entrevistas radiales por el nuevo aniversario del golpe de Estado del ’76. Carlotto dijo que las Abuelas “siempre tuvimos ganas de hablar con él. Esperábamos que nos convocara como máximo exponente de nuestra Iglesia en Argentina. Pero nunca nos llamó, y lo digo con dolor, y para que se revierta, no para condenar”.
La titular de Abuelas agregó que le gustaría que, “cuando el Papa venga a la Argentina o antes, podamos conversar y darnos la mano que nunca nos dimos”. Por otra parte, destacó que Bergoglio “es argentino, lo cual nos da una inmensa satisfacción, nos pone contentas, ya que es bueno para Argentina y para Latinoamérica que sea papa un hombre que vivió, sufrió y fue feliz en esta tierra, porque va a saber lo que necesitamos desde la Iglesia”.
Por su parte, Cortiñas sostuvo que Bergoglio “ocultó y dejó de decir cosas que su investidura lo obligaba a decir. No sé si lo hizo por miedo o miró para otro lado”.
Cuando asumió como papa, Carlotto ya había remarcado cuál fue la actitud de la Iglesia frente a los que buscaban a sus familiares secuestrados. “Bergoglio nunca habló ni se acercó a las Abuelas para ayudarnos, ha ayudado en otros temas, muy lacerantes, pero no en el nuestro.” También ha recordado que en las visitas del Papa a la Argentina, “las Abuelas fuimos a las avenidas por donde iba a circular el papamóvil, esperando su bendición y que nos viera, el pañuelo blanco era el símbolo, y el Papa miraba para otro lado. Y les daba la comunión a los genocidas. Recién el papa Juan Pablo II nos recibió en 1998”. En ese sentido, ayer señaló que desde las Abuelas “no cambiamos nuestro discurso según la ocasión”.
Sobre el acto del 24 de marzo, Carlotto destacó la presencia de “tantos jóvenes y familias” y, en especial, la presencia de magistrados y representantes de la Justicia “junto a quienes estamos tratando de modificar la constitución del Poder Judicial”. “Hay gente dentro del Poder Judicial que todavía responde a ese pasado terrorífico, demora causas y pone trabas para que las cosas no se resuelvan en tiempo y forma.” Esas personas “han sido cómplices, negando hábeas corpus, archivando causas, condenando y apropiándose de nuestros nietos”.

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sábado, 23 de marzo de 2013



Ensalada con papas

Por Luis Bruschtein
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El polaco Karol Wojtyla inició en 1978 un papado muy conservador, con el obispo alemán Josef Ratzinger, su mano derecha, al frente de la Congregación de la Doctrina de la Fe, la ex Inquisición. Durante 35 años la Iglesia representó la imagen militante del statu quo y el antiprogreso. Durante esos 35 años la Iglesia no cambió nada. Pero los dos obispos que controlaron el Vaticano en ese tiempo ya no están. La llegada de Jorge Bergoglio implica un cambio. Todas las señales que se encargó de transmitir el flamante papa Francisco son para demostrar que no habrá continuidad, que habrá un cambio. Se habla de un cambio en la posición del Gobierno, pero lo que ha cambiado ha sido el Vaticano. Resulta tan evidente que no se entiende esa evaluación crítica de la posición oficial ante la Iglesia. Es más, el Gobierno cambia su posición porque percibe el cambio que se quiere plantear desde el Vaticano.
Hasta aquí se puede llegar sin hacer futurismo, porque nadie puede predecir hasta dónde llegarán esos cambios tanto en la Iglesia como en el Gobierno en relación con ella. El cambio de papa tiene una proyección que trasciende a la Argentina, que es apenas un hilo en el enmarañado entretejido del Vaticano.
El papado de Wojtyla fue el de la hegemonía del neoliberalismo en el mundo, de la caída de los socialismos reales, del surgimiento de un mundo unipolar y de la globalización, de los reinados de Ronald Reagan y Margaret Thatcher. Por eso Wojtyla fue Wojtyla. Como hombre de esa estructura vertical, el arzobispo Bergoglio fue expresión de esa Iglesia. El mundo actual es más complejo, las hegemonías están en discusión, los capitalismos centrales están en crisis y se produce el resurgimiento de procesos populares en América latina. El esquema cortesano y conservador de Wojtyla estaba en decadencia desde hacía varios años, no podía dar respuestas ni interpelar a ese nuevo mundo. Con esa idea de que todo es negocio y oropel, asoció a la Iglesia con grupos empresarios que terminaron por embarrar al Vaticano en un mundo de corrupción. Ese esquema se agotó y por eso se plantea este aparente sinsentido donde el arzobispo Bergoglio, en alguna medida no es exactamente lo mismo que el papa Francisco, aunque sean la misma persona. El primero expresaba el ciclo que se termina, y el segundo, al que empieza.
Estos cambios pueden ser sutiles o evidentes, superficiales o profundos. En tan poco tiempo es difícil saberlo. Si realmente beatifica al curita Carlos de Dios Murias, asesinado por la dictadura en La Rioja, implicaría un hecho trascendente. Los responsables de su asesinato están en prisión, entre ellos el ex general Luciano Benjamín Menéndez, el señor de la Muerte en la zona del Tercer Cuerpo de Ejército y amigo personal del entonces arzobispo Raúl Primatesta. La beatificación del curita entrañaría una mirada diferente hacia el pasado. Llevaría implícita una autocrítica por la complicidad de la jerarquía eclesiástica con la dictadura, algo que difícilmente haría la Iglesia argentina en forma explícita. Pero si esa beatificación se cajonea, quedaría como un gesto pour la gallerie, una escenificación del cambio sin que nada cambie.
Se pueden hacer muchas disquisiciones sin llegar al hueso. Todas son posibles. La Presidenta pudo percibir esa apertura, la llegada de un escenario diferente. La reacción de la oposición, en cambio, fue de desconcierto, sobre todo en los grandes medios. Los protagonistas no se ajustaron a sus libretos. Todos esperaron una sensación de derrota en el oficialismo y una cantidad de gestos hacia la oposición. Cada quien tuvo lo suyo, pero las dos horas y media que estuvo la Presidenta con el Papa generaron inquietud en la oposición. Son señales, un arzobispo no es lo mismo que el Papa, pero por muy fuertes que sean, sólo son señales. Falta un recorrido.
Es cierto que el arzobispo Bergoglio siempre manifestó vocación por estar cerca de los humildes y que efectivamente realizaba misas en las villas. Pero el estado de pobreza no es un estado de gracia ni una situación deseada. Por el contrario, se trata de que los pobres dejen de serlo. Las misas son bienvenidas, pero lo que derrota a la pobreza son las políticas económicas que crean trabajo y los medios para dignificarlo, así como las políticas sociales que contienen a los más vulnerables, como los niños y los ancianos.
La Iglesia tiene una Doctrina Social y un sector del peronismo afirma que de allí sale el pensamiento central de sus tesis, algo en lo que Perón nunca hizo demasiado hincapié. Porque a pesar de sostener esa supuesta Doctrina, la Iglesia se opuso a los gobiernos peronistas. Los golpes antiperonistas usaron a las Iglesias para conspirar, y sus símbolos, como el del Cristo Vence, para identificar a sus fuerzas. Perón fue excomulgado por el Vaticano y perdonado después de muchos años. Según se dice, Bergoglio es peronista, pero lo que muestra su relación con el kirchnerismo es que se trata del primer gobierno en cuarenta años que tiene una política económica que abrió millones de puestos de trabajo, que tiene políticas sociales de alto impacto hacia la niñez, como la Asignación Universal por Hijo, y hacia los ancianos, incorporando a millones de personas a una jubilación de la que habían quedado afuera con las AFJP. Es el gobierno que logró por primera vez en 40 años que cambiaran en forma positiva los índices de desocupación, pobreza y mortandad infantil y, sin embargo, ha sido el gobierno al que más se opuso la Iglesia en estos cuarenta años, incluyendo a la dictadura militar y al menemismo, que fueron tratados con beneplácito.
Al revés que otros gobiernos populares del siglo pasado, que rápidamente expresaron su antagonismo con la Iglesia, el peronismo –incluyendo al kirchnerismo– siempre trató de llevarse bien con ella, y sin embargo siempre le cerraron las puertas. Por eso mismo y a su pesar, el peronismo ha puesto en evidencia el trasfondo regresivo de la jerarquía eclesiástica.
Las tensiones entre los gobiernos kirchneristas y Bergoglio se encuadraron en ese desencuentro histórico en dos ciclos muy conservadores de la Iglesia católica. Uno termina en los años ’60 con el Concilio Vaticano II y el reflujo anticoncilio lo encabeza después el dúo Wojtyla-Ratzinger que le toca al kirchnerismo.
El papa Francisco abre un período diferente. Todas las señales, expresamente meditadas, lo presentan así. Pero en tan poco tiempo nadie puede predecir sentidos y densidades. Cada quien lo tomó a su manera.
La derecha peronista, a través del ex embajador menemista en el Vaticano Esteban Caselli, apostó primero al cardenal italiano Angelo Scola, que representaba la continuidad de los cortesanos del Vaticano entronizados en los dos papados anteriores. Cuando fue elegido Bergoglio, montaron una operación mediática para sacar al embajador Juan Pablo Cafiero. El cálculo era que se desataría una guerra fulminante entre el papa Francisco y Cristina Kirchner que debilitaría a la Presidenta. Hicieron circular versiones de que Cafiero había hecho campaña contra Bergoglio. “Habría”, “podría”, “haría” y así construyeron una historia indemostrable que fue repetida y enriquecida por sus operadores y periodistas militantes y que se fue pinchando a medida que el nuevo papa no reaccionaba como esperaba la oposición.
Para la ultraderecha católica argentina, desde el Opus Dei hasta el obispo de La Plata Héctor Aguer, significó un retroceso aunque celebren tímidamente. Los que esperaban una señal o apenas un gesto a la oposición para las elecciones de medio término de 2013 también se frustraron porque ya se anunció que no viajará a la Argentina cuando visite Brasil, en julio. El gesto es claro, pero en sentido contrario: no quiere visitar a su país en el marco de un proceso electoral.
Si resultan incógnitos otros caminos, podría decirse con bastante seguridad que en el plano de los derechos de las minorías sexuales y los derechos de género, como la interrupción del embarazo o las políticas de salud reproductiva, la Iglesia mantendrá el mismo tono. Tras su reunión con el Papa, Dilma Rousseff ya anunció en Brasil que se opondrá a la despenalización del aborto. Esas luchas se darán ahora en un contexto más difícil. Cristina Kirchner no se derramaría en elogios hacia un ex duro adversario y Dilma Rouseff no resignaría un objetivo por el que siempre luchó si no tuvieran una razón para hacerlo. Fue con las jefas de Estado con las que se reunió primero. Y sería muy revelador, seguramente, acceder a los textuales completos de esas dos conversaciones.

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Rezo por vos

Por Sandra Russo
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“Recen por mí” es probablemente la frase más pronunciada por el ex cardenal Jorge Bergoglio desde que es el papa Francisco, y va camino a ser uno de sus sellos distintivos. Formó parte de su presentación pública apenas ungido como “obispo de Roma”, según también optó llamarse a sí mismo, en el mismo discurso en el que, por primera vez después de dos papados, fue pronunciada en ese balcón vaticano la palabra “pueblo”. Quién sabe qué palanca espiritual, qué masa de energía encauzada por millones de personas está pidiendo el Papa, qué fuerza extra propone que se geste en colectivo con su feligresía. Pero lo pide, insiste tanto en su “recen por mí”, que ya traspasa lo verbal y anida en una actitud.
Su designación desató en la Argentina y en el mundo múltiples interpretaciones y lecturas. ¿El primer papa latinoamericano qué expresaba?, apenas conocida la noticia, inescindible de la sorpresiva renuncia de su antecesor. ¿A qué le llamará ahora la Iglesia Católica “evangelización”? ¿Implicaba esa designación la voluntad de disciplinar con ortodoxia católica a una región que amplía derechos y desoye las recetas económicas que rigen en la latitud donde reinan los papas? ¿O era el gesto autocrítico con el que la Iglesia que equivale a Occidente admite una derrota moral? ¿Exhibía la necesidad de virar el timón para rescatar vocaciones, recuperar prestigio, aplacar escándalos? ¿Era una movida política o espiritual? El primer papa latinoamericano, ¿qué significaba en esas horas del primer impacto? Mucho, seguro. ¿Pero en qué sentido?
De toda la región, la Argentina es el país en el que el terrorismo de Estado de hace tres décadas fue puesto con más énfasis y voluntad política sobre la mesa. Eran conocidas las denuncias sobre algún tipo de responsabilidad de Bergoglio que, sobre sus desapariciones, le adjudicaron en su momento los jesuitas Yorio y Jalics. Yorio murió y ahora Jalics desmiente esa responsabilidad. El ex cardenal emerge de la media sombra, porque la poca luz, en esos años, se la quedaron los obispos y los curas que, arraigados en los sectores populares –e involucrados en sus luchas, que muchas veces era la lucha por una vida digna– fueron asesinados junto con miles de opositores a los regímenes autoritarios de esa época. El símbolo de todos ellos fue el obispo Enrique Angelelli.
No eran conocidos, en cambio, los testimonios como el del cura Miguel La Civita, colaborador de Angelelli, que esta semana describió cómo, en 1976, él y otros seminaristas de la diócesis riojana fueron alojados y protegidos por Bergoglio en el Colegio Máximo de los jesuitas, de San Miguel, que él dirigía. También se supo, en estos días, que Bergoglio firmó en 2011 el pedido de beatificación del cura Juan de Dios Murias, torturado y asesinado por el terrorismo de Estado en 1976, junto al cura Gabriel Longueville. Esas dos muertes eran las que investigaba Angelelli cuando fue también asesinado un mes más tarde.
Se ignora todavía si el nuevo papa dará curso a ese pedido de beatificación del que participó, pero si lo hiciera, ya no estaríamos ante un gesto como el de pagar su hotel o suspender desde Roma su suscripción a La Nación. En ese caso, la beatificación de Murias sería de un peso simbólico enorme y daría visibilidad dentro de la Iglesia Católica a los centenares de sacerdotes de la Teología de la Liberación que durante los años de plomo fueron ejecutados y martirizados en toda la región, junto a miles de personas, no por formar parte de agrupaciones armadas sino por hacer efectivo ese deseo que hoy expresa el Papa: quedarse al lado de los pobres, pedir una Iglesia pobre, volver a las fuentes de lo que alguna vez los inclinó a sus vocaciones.
Sin detenerse en estas historias que los argentinos tenemos tan presentes, desde otros puntos de la región hubo reacciones disímiles y temperamentales. Se puso en evidencia, por ejemplo, el carácter de época de los socialismos del siglo XXI, plagados de dirigentes que empatizan con la fe cristiana de sus pueblos, pero que no gobiernan queriendo agradar a Roma. Rafael Correa no tardó en alborozarse con su “¡Viva Francisco I”! En Venezuela, Nicolás Maduro no hesitó en afirmar que en su elección había intervenido el comandante Hugo Chávez desde el cielo. En Uruguay, el presidente José Mujica hizo gala del laicismo que distingue a su país, y dijo que lo único que tiene en común con el Papa es el mate y el tango. La presidenta brasileña Dilma Rousseff le puso onda y dijo el chiste por el que más de uno se ofendió. Por su parte, la presidenta argentina se comportó como lo que siempre dijo que es, una mujer católica, y en ese primer momento del encuentro con el papa Francisco le dijo: “Jorge, esto es increíble. ¿Se acuerda cuando dijimos que nos íbamos a volver a encontrar?” “Y mire dónde fue”, le contestó el Papa.
Así estamos, todos y todas, hermanos y hermanas, compañeros y compañeras, subidos a la montaña rusa de la época, que está abierta y es impredecible. Es innegable el corte transversal de la religión. Los que no somos católicos venimos hace décadas, cuando no siglos, pidiéndole a la Iglesia que nos deje en paz con nuestras convicciones personalísimas y se limite a exigir su dogma a sus fieles. Esa postura política no debería enceguecer ante la alegría genuina de tanta gente que de verdad desea que su propia Iglesia se le aproxime. Y en este punto, me permito decir que, si nos dejan, esa alegría se puede compartir, que es un verbo en común entre unos y otros.
Si algo caracteriza lo nuevo que encarna la región es que la historia no está escrita sino escribiéndose. Un primer papa latinoamericano puede querer decir muchas cosas que todavía no sabemos o no podemos descifrar. Pero seguramente, en lo que eso finalmente se traduzca no intervendrán solamente ni el Papa ni los presidentes ni los cardenales ni los teólogos ni los intelectuales orgánicos o críticos. Las democracias participativas que han permitido que la región emerja se cocinan en una olla colectiva. El teólogo de la Liberación Leonardo Boff dijo esta semana que “Francisco es más que un nombre. Es un modelo de Iglesia”. Ojalá Bergoglio tenga en lo hondo de su mente y de su corazón ese modelo de Iglesia más piadoso y más humilde. Y ojalá, desde sus decisiones como papa, siga honrando el significado de la palabra pueblo.

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jueves, 21 de marzo de 2013


"Siento esperanzas de un cambio en el Vaticano"

La titular de Madres de Plaza de Mayo le escribió una carta al Papa en la que le pide "no luchar por una iglesia para los pobres" sino "para que se termine la pobreza" y promete enviarle una lista de curas tercermundistas víctimas de la dictadura para que "los recuerde por su entrega



Pérez Esquivel: "Francisco me dijo que hay que buscar verdad, justicia y reparación"

El Papa se reunió con el activista de derechos humanos y Premio Nobel de la Paz argentino, Adolfo Pérez Esquivel, quien había rechazado las acusaciones contra Bergoglio que lo señalaban como "cómplice" de la última dictadura militar. "Hablamos de Derechos Humanos", contó. Y reafirmó: "No tuvo nada que ver con la dictadura".


El premio Nobel de la Paz de 1981, Adolfo Pérez Esquivel, se reunió hoy con el papa Francisco y aseguró que el sumo pontífice "dijo que hay que buscar verdad, justicia, y reparación" y destacó que con este papa latinoamericano "la Iglesia sale del eurocentrismo".
En una conferencia posterior a la reunión, a la que calificó de "muy emotiva", Pérez Esquivel afirmó: "Estábamos los dos muy emocionados por este reeencuentro. Lo que me pidió es que lo acompañemos con la oración, y le di mi compromiso de poder acompañarlo y trabajar para que su papado esté al servicio del pueblo de dios y de la humanidad".
"Francisco dijo que hay que buscar verdad, justicia, y reparación", afirmó el Nobel, en referencia a los crímenes cometidos durante la última díctadura, aunque agregó que, según el pontífice, los derechos humanos deben ser también "integrales" y que "no hay que limitarlos a asesinatos de la dictadura, sino también a la pobreza, el cuidado del ambiente y la vida del pueblo".
"También hablamos de los mártires América latina", contó, y sostuvo que le dijo que mañana habrá una celebracién en recuerdo de Monseñor Romero, el sacerdote salvadoreño que denunció las violaciones a los derechos humanos en ese país.
Además, reiteró que "Bergoglio no fue cómplice de la dictadura" pero "tampoco acompañó la lucha". "Hizo una diplomacia silenciosa", señaló, y agregó: "Hubo obispos cómplices de la dictadura, pero no Bergoglio. No era obispo sino superior de los jesuitas".
"Esperamos una renovación positiva para toda la Iglesia, no solo para América Latina", sostuvo, y calificó al encuentro con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner "fue muy positivo" y opinó que "tiene que seguir el acercamiento".
Elección del nombre
Pérez Esquivel señaló que Francisco le relató el momento en el que eligió llamarse de esa manera: "Dice que estaba con el cardenal Hummes, de Brasil, y que en el momento que  lo eligiron le dijo: 'Hay que pensar en los pobres, en los más pequeños, en los más indefensos'. Y él ahí penso en el nombre de Francisco por Francisco de Asís, y todo lo que ello representa".

TIEMPO ARGENTINO

miércoles, 20 de marzo de 2013

El primer beatificado por Francisco sería un cura asesinado por la dictadura con el silencio de la Iglesia



Un santo de la diócesis de Angelelli

El diario italiano La Stampa publicó que el papa Francisco se encamina a beatificar a Murias, quien fue torturado y asesinado por la dictadura junto al también cura Gabriel Longueville. El fiscal Carlos Gonella recordó la complicidad de la jerarquía católica.

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Cristina Murias, durante el juicio por el asesinato de su hermano Carlos y de Gabriel Longueville.

La primera semana del papa Francisco al frente del Vaticano estuvo cargada de gestos. El diario italiano La Stampa sumó ayer uno más a la lista: publicó que Jorge Bergoglio, de quien se cuestiona su papel durante la dictadura, se encamina a beatificar a un sacerdote argentino asesinado por los militares. Se trata del sacerdote Carlos de Dios Murias, que fue ordenado por el entonces obispo de La Rioja Enrique Angelelli, quien también fue asesinado por la dictadura por investigar la muerte de Murias y del sacerdote Gabriel Longueville. En diálogo con Página/12, el fiscal riojano Carlos Gonella explicó cuál fue el rol de la Iglesia Católica en la dictadura ante el asesinato de los curas: “Tuvo el gesto del silencio cómplice”.
Carlos de Dios Murias fue secuestrado el 18 de julio de 1976, torturado y asesinado por la dictadura. Por su muerte fueron condenados en diciembre del año pasado el ex jefe del Tercer Cuerpo de Ejército Luciano Benjamín Menéndez, el vicecomodoro Luis Fernando Estrella y el ex comisario Domingo Benito Vera.
Según el diario La Stampa, el proceso de beatificación de Murias se inició en mayo de 2011 con la firma del entonces arzobispo Jorge Bergoglio. El diario especula con que podría ser el primer beato declarado por el papa Francisco y cita las declaraciones del sacerdote Carlos Trovarelli, provincial de los Frailes Menores Conventuales en Argentina y Uruguay. “La causa para la canonización la comenzó Bergoglio en mayo de 2011, cuando firmó los papeles correspondientes. Y lo hizo con discreción para evitar ser bloqueado por otros obispos argentinos, que aún se oponen a iniciativas similares basadas en el compromiso social de los sacerdotes. Gracias a su cautela, el proceso siguió adelante”, advirtió.
La agencia France Press registró las declaraciones del fraile Horacio Zabala, quien dijo que hay dos comisiones que estudian la beatificación: “La que escuchó a unos 70 testigos, finalizó. La comisión histórica que analiza sus vidas puede terminar su labor en 2013 o 2014. Luego se envía el resultado al Vaticano”, dijo el vicario provincial franciscano.
En 1976, a Murias se lo llevaron junto al cura párroco francés Gabriel Longueville. Los llevaron a una base aérea donde los torturaron. Sus cuerpos aparecieron dos días después acribillados en un paraje cerca de El Chamical. El obispo Angelelli viajó allí a recabar información y murió cuando volvía de viaje en un supuesto accidente de auto, que luego se comprobó que había sido un asesinato encubierto.
“Cuentan testimonios que Angelelli se entrevistó por esto en más de una oportunidad con (el arzobispo de Córdoba, Raúl) Primatesta. Le dijo que le estaban matando a los corderos. Y Primatesta le contestó que eso le pasaba por meterse en esas cosas. Al poco tiempo, Primatesta fue presidente de la Conferencia Episcopal. Allí hay un documento en el cual lo asesoran a Videla sobre cómo tratar a los desaparecidos”, recuerda Gonella. El documento fue publicado por el periodista Horacio Verbitsky en Página/12.
“La beatificación de Murias sería un gesto importante de Bergoglio –estimó el fiscal Gonella–. Espero que sea el principio de una apertura del debate por parte de las máximas autoridades de la Iglesia para empezar a discutir el rol de lo que fue la jerarquía de la Iglesia en la Argentina. En este caso concreto, quedó claro cuál fue el rol de la Iglesia: el de silencio cómplice.” Gonella incluso recordó el testimonio en otro juicio en Córdoba de María Cristina Tobares. La testigo contó que ella se exilió y estuvo refugiada en el Acnur de Brasil. Y un obispo, llamado Ars, convocó a los refugiados un día y les mostró una carta de Primatesta, en la que le pedía información sobre ellos, al tiempo que le reprochaba que les diera refugio a subversivos.
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martes, 19 de marzo de 2013

Dios mío!



Las Abuelas no cambiamos el discurso

Por Estela Barnes de Carlotto
Hace 35 años que salimos a la luz de una lucha. Buscábamos dos generaciones víctimas de una dictadura cívico-militar (1976-1983). Primero solas, con dolor, peligro, miedo y desconocimiento, pensábamos qué puertas golpear para que nos dijeran dónde estaban nuestro hijos y nuestros nietitos. Como la mayoría del pueblo argentino, católico por tradición, pensamos en la ayuda cristiana de nuestra Iglesia acompañando la búsqueda. Se trataba de sus fieles, a los que debía considerar hermanos.
Hoy, tantos años después, tenemos claro quién fue quién en la etapa del terrorismo de Estado y aun después. Descubrimos complicidad por acción u omisión. Sólo unos pocos magníficos prelados jugaron su vida dándonos protección y consuelo. Otros fueron asesinados.
Si hoy repasamos la historia, nunca cambiamos el discurso santificando con el olvido. Por el contrario, recordar, hacer un acto de contrición, pedir perdón, ayudar a la unidad con la Verdad, la Memoria y la Justicia es la respuesta más cristina y necesaria. No saldrá de nuestro corazón otro sentimiento por el bien del otro que soy yo. Que la Iglesia sea pobre y para el pobre, ¡pero que no existan pobres en el mundo!
Que el Santo Padre Francisco sea iluminado por el Espíritu Santo y nos ayude a encontrar a nuestros desaparecidos, porque la dulce mirada de María llorando a su Hijo nos acompañó siempre.
Somos Madres-Abuelas, no sentimos ni odio ni rencor, trabajamos en paz y sin calumnias. Quienes repasen nuestra historia de más de tres décadas comprobarán que no especulamos con el dolor, sólo arrastramos nuestra pesada cruz de la incertidumbre y de la ausencia de nuestros hijos y nietos, así como de sus 30.000 compañeros detenidos desaparecidos.
No cambiamos el discurso según la ocasión.
* Presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo.
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domingo, 17 de marzo de 2013


Anatema

Por Mario Wainfeld

Las denuncias sobre abusos sexuales cometidas por sacerdotes católicos motivaron un abroquelamiento de la Curia. Se las encasilló como parte de una campaña mundial de “descristianización”, se demonizó a los denunciantes. En términos prácticos y aun doctrinarios, la reacción promovida desde el Vaticano fue un abroquelamiento sectario. Cerrar filas, aun a costa de perder fieles. Se supone, se espera y hasta (con exceso de premura) se da por hecho que el papa Francisco viene para desandar todos esos pasos. No sería sencillo, sería promisorio.
El comunicado del portavoz vaticano, Federico Lombardi, desmintiendo las denuncias de este diario y en especial de Horacio Verbitsky contradice el tono pacificador de los primeros mensajes del papa Francisco. Y parece reincidir en la desviación intolerante. Esta vez, referida a otra temática.
Las investigaciones de Verbitsky volcadas en sus libros, en artículos publicados en Página/12 (incluso en esta edición) no son opiniones. Acumulan documentos y testimonios rotundos, muchos develados por primera vez. En conjunto, son irrefutables. Tratar de desmentirlos con fundamentos y no con eslóganes exigiría un esfuerzo que Lombardi no ha hecho y seguramente no hará, porque quedaría en offside.
Su reproche está formulado en una terminología arcaica, que combina retórica propia de la Guerra Fría y ecos inquisitoriales. El vocero aduce que no hay condena penal contra Jorge Mario Bergoglio. Hombre leído e informado (los jesuitas siempre lo son), Lombardi sabe que en la Argentina hubo un contexto de impunidad que (con la breve interrupción del Juicio a las Juntas Militares) duró más de veinte años. Lo que está en debate son conductas y no sentencias, a las que recién ahora se está llegando.
La incoherencia del anatema se duplica porque el vocero acusa a este diario de realizar “campañas calumniosas y a veces difamatorias”. En algunos países (por ventura, no ya en la Argentina), esos hechos son delitos penales. En la Argentina son ilícitos civiles, por los que ni Página/12 ni Verbitsky han sido condenados.
Podría añadirse que no son las condenas las que mueven la aguja en la Curia, que sigue tutelando a delincuentes probados como el represor Christian von Wernich o el abusador Julio Grassi. Para las ovejas descarriadas del propio rebaño rige, por lo visto, un doble estándar.
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Las denuncias motivaron polémicas en la Argentina. Luchadores por los derechos humanos adujeron la inocencia del actual Papa. El Premio Nobel Adolfo Pérez Esquivel fue uno de ellos, aunque puntualizó que “le faltó coraje para acompañar nuestra lucha”. Alicia Oliveira fue más enfática, por conocer de cerca al actual Papa.
En cambio, Estela de Carlotto subrayó la falta de compromiso de la jerarquía eclesiástica durante la dictadura y después.
Ese punto, formulado con la autoridad moral de Carlotto, desnuda una debilidad de quienes alegan que Bergoglio salvó muchas vidas, incluyendo las de los desdichados Yorio y Jalics. Si contaba con tanta influencia (no era pavada lograrlo en esos tiempos) y tanta información, no se explica por qué no denunció luego a los autores de las violaciones de derechos humanos. Ni suministró información, ni tuvo trato con los familiares de las víctimas, ni se esforzó para que hubiera sepultura digna para los desaparecidos. Tamañas pasividades no distinguen especialmente a Bergoglio, ya que estuvieron muy extendidas entre sus pares. Lo que da un contexto adecuado, pero no lo dispensa de responsabilidades.
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¿Influirá ese pasado cuestionable en el pontificado que viene? Quizá la magnitud de su nueva responsabilidad, el cambio cualitativo de su rol produzcan una mutación en el papa Francisco. No es imposible, casi nada lo es en la condición humana. La historia de la Iglesia es pródiga en ejemplos de hombres falibles (o cosas peores) que devinieron santos o ejemplos valiosos. Agustín de Hipona es el más clásico.
La Iglesia es una institución poderosa, que combina tradición e instituciones sólidas con la continua creación de figuras carismáticas. Cada papa que adviene llega con una promesa de cambio, que incluye el de su propio nombre. En este caso, como en tantos otros, se atribuyen virtudes excelsas al nombre elegido. Este papa llega con la promesa de ser un profeta que desbaratará mucho del pasado. La transición no es sencilla en términos terrenales, ya que requiere una sofisticada estrategia discursiva.
Un texto clásico de la sociología (La construcción social de la realidad, de Peter Berger y Thomas Luckmann) explica que quien se convierte debe “producir nuevas interpretaciones particulares del pasado (y) su significación”. Agrega que lo ideal para el individuo en cuestión sería que se olvidase todo por completo. Como olvidar por completo es muy difícil, lo mejor es “una reinterpretación radical... de la propia biografía pasada”. “Inventar cosas que no sucedieron resulta relativamente más fácil que olvidar las que sucedieron. Se pueden urdir e insertar hechos donde quiera que se necesiten para armonizar el pasado que se recuerda con el que se reinterpreta”.
Ese tipo de reconstrucción, no ya de la trayectoria del ahora papa, sino de la saga en la Iglesia durante la dictadura, puede ser funcional a varios fines. Hasta puede imaginarse alguno fenomenal como abrir sus archivos, realizar una autocrítica franca y extendida, pedir perdón a las víctimas. Es lo que proponen algunos obispos que se haga con quienes padecieron abusos sexuales. En ambos casos, muchas de las víctimas fueron integrantes de la propia comunidad católica.

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sábado, 16 de marzo de 2013

El Vaticano


La Santa Alianza

Por Eduardo Febbro
Desde Ciudad del Vaticano

El Vaticano es una caja fuerte que contiene secretos planetarios, entre ellos muchos archivos con documentos clave sobre los episodios más cruentos de la dictadura argentina de 1976. La controversia entre el papa argentino, ampliada por la intervención del portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, tiene casi la misma raíz que llevó el año pasado a la explosión del escándalo de los Vatileaks y a la posterior renuncia de Benedicto XVI: la santa alianza sellada en los años ’70 y ’80 entre el Vaticano y el ex presidente norteamericano Ronald Reagan. Esa colusión entre los intereses de la primera potencia mundial y los de la Santa Sede inauguró un período de casi cuatro décadas de corrupción, apoyo a dictaduras militares, financiamiento secreto de movimientos anticomunistas –Polonia con Solidaridad– y sostén ideológico de regímenes sucios. Uno de los operadores iniciales de esa “santa alianza” no es otro que el arzobispo, cardenal y diplomático Pio Laghi. Hombre de siniestras referencias, Laghi fue nuncio apostólico en la Argentina entre 1974 y 1980, o sea, en plena dictadura. Sus actividades en el país están marcadas por el sello de la acusación de haber colaborado a sabiendas con la dictadura de Videla y compañía. En 1997, Pio Laghi fue denunciado ante la Justicia italiana por las Madres de Plaza de Mayo en su calidad de cómplice en la desaparición de opositores durante la dictadura.
Sobre el papel de Laghi hay muchas versiones, pruebas y contrapruebas, personas decentes que lo defienden y otras que lo incriminan. El 27 de abril de 1995 Laghi declaró: “¿Cómo podía saber que estaba tratando con monstruos capaces de arrojar personas desde un avión y otras atrocidades similares? Se me acusa del espantoso delito de omisión, miedo o denuncia cuando mi único pecado era la ignorancia de lo que verdaderamente estaba pasando”. Sin embargo, no es únicamente su paso por la Argentina y lo que hizo o no hizo para ayudar a los perseguidos Pio Laghi sino, también, lo que construyó después: Pio Laghi es el arquitecto del acercamiento entre Washington y el Vaticano con el único propósito de combatir un enemigo común: la Teología de la Liberación. En 1980, Juan Pablo II nombró a Pio Laghi delegado apostólico en los Estados Unidos y luego pro nuncio. Laghi se encargó de remodelar el Episcopado apoyándose en los obispos fieles a al línea del papa polaco y también de iniciar la purga de los partidarios de la Teología de la Liberación.
Es un rompecabezas encontrar en Roma un religioso con nombre y apellido que hable sobre lo que subyace en los actos de Pio Laghi. Bajo el anonimato, algunos, ya muy ancianos, describen a Laghi como “el hombre orquesta del silencio”. Silencio quiere decir concretamente el hombre que organizó la protección global de los actos de la Iglesia durante la dictadura mediante la confiscación de documentos, es decir, archivos. Es la existencia de esos archivos la que le valió a Jorge Bergoglio ser citado a declarar como “testigo” por la magistrada francesa Sylvia Caillard. Esta abogada del Tribunal de Gran Instancia de París envió en 2011 una Comisión Rogatoria a Buenos Aires para que Bergoglio declarara sobre la posible existencia de archivos capaces de elucidar el asesinato del sacerdote francés Gabriel Longueville. Para muchos especialistas de la diplomacia vaticana, la Nunciatura de Buenos Aires jugó un papel central en el ocultamiento de los documentos relativos a la desaparición de personas. Horacio Verbitsky ya reveló cómo la Conferencia Episcopal de Argentina había informado al Vaticano que los desaparecidos eran exterminados por la Junta Militar. El documento secreto que la Conferencia Episcopal Argentina envió al papa Pablo VI da cuenta de un encuentro entre los obispos Raúl Primatesta, Juan Carlos Aramburu y Vicente Zazpe y el general Videla. La conversación tuvo lugar en abril de 1978. Videla fue claro al decir que los “desaparecidos ya están muertos”. El obispo Primatesta le dijo al dictador: “La Iglesia quiere comprender, cooperar, es consciente del estado caótico en que estaba el país” y también es consciente “del daño que se le puede hacer al gobierno con referencia al bien común si no se guarda la debida altura”. El Vaticano tiene en su poder documentos con infinitas memorias del horror. No sería inoportuno que abriera esas arcas para que no haya tantos asesinos impunes y tantas dudas sobre lo que hicieron o no los representantes de la Santa Sede en los países sometidos a la represión.
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ESTELA DE CARLOTTO, PRESIDENTA DE ABUELAS DE PLAZA DE MAYO, HABLO SOBRE EL PAPA



“Hay una nube negra sobre él”

“La Iglesia Católica argentina no ha dado ni un paso para colaborar con la verdad, la memoria y la justicia”, dijo Carlotto. Habló de las dificultades de las Abuelas para acercarse a la jerarquía eclesiástica y del caso De la Cuadra.

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Estela de Carlotto dijo que espera que “ahora que (Bergoglio) es Papa haga honor al lugar que ocupa.”

”Le damos un voto de confianza pero no olvidamos esa nube negra que todavía está sobre Bergoglio.” Lo dijo Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, al referirse a la relación del ahora Papa con la dictadura cívico-militar. Según Carlotto, Jorge Bergoglio, ahora Francisco, pertenece a “una Iglesia que oscureció al país” porque “su jerarquía fue partícipe, cómplice y ocultadora, directa o indirectamente”. La titular de Abuelas habló con representantes de medios extranjeros en la sede del organismo de derechos humanos acompañada por Estela de la Cuadra, cuya familia hizo gestiones infructuosas ante el ahora Papa para conocer el destino de la niña que su hermana Elena parió en cautiverio.
“Es una historia muy triste, que entinta a toda la Iglesia Católica argentina, que no ha dado ni un paso para colaborar con la verdad, la memoria y la justicia. Bergoglio pertenece, y hoy representa, a esa institución”, dijo Carlotto. Al tiempo que agregó que “ahora es Papa y hay una especie de satisfacción porque la Argentina figura como país civilizado, conocido y reconocido”. Carlotto enfatizó que “esa satisfacción nacional confunde un poco, una razona que Bergoglio nunca habló ni se nos acercó a las Abuelas para ayudarnos, ha ayudado en otros temas, muy lacerantes, pero no en el nuestro”.
Respecto de la actitud de la Iglesia en los primeros años de la búsqueda de su hija Laura, recordó que cuando su marido acudió a monseñor Antonio Plaza, “uno de sus secretarios le pidió una fortuna”. También mencionó que en las visitas del Papa a la Argentina “las Abuelas fuimos a las avenidas por donde iba a circular el papamóvil, esperando su bendición y que nos viera, el pañuelo blanco era el símbolo, y el Papa miraba para otro lado. Y les daba la comunión y la confesión a los genocidas. Recién el papa Juan Pablo II nos recibió en 1998 a las Abuelas. No fue fácil pero hubo un grupo de la Iglesia que posibilitó ese encuentro, monseñor Estanislao Karlic, José María Arancedo, Jorge Casaretto, Justo Laguna, ellos nos llevaron para dejarle al Papa la carpeta, darle la mano y pedirle por los niños. La respuesta fue que sabía de este drama y que ‘todos oramos por ellos’”.
Carlotto dijo que “con esa oración volvimos para ver qué oración hacía la Iglesia, si la Iglesia de acá hablaba de una vez de estos chicos, y no escuchamos nada. Entonces llegamos al día de hoy, que tenemos el papa argentino, que es miembro de esa Iglesia que nunca habló, nunca nos convocó. A esa satisfacción de que sea un argentino, por el optimismo y el respeto que tenemos las Abuelas, le deseamos que sea un buen Papa, que cumpla con el apostolado y que no se olvide que es argentino y latinoamericano, que no se olvide de dónde viene, él viene de una familia humilde y no puede haber ignorado lo que pasó en nuestro país”.
En relación con las denuncias puntuales que implican al ahora papa Francisco, Carlotto dijo que “hay sombras sobre Bergoglio, que están en dos libros, uno del fundador del CELS Emilio Mignone sobre la Iglesia y la dictadura, y otro del periodista Horacio Verbitsky. Se lo acusa de haber entregado a dos sacerdotes, también dicen que los salvó, dado que sobrevivieron, pero Bergoglio los habría entregado”. Agregó que en el caso de la desaparecida Elena de la Cuadra, se lo acusa de haber dicho a sus familiares que “no busquen más a aquella niña (el bebé que tuvo en cautiverio) porque está en buenas manos, que dejen a esos niños porque se pagó mucho por ellos”, recordó Carlotto. Destacó que “en el testimonio que tuvo que dar hace muy poco tiempo niega esa conversación. Y dice que hasta el año ’90 no sabía lo que pasaba en el país, lo cual nos resulta un poco increíble siendo que en 1985 hubo un juicio fenomenal en Argentina donde se juzgó y condenó a las juntas de la dictadura cívico-militar. Esto fue más que público, entonces cómo puede decir que ignoraba lo que pasaba”.
Pero Carlotto manifestó que espera que “ahora que es Papa haga honor al lugar que ocupa y haga cosas que debe y tiene que hacer. Quienes lo eligieron evidentemente hacen abstracción de que acá, si bien no lo vamos a comparar con otros obispos, como (el secretario del vicariato castrense Emilio) Graselli, que convivían con la dictadura, a él se lo acusa de decir que ignoró, que no sabía, y de que habría entregado a algunos sacerdotes. Pero no está condenado”. Y destacó que “la sociedad argentina registra méritos de humildad, de solidaridad con las víctimas de Cromañón y de la trata de personas, que compra el diario, que toma el subte, que es un ciudadano sin protocolo y simple, además del predicamento que tiene entre los católicos argentinos”.

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viernes, 15 de marzo de 2013


Francisco, primero Bergoglio

Por Oscar Campana *

Supongamos a un cristiano neocelandés, por ubicarlo en algún lugar remoto. No sabe quién es Bergoglio. Supo de Argentina por los desaparecidos, las Malvinas y Maradona. Tiene que construir la imagen del nuevo papa interpretando lo que ve en su primera aparición pública.
El nombre del nuevo papa es Francisco. Por el “pobrecito de Asís”, supone. Aquel que mostró un camino radicalmente distinto al del poder romano en la Edad Media. Aquél a quien Jesús le pidió “repara mi Iglesia”.
Ve salir al balcón a un hombre con cara de sencillo, sin cruces papales ni estolas apostólicas. Comienza haciendo algo tan humano como decir “buenas noches” en lugar de “alabado sea Jesucristo”. No dice “hermanos”. Dice “hermanos y hermanas”.
Luego hace referencia a que fue elegido “obispo de Roma”, no “papa”. Cita, sin decirlo, a Ignacio de Antioquía, un padre apostólico de principios del siglo II. Y lo cita con propiedad. Quien “preside las iglesias en la caridad” no es el obispo de Roma (luego, el papa), sino “la Iglesia de Roma”. Todo un símbolo de una eclesiología de la colegialidad episcopal, opuesta a una eclesiología de la monarquía papal.
Insiste con Roma. Recuerda que el objetivo del cónclave es darle un obispo a Roma. Parece sorprendido porque lo hayan ido a buscar tan lejos. Agradece la acogida a la comunidad de Roma. Habla del inicio de un camino, “pueblo y obispo”, con la diócesis de Roma. Se presenta junto al vicario para la diócesis de Roma (el que la gobierna en nombre del papa), quien lo ayudará en la evangelización de la ciudad de Roma. Anuncia que al otro día irá a pedirle a la Virgen para que cuide de Roma.
Antepone la plegaria bendicional del pueblo al obispo, a la bendición del obispo al pueblo. Acompaña el pedido con un gesto: se inclina ante el pueblo.
El neocelandés, lector asiduo de la mejor teología conciliar y progresista, no da crédito a lo que ve y escucha. Cuando nada esperaba de este cónclave, aparece un papa que rodea su epifanía con gestos y palabras impredecibles. Literalmente, increíbles.
Pero no soy neocelandés. Soy argentino. Porteño. Como Bergoglio y su diócesis. Oí hablar de él desde hace mucho.
Cuando hace veintiún años fue elegido obispo, un hermano de su congregación, que lo había padecido como formador, nos dijo: “Hasta papa no para”. Lo entendimos como una mirada sesgada por la dolorosa cercanía que a veces generan los vínculos comunitarios. Pero cuando años después fue elegido obispo coadjutor con derecho a sucesión de Buenos Aires, lo que le aseguraba el arzobispado y el cardenalato, pensé que aquel jesuita ya fallecido, Juan Luis Moyano, no estaba tan lejos de la verdad... ¿Qué decir hoy?
Luego vino toda la historia del papel de Bergoglio en el secuestro y desaparición de Orlando Yorio, atestiguada tanto por él como también por José “Pichi” Messegeier. Sobre esto ya hay libros escritos. Y documentos que sostienen las versiones. Nadie duda de que la más leve de las interpretaciones posibles sea más que pesada...
La coexistencia de su simpatía y apoyo con los curas villeros y la pastoral popular convivían con su simpatía, apoyo y consuelo de cuanto dirigente político, social o empresario (casi siempre de derecha) se opusiera al gobierno de los Kirchner, quien consideraba a Bergoglio el líder la oposición. A través de la “vicaría de la educación” no tuvo reparos en protagonizar una escalada del poder de la educación privada, beneficiada cada vez con mayor presupuesto por parte del gobierno de Mauricio Macri, aun a costa de la educación estatal, la de los pobres.
Y mientras cada 7 de agosto acudía al santuario de San Cayetano para hablar de los pobres y excluidos, podía ser, a la vez, el presentador del “Proyecto social para el desarrollo”, un programa político apadrinado por Roberto Dromi, intendente de Mendoza en la dictadura militar y arquitecto legal de la entrega del país en la década menemista, dos caras de un mismo proceso políticoeconómico que generaron un país lleno de aquellos mismos pobres y excluidos; programa político que recorría todos los lugares comunes de la derecha vernácula: autarquía del Banco Central, fin de las retenciones, unificación de seguridad y defensa en un solo ministerio...
Su austeridad personal, indiscutible, siempre ha convivido con una decidida y sostenida búsqueda del poder, primero en su congregación, luego en la Iglesia argentina y universal. Bergoglio es un estratega y un político, como hace mucho no había en nuestra Iglesia. Pero parece que ahora todas las virtudes se reducen a una sola, olvidando que los pecados capitales son siete...
No obstante los antecedentes, no habría que descartar que una figura tan lejana al ceremonial y al protocolo, y consciente de la necesidad de ponerles fin a los escándalos (financieros, sexuales, políticos) continuados desde hace tiempo en la Iglesia universal y en Roma, sea capaz de imponer un cambio de rumbo en muchos temas sensibles.
Pero esto, más que hablar bien de Bergoglio, habla mal, bastante mal, del camino que la Iglesia tomó en las últimas décadas. Cuando luego del cónclave de 2005 circuló la versión de que Bergoglio fue el destinatario del voto “reformista” (quizá por derivación del voto a Martini), no pocos dijimos que si él expresaba el reformismo era porque la Iglesia se había precipitado hondamente en el conservadurismo.
¿Será Bergoglio la expresión del “reformismo posible”? Para responder a esta pregunta, habrá que esperar la paulatina toma de decisiones. En Argentina nos daremos cuenta pronto, cuando comiencen a completarse las designaciones episcopales pendientes, sobre todo la de Buenos Aires. Pero habrá ocasión, sin lugar a dudas, para importantes decisiones vinculadas con la curia romana, el hueso duro de roer desde hace siglos, un poder enquistado que fagocita y destroza todos los intentos de reforma y renovación. Una curia romana con la que Bergoglio no se ha llevado bien.
¿Pateará Bergoglio el tablero convocando a un nuevo concilio universal, tratando de buscar el camino para definitivamente acabar con el poder de la curia y haciéndose cargo, a la vez, del legado del cardenal Martini? No habría que descartarlo, aunque nunca se animó a convocar un sínodo en la arquidiócesis de Buenos Aires... Porque un concilio es, en el corto plazo, algo inmanejable.
Ojalá se anime a pegar el salto a lo desconocido. Así, quizá, podamos olvidarnos de algunas páginas preocupantes de su biografía.
Alguna vez estuve/estuvimos en el lugar del neocelandés. Fue en octubre de 1978, cuando eligieron a Karol Wojtila como Juan Pablo II. Un perfecto desconocido, de origen humilde, que venía de uno de los países más castigados en la historia del siglo XX. Todos nos alegramos con su frescura, su sencillez, su carisma. Y después pasó lo que pasó: el papado de la restauración y de la sepultura del intento reformador del Concilio Vaticano II.
Me gustaría ser neocelandés. Lo juro. Aunque más no sea, para alegrarme por un rato.
* Teólogo.

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jueves, 14 de marzo de 2013

EDUARDO DE LA SERNA ANALIZA LA DESIGNACION DE JORGE BERGOGLIO



“Maneja muy bien el poder”


El coordinador del grupo de Curas en Opción por los Pobres reconoce su capacidad para acercarse a la gente, aunque no cree que impulse cambios en cuestiones de doctrina. Su relación con la ultraderecha eclesial y lo que puede pasar en la Iglesia argentina.

Por Pedro Lipcovich
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El entonces cardenal Jorge Bergoglio, en la iglesia de San Cayetano, en el barrio porteño de Liniers.

Jorge Bergoglio sabe manejar muy bien los hilos del poder”, sostiene el sacerdote Eduardo de la Serna, del secretariado de Curas en Opción por los Pobres (OPP). Esa capacidad política sería el hilo que vincula las muy diversas facetas que De la Serna señala en el flamante papa: su conflicto con sectores considerados ultraderechistas de la Iglesia argentina, como el arzobispo Héctor Aguer o el Instituto El Verbo Encarnado; pero también su “participación activa” en la desaparición de dos sacerdotes durante la dictadura militar; por otra parte, “su capacidad para acercarse a la gente, su insistencia en que los curas vayan a los barrios, a las villas”; al mismo tiempo, “no es probable que impulse cambios en cuestiones de doctrina, como el lugar de la mujer en la Iglesia o la comunión de los divorciados”; pero, sin embargo, “bien podría ser que, sin cambiar la doctrina, tuviera gestos de acercamiento a divorciados o aun a travestis”. Los primeros indicadores de su gestión deberían discernirse en “la realización o no de cambios en la curia romana y, en la Argentina, la designación del nuevo arzobispo de Buenos Aires”.
–¿Por qué le parece que los cardenales eligieron a Jorge Bergoglio?
–Bergoglio sabe manejar muy bien los hilos del poder. Ya había sido muy votado en el cónclave anterior, cuando se eligió a Josef Ratzinger; y, en 2007, todos los obispos latinoamericanos lo eligieron presidente de la comisión de redacción del Documento de Aparecida. En cuanto a los criterios que los cardenales priorizaron con esta elección, desde ya no es probable que sea un papa de avanzada. Hay cosas que a muchos preocupan y que no creo sean para él temas principales, como la comunión de los divorciados, los temas de la homosexualidad y el aborto. En cambio, podemos esperar de su parte gestos de cercanía. Por imaginar un ejemplo: no me extrañaría que en Jueves Santo lavara los pies de un grupo de travestis: no digo que vaya a hacerlo pero sí que sería capaz de algo así, como para dejar en claro que de ningún modo los excomulga, aunque no aplauda su accionar. Entonces, no creo que promueva cambios importantes a nivel doctrinal, pero puede tener gestos importantes en el nivel pastoral –contestó el representante de OPP, que hace pocos meses cuestionó al Episcopado por aceptar la vinculación de la Iglesia con la última dictadura militar–.
–¿Podría darnos un ejemplo de esta diferencia entre lo doctrinal y lo pastoral?
–La doctrina oficial de la Iglesia dice que quienes viven juntos sin estar casados por Iglesia no pueden comulgar; pero, para muchos teólogos, eso no tiene fundamento. Bien: no me extrañaría que Bergoglio designara a un grupo de teólogos para estudiar esos argumentos: a nivel pastoral, sería un gesto de cercanía respecto de esas personas que hoy no pueden comulgar; pero crear esa comisión no implicaría en sí mismo un cambio en la doctrina de la Iglesia al respecto. Tampoco creo que con Bergoglio haya cambios en el rol de la mujer dentro de la Iglesia.
–¿Qué incidencia tendrá sobre la Iglesia argentina la designación de Bergoglio?
–Empiezo por recordar la importancia que en la Iglesia tienen los nuncios. El nuncio es el embajador del Vaticano, pero es mucho más: termina decidiendo qué candidatos a obispos figurarán en las ternas que se elevan a Roma. Hasta hace un año y medio, el nuncio era el italiano Adriano Bernardini, que propuso muchos candidatos cercanos a Héctor Aguer, arzobispo de La Plata. Pero sucedió algo muy interesante: cuando Bergoglio se acercaba a los 75 años y debía presentar su renuncia como arzobispo de Buenos Aires, el nuncio cambió; a principios del año pasado entró el suizo Emil Tscherrig, con distinta disposición. Puedo suponer que el cambio de nuncio fue una jugada de Bergoglio porque, si no, cuando renunciara, Bernardini iba a nombrar arzobispo de Buenos Aires a Aguer. Bergoglio sabe manejar el poder. Y sería ingenuo pensar que, como papa, no tomará en sus manos decisiones concernientes a la Iglesia argentina. De hecho, manifestó una actitud crítica respecto de grupos muy de derecha, como el Instituto El Verbo Encarnado. Pero en su momento fue frenado por la curia vaticana, que no debería poder frenarlo ahora.
–¿Cómo fue el conflicto de Bergoglio con el instituto El Verbo Encarnado?
–Ese grupo nació en San Rafael, Mendoza, fundado por el sacerdote Carlos Miguel Buela, que había llegado desde Buenos Aires. Es una congregación terriblemente de derecha que, por lo tanto, tiene muchas vocaciones sacerdotales: en todas partes, las derechas suelen tener muchísimas vocaciones. Pero este grupo es tan de derecha que tuvo enfrentamientos con casi todos los obispos argentinos, al punto de que la Conferencia Episcopal en pleno fue a ver a Juan Pablo II para pedirle que actuara sobre ese Instituto. Pero intervino un laico argentino, ex embajador en la Santa Sede durante el gobierno de Carlos Menem y con muchos contactos en la curia romana, y el secretario de Estado, Angelo Sodano, no sólo ignoró el pedido de los obispos, sino que en San Rafael fue designado un obispo amigo del Instituto; se autorizaron ordenaciones sacerdotales de ese grupo en Buenos Aires, que fueron hechas por Aguer, y se nombró arzobispo de Rosario a José Luis Mollaghan, el único que no había condenado al grupo. En la Conferencia Episcopal, tuvieron que renunciar el obispo Estanislao Karlic y Guillermo Rodríguez Melgarejo, que era secretario de la Conferencia. No creo que los de El Verbo Encarnado estén festejando la designación de Bergoglio.
–¿Qué otros pros o contras destaca en el nuevo papa?
–Bergoglio tiene aspectos muy negativos. En el tema derechos humanos, pesa sobre él la sombra de los dos jesuitas desaparecidos en la ESMA: hay firmes sospechas de que participó activamente en eso, tal como se detalló en notas periodísticas de Horacio Verbitsky (en Página/12). Esto no parece haberles importado a los cardenales. Tampoco vamos a esperar que Bergoglio aliente la Teología de la Liberación. Pero, sin embargo, en la diócesis de Buenos Aires ha sabido ser pastor. Después de arzobispos que eran “príncipes de la Iglesia” como Caggiano, Aramburu o Quarracino, Bergoglio está dispuesto a acercarse a la gente: ha lavado los pies de enfermos de sida, de embarazadas en la Maternidad Sardá, bendijo a cartoneros en plaza Constitución. Son cosas positivas, después de un papa tan lejano como Benedicto XVI, que nunca vio un pobre en su vida. Políticamente, Bergoglio viene de la agrupación peronista Guardia de Hierro; a diferencia de Aguer, es capaz de tomar mate con la gente, insiste en que los curas vayan a los barrios, pone curas villeros. Ahora habrá que prestar atención a dos cosas. Una: a quiénes nombrará Bergoglio en la curia vaticana, que es un antro mafioso; suele pasar que inicialmente se confirmen los que están, pero puede ser que lentamente empiece a haber cambios. La segunda cuestión es quién será designado arzobispo de Buenos Aires: es de esperar que Héctor Aguer haya concluido su carrera eclesiástica.

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miércoles, 13 de marzo de 2013


The Guardian: “La negativa del Reino Unido de negociar con Argentina no tiene apoyo internacional”

El diario británico consideró que el referéndum realizado días atrás en Malvinas “pone el futuro de las islas en manos de una pequeña población de colonos”.
En una nota de opinión, firmada por Seumas Milne, columnista y editor del matutino, sostuvo que la consulta que se llevó a cabo el domingo y lunes en las islas “fue diseñada para esquivar” la disputa que comenzó hace 180 años cuando fuerzas británicas “expulsaron a la administración argentina”.

En ese marco, señaló que el plebiscito “le da a los colonos un veto sobre cualquier cambio en el estatus de las islas”, por lo que “la única sorpresa” fueron los tres votos en contra de permanecer bajo la soberanía británica.

“¿Qué otro resultado podía esperarse si se pone el futuro de las islas en manos de una pequeña población de colonos británicos, de los cuáles la mayoría no nació allí?”, se preguntó el autor de la nota.
“¿Qué otro resultado podía esperarse de una pequeña población de colonos británicos, de los cuáles la mayoría no nació allí?
Seumas Milne

Milne subrayó asimismo que el referéndum no es reconocido por Argentina, América latina, Estados Unidos ni por las Naciones Unidas (ONU), que “se refiere a esta reliquia del imperio como un problema de descolonización”.

Expresó que esa organización rechaza en este caso la aplicación del derecho de autodeterminación, principio con el que se escudó el gobierno del Reino Unido para organizar la consulta, porque ello requiere “la existencia de un pueblo reconocido e independiente”.

En ese sentido, remarcó que no se aplica para “colonizaciones forzadas en territorios ajenos” y ejemplificó con que “los colonos israelíes no pueden decidir sobre los territorios palestinos ocupados en Cisjordania”.

El artículo recordó que los gobiernos británicos “sólo adquirieron gusto por la autodeterminación cuando fueron forzados a abandonar gran parte del imperio, y lo vieron como una manera de aferrarse a enclaves con poblaciones dependientes como Gibraltar e Irlanda del Norte”.
“La negativa de negociar con una Argentina democrática, cuando no tuvo problemas de dialogar con la dictadura, no tiene un apoyo internacional significante”


Agregó que “parece que sólo lo aplica para gente blanca”, al destacar que no se le consultó al pueblo de Hong Kong sobre su restitución a China y tampoco hubo votación para los chagosianos, que todavía luchan por volver a su hogar en Diego García, una isla del Océano Indico.

“La negativa (del gobierno británico) de negociar con una Argentina democrática, cuando no tuvo problemas de dialogar con la dictadura, no tiene un apoyo internacional significante”, comentó.

“Mucho menos de América latina, que ha estado en auge desde hace una década mientras las economías del Reino Unido y Europa están de espaldas”, añadió.


TELAM

martes, 12 de marzo de 2013


Un viaje diferente por las Malvinas

Por Mario Rapoport y María Cecilia Míguez*
Hace no más de un mes formamos parte de un grupo de argentinos que visitó, en viaje de turismo, las islas Malvinas. Era un destino que nos generaba importantes y especiales expectativas. Según nos dijeron al llegar, nos acompañaba un buen clima, es decir, sólo violentas ráfagas de viento en un mar medio embravecido, que nos hacía pensar que la lancha que nos llevaba desde el crucero, anclado bastante lejos, no estaba convencida de acercarse o alejarse de ese pequeño pueblo que hoy se dice llamar Stanley. Lo de “buen clima” –en esas condiciones– nos hizo suponer rápidamente en cuál sería el “malo”, imaginando que incluiría sin duda vientos intensos e insoportables, lluvias heladas y un mar que hacía temer el momento en que si lamentablemente cayéramos en él nos convertiríamos de inmediato en bloques de hielo. De esa imagen a la de la guerra había un pequeño paso. Representarse de inmediato a los soldados en el otoño helado de aquel territorio inhóspito o a los marineros del Crucero General Belgrano hundirse en esos indómitos mares fue un impulso inevitable.
La desolación del paisaje y de la historia se unían. Nuestra primera impresión, cuando por fin descendimos, sorteando algún que otro viejo barco encallado con el horrible color del óxido, contrastaba con la forma en que imaginamos a los kelpers recibiendo a los soldados de Su Majestad con cientos de banderitas británicas. Por supuesto, nada de esto ocurrió con nosotros. Ese pueblito de una sola avenida asfaltada, con dos rojas casillas telefónicas bien londinenses para hablar a un vecino, unas pocas y modestas casas con techos de aluminio o algún metal parecido, incluía un cartel de bienvenida que decía Falkland Islands, en el mismo lugar donde nuestro inconsciente colectivo hubiera querido leer islas Malvinas.
Los habitantes de las islas son aproximadamente 3000 (de los cuales 2700 viven en Stanley), y desde 1983 son oficialmente ciudadanos británicos. Es una población que prácticamente no ha crecido desde 1911, censo en el que se contaban 2392 isleños. Desde la costa se ve rápidamente el cementerio a orillas del mar, que está totalmente repleto, de modo que los propios habitantes no tienen asegurado ni siquiera su entierro allí.
El suelo está cubierto apenas por una raída vegetación, es completamente árido y algunos aún usan la turba vegetal para calentarse. El carácter colonial se evidencia enseguida. Simplemente con ver la espléndida casa del gobernador uno se da cuenta. En medio de ese austero paraje se destaca un brillante jardín inglés y, lo más significativo: dispone de cuatro erguidos árboles. Seguramente será una costosa hazaña plantarlos y mantenerlos, porque en Stanley no vimos ningún otro. Según nos dijeron, el gobernador, además de gozar de esa mansión, lleva una vida fácil: obedecer las órdenes de la corona y estar protegido por los 1500 soldados británicos que aún pueblan las islas. Son la garantía para mantener el poder geoestratégico de su metrópoli y una explotación económica de toda la cuenca pesquera de las aguas que las rodean, a la espera de encontrar también petróleo y poder extraerlo. La autoridad ejecutiva es nombrada por la reina y los ministerios de Defensa y Relaciones Exteriores británicos manejan esas cuestiones en la islas, que siguen siendo, por lo tanto, una posesión colonial.
Su economía se basa en la pesca y en la cría de ovejas. Hay una compañía monopólica que da empleo a gran parte de los habitantes, que por el estado de las islas no parece estar reinvirtiendo sus ganancias allí, y en cuanto a la ganadería para la producción de lana y carne, tanto en la isla Soledad como en la Gran Malvina, las estancias pertenecen a algunos pocos propietarios, terratenientes al estilo Martínez de Hoz, como corresponde a una economía dependiente y colonial. Casi setecientas mil ovejas y menos de tres mil habitantes. La vida es dura: la intérprete que nos guiaba tenía por lo menos tres trabajos: en la compañía de pesca, como maestra y en sus ratos libres como guía turística. Y nos dijo que así le pasaba a la mayoría de los habitantes.
En el centro de la ciudad hay un gran galpón con mercadería importada que hace de supermercado, las cervezas inglesas se hacen notar enseguida (son buenas, por cierto, pero si se toman algo tibias, típicas para un clima frío) y los productos necesarios, si se consiguen, se pagan sólo en libras locales a precios espantosamente caros. También hay un museo dedicado a la historia falseada de las islas y del imperio británico. Todo sus relatos justifican su dominio sobre las Malvinas. Se alimenta en los habitantes la “amenaza argentina”, y está plagado de remeras, tazas y recuerdos que dicen “Keep calm and keep The Falklands british”, ante el inminente referéndum.
Pero lo cierto es que sólo algunos chilenos se atreven a radicarse allí y aun así la población no crece desde hace años. Sucede que tienen un sistema escolar que llega sólo a la secundaria. Cuando los estudiantes se reciben obtienen generosas becas para estudiar en Australia, Nueva Zelanda o la desteñida rubia Albión. La mayoría no regresa. Habría que ver si a la larga la “sangre kelper” no terminará por desaparecer en esos parajes sino fuera por nuevas inmigraciones o por más soldados (lo que tampoco serviría si no se trae personal femenino o a mujeres presas como hicieron en Australia).
A alguna distancia del centro del pueblo, se puede llegar a los campos de batalla, donde todavía hay terrenos minados y pertrechos de guerra diseminados por el suelo. Incluso se puede ver una trinchera argentina, que quedó tal como estaba, precaria y heroica a la vez. La acompañan solamente el viento y la desolada estepa patagónica, unos erosionados montes rocosos utilizados para el enfrentamiento, y un poco más allá el famoso Monte Longdon, triste escenario de la derrota argentina. A unas dos horas de auto, bastante más alejado, está el cementerio argentino en Darwin. Pura tristeza si se agrega la desolación típica de la isla.
El nombre de kelpers les viene a sus habitantes como una manera de querer diferenciarse de sus ancestros británicos, pero también probablemente para que no los confundan con sus únicos vecinos, los pingüinos, cuyas siluetas dibujadas suelen adornar alguna casa, símbolo de cierto afecto. Otra cosa que nos llamó la atención a nuestro retorno es que un medio argentino levante como una de las principales quejas británicas de la guerra del ’82 el cambio de mano de las calles que hicieron los militares. Nadie va a defender barbaridades, pero posiblemente ese medio no sabe que hay una sola avenida principal bastante solitaria y las calles laterales están casi siempre vacías, cuando no son terreno privado. No hubiera sido difícil acostumbrarse a manejar con la mano cambiada aun si una derrota inglesa hubiera dejado abandonado algún suntuoso Rolls-Royce (en verdad no vimos ninguno).
Las islas permanecen casi tan desoladas como hace un siglo. Sus habitantes son hoy ciudadanos ingleses y, por lógica, tienen intereses que defender. Pero el argumento de la autodeterminación no sólo es erróneo, sino que esconde el dominio imperialista de Gran Bretaña, que explota recursos y ha ocupado posiciones geoestratégicas en el mundo por medio de la imposición de su supremacía como potencia mundial.
El reclamo por la soberanía de las islas Malvinas no sólo es una cuestión nacional, sino que también constituye una causa latinoamericana que convoca a muchos países del mundo. Sin embargo, aparte de la cuestión de los derechos legítimos, que poseemos ampliamente, a las Malvinas les pasa lo que a muchas colonias británicas en el pasado, su destino colonial se contrapone con cualquier posibilidad de desarrollo económico, político y social propio.
* Idehesi-Conicet-UBA.
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